¿Quién no conoce a personas que se afanan por vivir en estricta sujeción a normas o leyes? Entre ellos hay cristianos que siguen doctrinas basadas en citas del AT; las practican de un modo visible: visten como si usaran uniformes, van por la calle de a dos o de a tres, hablan entre sí con códigos. Ese estilo de vida ¿los hace más justos que a otros a los ojos de Dios?
Podríamos preguntar ¿Qué diferencia hay entre un justo y un legalista? Como veremos a continuación, es la misma diferencia que hay entre justicia y ley; tanto en teoría como en la práctica.
”No toda Ley es justa y no todo lo justo encuentra, necesariamente, el amparo de la Ley.” Esto opina el jurista andaluz Fernando Santos Urbaneja
(1).
No pude evitar seguir leyendo los dichos del Fiscal y así me quedó el comentario que hace sobre un artículo de la Constitución de España de1978, que fue reformado en 2011con espíritu totalmente opuesto al del original.
Refiriéndose a la Ley Mayor de la que derivan todas las leyes españolas el autor sostiene que ‘es un prodigio de equilibrio entre distintas fuerzas e intereses’
(2). Pero, luego demuestra que la globalización económica hizo sentir su peso en las decisiones políticas internas de España hasta trastornar el mentado equilibrio constitucional.
La modificación del artículo 135, el 27 de setiembre de 2011
(3), “allana el camino para la subordinación de toda la riqueza del país al preferente interés de unos pocos, precisamente de aquellos que estuvieron en la génesis del problema” define el autor, desatándose a partir de allí la cascada de medidas injustas que afecta al ciudadano común en particular. No es todo; el artículo 135 modificado desdice al artículo 128 pues este afirma que toda la riqueza del país, en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad, “está subordinada al interés general”
(4).
No pude evitar una asociación de este comentario jurídico con lo que ya tenía
in mente para seguir la serie que nos ocupa. El lector podrá juzgará si valió o no la pena usarlo como introducción.
El paso del patriarcado a la legislación nacional
Hemos visto que cuando la raza humana pos diluviana se sintió importante, los poderosos de la tierra financiaron la construcción de una torre con intención de llegar hasta Dios. Su acción fue el resultado del falso concepto de justicia que los impulsaba. En cierto modo la historia se repite en países esparcidos por toda la tierra en los que proliferan torres edilicias cada vez más cercanas a los un mil metros (¡un kilómetro de altura!).
La confusión y dispersión que castigó a aquellos, y la insostenible situación ambiental- económica creada por la loca carrera inmobiliaria de éstos, pueden ayudarnos a entender la decisión de Dios de adoptar para Sí un pueblo entre todos los de la tierra. Confirmó lo prometido a Abraham en la persona de Isaac, el hijo de la promesa.
¿Cómo lo hizo? Isaac y Rebeca tuvieron mellizos, Esaú y Jacob
(5); no fue el mayor sino el menor de los dos el escogido por Dios. A Jacob, después de luchar con el ángel, Dios le cambia su nombre por el de Israel
(6).
De los doce hijos de Israel saldrá igual número de tribus. Un día dejarán el largo cautiverio en Egipto, marcharán hacia Canaán, la tierra prometida a sus bisabuelos. ¿Quién sería su líder? Moisés, aquel niño salvado por la fe de una madre guiada por el Espíritu. Aunque educado en las artes y ciencias del Imperio por la hija del Faraón, ya adulto tenía un sentido de equidad que colisionaba con la crueldad de los verdugos asalariados del Imperio. Por hacer justicia con sus manos, Moisés debió huir del esplendor palaciego y refugiarse en inhóspitos parajes.
De allí lo llamaría Dios para encargarle emprender una de las hazañas más grandes que jamás haya conocido hombre alguno: convencer a un emperador poderoso para que dejase partir – de una vez y todos juntos - a los cientos de miles de esclavos que les habían servido durante cuatro siglos. El Imperio que usó la mano de obra tan barata con la que se dio el lujo de construir los monumentos más significativos de la historia ¡debía dejarla ir!
Sin ánimo de molestar a nadie, me atrevo a opinar que gobiernos actuales se hubiesen horrorizado con lo que hizo ese hombre atemorizado por las plagas sobrenaturales y la muerte de su primogénito. Más aún, por el gesto de desprenderse voluntariamente de joyas y bienes para que los fugitivos se fuesen y no volviesen.
Supongo que nuestros gobernantes hubiesen aconsejado sus exitosas recetas para que el Faraón retuviese a tamaña fuerza laboral como eran los israelitas: tan fácil de someter y tan dispuesta a soportar sufrimientos. Le aconsejarían crear más puestos de trabajo; que para lograrlo, debería incrementar los impuestos y los aportes previsionales de los esclavos; recortar los presupuestos en previsión, salud y educación y posponer la edad de retiro. También, que debería publicitar esas medidas por todos los medios. Lo convencerían de que eso es lo que está globalmente en ejecución porque es lo único que asegura una mejor calidad de vida; que es lo que la gente desea escuchar; y le asegurarían que así sería votado el día que el Imperio se transformase en una democracia.
II. La justicia de Dios en la Ley
Dejando atrás el período patriarcal de la primera sección, entramos en la etapa que inaugura la justicia de Jehová Dios en la Ley. Por servirla, Moisés es reconocido como el primero y más grande legislador de Israel.
He encontrado cierta similitud entre la citada opinión del jurista español y la reflexión del sabio Predicador:
“¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.”(7)
‘La historia se repite’ se oye decir cuando sucede algo indeseado. Los que ven en la historia un sentido cíclico podrán decir que Salomón coincide con esa cosmovisión. Sin embargo, el rey sabio conocía a la perfección que la historia no tiene sentido en sí misma, sino el que le da el historiador secular.
Además, el constructor del primer Templo ordenado al rey David, su padre, sabía que el sentido de la historia está implícito en el Plan perfecto de Dios. Solo en él se nos revela a los seres humanos de toda época el Orden prefijado por Dios en Su propósito. Por él llegamos a entender para qué nos pasa lo que nos pasa.
Volveremos sobre esto más adelante, pero recordarlo ahora nos ayudará a saber para qué le dio Jehová la Ley a Moisés, y de qué manera operó la justicia divina en el período histórico enmarcado por los Mandamientos ordenados a Israel
(8).
Comencemos por decir que el pueblo escogido por Dios es sacado de Egipto después de cuatrocientos treinta años de esclavitud. En una epopeya sin parangón en la historia humana, los israelitas peregrinan por el desierto, noche y día ¡por cuarenta años! Entre dos y tres millones de seres humanos no hubiesen podido llegar a la tierra prometida si no hubiesen tenido un líder. Moisés no hubiese podido hacerlo sin ayuda; por eso, Dios le puso a Aarón, a Josué, a Caleb y a un consejo de ancianos para ayudarle. Aún así, ellos no hubiesen podido controlar y conducir a ese pueblo quejoso y exigente, sin contar con la Ley que es parte del propósito de Dios
(9).
Si bien resulta impensable que un Estado respetuoso de la justicia se maneje sin leyes, difícilmente se halle alguno que pueda enorgullecerse por tener un sistema legal perfecto. Simplemente, porque las leyes resultan de la discusión – algunas veces encarnizada y otras, sólo simbólica – entre políticos cuyos intereses sectoriales, partidarios y aún individuales, juegan de manera más fuerte que el interés general que ellos deben representar.
Leyendo las primeras planas o escuchando los noticieros, coincidiremos en que este hecho es repetitivo.
En cambio, la obediencia al Justo Dios y a Su ley distinguió a Israel sobre los demás reinos; lo hizo imbatible. Muchos de sus vecinos reconocían en Israel su fortaleza sobrenatural y se cuidaban de no luchar contra ellos.
En un contexto temático tan amplio, con tanto por aprender y para reflexionar, estamos obligados a elegir una línea conceptual a seguir y con la cual avanzar de manera coherente con nuestro comentario. Como esta serie trata de la relación entre los cristianos y la justicia optaré por la línea del pensamiento paulino.
La ley de Dios es justa
Decantarse por la visión del apóstol a los gentiles tiene dificultades de distinto tipo. Una de ellas, la más obvia, es de orden histórico; otra es de orden ético, puesto que su interpretación es la de alguien considerado enemigo por sus propios connacionales. Pero, también tiene ventajas: la perspectiva histórica permite análisis más ricos; el haber militado en el judaísmo ortodoxo le permitió a nuestro referente hablar con autoridad sobre sus raíces.
Saulo de Tarso,
‘circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo’ (10), así se define a sí mismo Pablo escribiendo a los filipenses.
Convertido por Jesucristo cuando iba hacia Damasco para perseguir a los cristianos, Pablo fue el instrumento escogido por el Señor para dar testimonio de la justicia divina a los gentiles. Su cambio fue tan radical que –confirmando la reflexión salomónica
(11) - consideró como vanidad de vanidades tener tan rico currículum
(12). Es más, lo consideró ‘basura’; algo a sacarse para siempre de encima con tal de conocer a Jesucristo.
La primera mención que tenemos sobre Pablo hablando de la justicia divina es en el relato de Lucas; el apóstol está en Atenas y su espíritu se enardece al ver la idolatría que reinaba en toda la ciudad; hablando a los griegos reunidos en el Areópago les predica:
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (13)
Pablo se presenta como quien predica al Dios ‘no conocido’
(14); el único que puede juzgar al mundo con autoridad. Les confronta a los atenienses con la dramática urgencia del arrepentimiento. La soberbia del pecado gobernaba su mente y corazón hasta convertirlos en los peores ignorantes: los que creen en su propia justicia.
La verdad que expresa con valentía el apóstol Pablo es que nadie de entre los vivos da la talla para librarse de la justicia divina. Esto debiera desalentar a quienes creen tener autoridad para convertirse en jueces de los demás e incluso de sí mismos. Para no dejar dudas, Pablo les advierte que hay un día fijado por el Juez cuando ejecutará Su juicio.
¡Cuán diferente es el obrar de Dios, cuando leemos cómo obran algunos jueces humanos! Nos enteramos de acuerdos espurios para procesar a chivos expiatorios y así tapar lo que todo el mundo intuye: que hay detrás de bambalinas un poderoso que es el culpable. Y cuando ya es imposible sostener la flagrante maniobra, recurren a tecnicismos procesales. De la noche a la mañana surgen ‘errores’ propios de alumnos que suspenden Derecho Procesal. Así, los verdaderos culpables son apartados de la causa ‘por falta de mérito’.
Las estratagemas que enturbian la justicia tienen mucho en común con las urdidas por los predicadores que negocian con el ‘evangelio de las ofertas’. ¡Cuán diferente es su prédica con la del apóstol Pablo!
La advertencia de Dios, sin embargo, es semejante a la que dio al mundo antiguo por medio de Noé; advertencia que da tiempo a la reflexión del pecador. Dado que la justicia divina actúa en compañía de la misericordia
(15) nos resulta harto difícil de encontrar semejanzas con los acuerdos sellados en los tribunales humanos.
La ley de Dios es un espejo
A los que gustan vivir ‘legalmente’ Pablo les describe con detalles la pecaminosa condición de los pecadores, sin excepción. Esa pintura debe ser muy desagradable a los que creen que por sus esfuerzos serán justificados; pues pasar de ella sin mirarla es propio de los que corren el riesgo de hacer de la Ley un sustituto de la fe.
Tampoco aceptan que sea el espejo en el que todo pecador puede verse tal como es:
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.” (16)
El Señor nos libre de no reconocer que la ley de Dios vino para mostrarnos nuestra imposibilidad de cumplirla. No aceptar que ella acusa y conduce al pecador hacia Aquél que es Justo y desea su reconciliación, es auto condenarse.
Mi oración, estimado lector, es que nunca olvidemos de dónde nos ha sacado el Señor. Que no dudemos jamás de Su amor y menos de Su justicia. Porque no dejamos de pecar nunca hasta llegar al día que Él ha señalado. Y, si alguno cree que no peca, hace a Dios mentiroso
(17).
Él nos libre de semejante pensamiento, nos haga humildes para reconocer nuestras faltas, arrepentirnos de nuestras injusticias, recibir su inmerecido perdón y seguir creciendo en fe. Solo así podremos vernos reflejados en un mejor espejo: el de las bienaventuranzas; las virtudes y cualidades que son propias del que teme a Dios y le sirve cada día en todo lo que piensa, siente y hace.
En la próxima seguiremos con esta sección ‘La justicia de Dios en la Ley’; hasta entonces, si el Señor lo permite.
Notas
Ilustración: tomada de: ‘Ley & Justicia’. Ver el link en 1.
1. Recomiendo leer el interesante alegato de D. Fernando Santos Urbaneja, en ‘Juristas para la Justicia’, del 27 de octubre de 2013. Link: http://fbmental.blogspot.com.es/2013/10/ley-justicia-no-toda-ley-es-justa-y-no.html
2. Ibíd. 1
3. El lector interesado puede leer el artículo original en: http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/constitucion.t7.html#a135, y desde aquí será remitido al mismo artículo ya reformado y vigente
4. El artículo 128 de la Constitución española (que no fue modificado) establece textualmente:“1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. 2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio, y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general.”Título VII. Economía y Hacienda
5. Génesis 25:26. El relato dice que Jacob tenía su mano en el talón de Esaú. En hebreo, "talón" es akev (bq[) y "mano" es yad (dy) y se representa con la letra hebrea y que se pronuncia yod y que significa "mano." Es decir que el nombre Jacob significa "mano en el talón." De hecho su nombre en el hebreo ya'akov se deriva de la raíz hebrea bqy que significa "proteger" por lo que su nombre también significa "que Dios proteja" ó "Dios ha protegido."Más en: http://www.yeshuashemi.org/Elnombredejacob.html
6. Ibíd. 32:28. El nombre Israel procede del hebreo ישראלy significa ‘el que reinará con Dios’
7. Eclesiastés 1:9-11
8. Del autor: Sería algo imposible, tan siquiera intentarlo, entrar a analizar la Ley o las leyes en estas modestas notas. Bastante trabajo tienen los juristas que dedican su vida para interpretar y explicar las leyes y hacer doctrina con ellas. La mayoría de las veces sus visiones difieren parcial o totalmente, con lo que hacen más ardua la tarea de los jueces. Conozco testimonios de lo dificultoso que resulta este tema para los que estudian Derecho en la universidad.
9. La cantidad total de israelitas que salieron de Egipto no se da en la Biblia. Los que calculan ese dato con textos bíblicos difieren entre sí y llegan a distintas cifras. Lo que afirma la Biblia es que constituían una ‘multitud’, y una ‘muchedumbre’. Nos basta con esto para este comentario. Por su parte, los juristas y expertos reconocen, aún hoy, que la legislación que emana de los Diez Mandamientos es única e incomparable. Su influencia en la legislación de muchos países del orbe es percibida de diversas maneras; más aún ahora que está en plena discusión qué hacer, y cómo hacerlo, para asegurar la sostenibilidad del planeta.
10. Filipenses 3:5
11. Eclesiastés1:2; 12:8
12. Filipenses 3:8; nótese que el término original (el griego κοπριά) es traducido aquí como ‘basura’ aunque su significado literal es ‘estiércol’; Pablo, además, aconsejó a los creyentes a no ir detrás de los dictados de la vanidad de su mente, como hacen los demás pecadores (Efesios 4:17)
13. Hechos 17:30,31
14. Ibíd. 23
15. Otros ejemplos son la intercesión de Abram por Sodoma, la de Jonás por Nínive y la de Ester por el pueblo judío
16. Romanos 1:20-32
17. 1ª Juan 1:10
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