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Noa Alarcón: La cuestión no es callarse o hablar, sino hacer o no hacer

Son los propios escritores (cristianos) los que se ponen trabas a sí mismos y se dejan llevar por una extraña vergüenza a hablar abiertamente del misterio de la fe a un público general.
MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 10 DE ENERO DE 2014 23:00 h

Noa Alarcón, escritora del equipo editorial de Ediciones Noufront y redactora jefe de Suburbios


Hoy nos vamos a Barcelona para dialogar con Noa Alarcón, escritora que forma parte del equipo editorial de Ediciones Noufront y es redactora jefe de Suburbios, revista de cultura desde una perspectiva espiritual.

Noa también colabora con una columna en Protestante Digital con excelentes artículos sobre temas diversos, entre los que destaco tres donde aborda la importancia de los libros y en los que defiende la existencia de una teoría literaria bíblica. Y lo argumenta citando al Eclesiastés: “Pero la cuestión es que intentar hacer una teoría literaria desde la nada, basándose solamente en la literatura y en uno mismo, es una actividad frustrante. Y nunca será definitivo. Entonces, ¿a qué deberíamos aferrarnos? Desde mi punto de vista, ese texto de Eclesiastés 12:9-14 que al final del libro habla de la importancia que se le debe dar a los libros me parece más que interesante. Porque esos breves versículos contienen dentro de sí todos los elementos de una teoría literaria, precisamente una formulada por un autor, que a diferencia de las demás no intentó basarse en la propia literatura, sino en algo superior: en la revelación de Dios. Lo primero que admite el autor de esta teoría es que nada perdura si no se somete primero a Dios. Después, hablamos de literatura, pero manteniendo el orden de prioridades”.

Tiene publicado un libro de cuentos, Apocalipsis Cotidianos.

Pregunta.- ¿Por qué escribe Noa Alarcón?
Respuesta.-
Cualquier escritor te dirá que escribe porque le gusta, y que escribe porque lo necesita. Luego lo difícil es averiguar por qué te gusta y por qué lo necesitas. En mi opinión, esa necesidad de contar y de escuchar historias es una cualidad universal, y una de las razones que nos hacen humanos. Los animales no tienen tiempos verbales para expresar las cosas pasadas, ni necesitan conocer las vidas de sus ancestros. Pero nosotros sí. Dios lo sabe (fue invento suyo) y por eso se reveló por medio de la Biblia, que es una enorme, épica y monumental narración del cielo y de la tierra. Sabía que así captaría nuestra atención.

P.- Como escritora qué es lo que más le preocupa cuando escribe, y luego lo lanza a los lectores, a las editoriales, a los críticos… ¿Hay un pellizco de vanidad también?
R.-
Sí, siempre hay vanidad, no se puede negar. Lo que pasa es que si esa dosis de vanidad está compensada con sentido común y una buena autoestima, no empantana lo demás.

P.- Al final, ¿quién es el mejor crítico de su obra?
R.-
Sin duda, los lectores anónimos. Como el amor cubre multitud de pecados, nuestros seres queridos lo intentan, pero no pueden ser imparciales. Pero cuando tienes que convencer a los “otros”, no hay trampa ni cartón.

P.- ¿Influye su realidad espiritual en su realidad literaria?
R.-
Inevitablemente, la realidad espiritual influye en todo lo que somos y hacemos todos los días, mucho más en el terreno de la creatividad.

P.- ¿Qué narra en su libro Apocalipsis cotidianos?
R.-
Son una serie de cuentos raros, cada uno con una historia diferente. El nexo (o al menos eso espero) es que son historias que intentan reflejar que no podemos refugiarnos en la cotidianidad para sentirnos seguros, porque lo extraordinario es demasiado común y reclama que le prestemos atención.

P.- ¿Es bueno o malo leer y escribir en demasía?
R.-
Para mí no tiene sentido lo de escribir en demasía, je, je. Tengo un hijo pequeño y un trabajo a tiempo parcial, lo de poder decir “hoy he escrito demasiado” es como ciencia-ficción para mí. Y escribir es un trabajo duro, aunque sea gratificante. No tiene nada que ver con leer.
En cambio, sí se puede leer en demasía, en mi opinión. El problema no es leer mucho, sino que eso se convierta en un muro para evadirse de lo demás. Hay épocas en las que te puedes dar el lujo de sentarte a leer durante días enteros y olvidarte de todo, pero no creo que esté bien pretender hacer de eso la rutina (por mucho que la industria editorial opine lo contrario). Hay que ocuparse del mundo exterior, de nuestras vidas, y de aquellos con quienes las compartimos. Leer es genial, pero como complemento a la realidad, no como sustituto. Creo que nos encanta eso de leer mucho (a los que somos lectores) porque aprendimos a leer de pequeños, cuando podíamos pasarnos los días leyendo sin preocupación, y leer nos lleva a esa época feliz. Recuerdo un verano de adolescente en que me leí Los pilares de la tierra en cinco días. No creo que hoy pudiera volver a hacer eso, je, je, de ninguna manera, pero no pasa nada.

P.- Según su experiencia en el ámbito editorial, ¿con qué obstáculos se enfrentan los escritores que abordan temas cristianos a la hora de publicar sus libros?
R.-
Primero habría que definir qué son temas cristianos. Hay muchos matices y no es fácil encasillarlo. A parte de eso, sinceramente, el único obstáculo son los propios prejuicios del escritor. Me explico: en el momento actual interesan muchísimo los temas que conectan con la otra realidad, lo que no es visible, lo espiritual. Eso es un tema cristiano. A veces, según he hablado con otros escritores, son los propios escritores (cristianos) los que se ponen trabas a sí mismos y se dejan llevar por una extraña vergüenza a hablar abiertamente del misterio de la fe a un público general pensando que serán vetados o ridiculizados. Mi experiencia es que no lo van a ser, y que a veces nos esforzamos por disfrazar las verdades o darle vueltas por nuestros propios temores a ciertos temas de los que se podría hablar con mucha claridad.

Portada del Libro de Apocalpisis Cotidianos, de Noa AlarcónP.- ¿Piensa que los evangélicos tenemos una necesidad apremiante de contextualizar el mensaje del evangelio para hacerlo más asequible a la cultura de nuestro tiempo?
R.-
Creo que tenemos esa necesidad porque es el Señor el que nos la impone. El mensaje del evangelio está profundamente conectado con la cultura desde siempre. Jesús explicaba las verdades espirituales hablando de pan, vino, samaritanos y fariseos, porque así lo entenderían todos. Pero en nuestra cultura evangélica aprendida no somos capaces de hacer lo mismo con patatas fritas, Coca-Cola, gitanos y curas (por poner un ejemplo). Parece que si no se explican esas verdades con palabras rebuscadas y hablando de samaritanos, serán menos santas, cuando hoy en día nadie sabe lo que es un samaritano (ni les importa). El problema, como siempre, lo vemos nosotros, pero no existe ahí fuera de la iglesia. En los tiempos de los primeros cristianos, ni a Pablo ni a Pedro, ni a ningún otro de los primeros apóstoles, se les hubiera pasado por la cabeza tener miedo a convertir en “mundano” el evangelio al contextualizarlo. Para ellos algo así no tendría sentido.

P.- ¿Cómo fomentar este maridaje desde nuestras iglesias?
R.-
Esa pregunta no tiene una respuesta fácil; yo al menos no la tengo. Hay un problema, para empezar, si hay que “convencer” o “fomentar” la vida cultural dentro de las iglesias. El mayor exponente de esa brecha son los amish, que han confundido la cultura con la espiritualidad. Porque fuera de la iglesia, de lunes a sábado, cualquier cristiano va a comprar el pan, ve la televisión, escucha la radio, se conecta a Internet, habla con sus vecinos, y en eso compartimos al cien por cien la cultura de nuestra sociedad. Claro, nosotros quizá tenemos la oportunidad de vivirla de otra manera por nuestra relación con Dios. Pero luego a veces se pretende que al llegar el domingo tenemos que entrar en otra subcultura, la del culto dentro de los muros del templo, a la que al final parece que solo los escogidos tienen acceso. Eso es un problema. Si no se erradica esa brecha cultural, sin miedo a convertirnos en mundanos (o cosas peores que se dice por ahí), fomentar el maridaje cultural es una tontería, desde mi punto de vista. Los talleres de evangelismo, las conferencias, las técnicas, todas esas cosas, no harán más que agravar la brecha, no solucionarla.

P.- Forma parte de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (ADECE). ¿Cómo, desde esta y otras plataformas, cree que es posible ampliar la divulgación del evangelio en ámbitos seculares?
R.-
Primero, siendo buenos profesionales que aman al Señor y aman a nuestros prójimos. Después, buscando servir al Señor con nuestras profesiones y por lo tanto servir a nuestros prójimos. Creo que un evangelio vivo, que se vea en la experiencia vital de aquellos que tienen la autoridad de la profesionalidad, habla por sí solo.

P.- ¿Está afectando la crisis y las nuevas tecnologías a las editoriales?
R.-
Creo que la crisis está afectando a las editoriales igual que al resto de ámbitos, no solo por la caída del comercio, sino por el obligado cambio de modelo. La industria musical vivió su propia crisis cuando surgió el mp3 y no coincidió con ninguna recesión económica. En mi opinión, las nuevas tecnologías están siendo la solución, no el problema, pero no es una solución que hayan ofrecido las grandes editoriales españolas, sino que ha sido la gente la que lo ha adoptado por su cuenta, presionando a esas grandes editoriales a cambiar el modelo que llevaba inmutable cientos de años y donde se sentían cómodos. El problema del mundo editorial no es la tecnología. En realidad, que existan libros electrónicos favorece (y mucho) a las editoriales. Lo que no quieren las editoriales, las grandes, es que se les toquen sus dividendos, ni tener que molestarse en innovar, aunque ahora ya van comprendiendo que no les queda más remedio. Un par de ejemplos: en Twitter, hasta hace bien poco, el discurso de parte de los grandes peces era intentar culpar al lector de que leer libros electrónicos acabaría con la cultura. ¡Ni más ni menos! Porque claro, si no se compran libros en papel, el sistema no se puede mantener, no se publicarán más libros y se acabará la literatura. Entonces llegaron pequeñas editoriales, con grandes catálogos, que añadieron a sus sistemas de ventas, junto al libro físico, el libro digital, y les ha ido muy bien. Las ventas en digital crecen cada año, y los datos demuestran que los que adoptan la lectura digital como una de sus alternativas leen más al cabo del año, más en digital pero también más en papel, porque no son incompatibles. Eso tiene que ser bueno sí o sí para una editorial que ofrezca a sus lectores lo que necesitan. Otro caso, el de la piratería: los datos demuestran que sacar a la vez la versión en papel y la digital en una novedad disminuye en un porcentaje impresionante el número de copias piratas de ese libro. ¿Por qué? Yo quería leerme El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss cuando salió. No tenía dinero para gastarme 25 € en su volumen, pero estaba dispuesta a gastarme 10 € en su e-book. Pero para mi sorpresa, no iban a sacar el e-book hasta casi seis meses después de haber sacado el libro en papel. Esto lo hicieron para “forzar” que los compradores se gastaran 25 € si querían leerlo. Pero lo que consiguieron fue que a los pocos días Internet se llenara de copias piratas del libro. Luego, a los muchos meses, pretendieron colarnos 20 € por una copia digital de la novela (que ya estaba al alcance de todo el mundo gratis), lo cual es una locura, un abuso y una tomadura de pelo. Y no, no vendieron mucho. Luego salían en los medios lamentándose, que si la gente no apoya la cultura, que si en España somos unos chorizos, etc. Hubiera sido todo mucho más sencillo si la editorial no hubiera puesto como prioridad llenarse los bolsillos con su contenido cultural, sino ofrecer un buen producto con honestidad.

P.- ¿Puede ser el cristiano indiferente frente a la cultura de la sociedad en la que está inmerso? Sería maravilloso volver a ver las huellas del cristianismo en todos los ámbitos de nuestra cultura…
R.-
Sea como sea, de cualquier manera, ningún cristiano es indiferente a la cultura de su sociedad. No puede serlo, porque en tal caso sería un marginado, y no lo es. Paga con la misma moneda que los demás, se sube a los mismos transportes públicos, ve la misma televisión. La cultura es algo más que los libros que leemos, los cuadros de los museos y la música clásica, es todo lo que produce la mano del hombre y que comparte con sus semejantes, tal y como le fue encomendado a Adán y Eva en Génesis, cuando Dios les dijo que cultivasen la tierra. No se trataba solamente de la agricultura. El arte no es más que un aspecto de esa cultura, uno más elevado, que busca la belleza y el asombro, por así decirlo. Así pues, el problema no es que el cristiano sea indiferente a su cultura, sino que considere que es mala, que no es digna de Dios. Así, establecen una línea divisoria artificial entre lo profano y lo divino, y creen ponerse del lado de lo divino junto a su culto dominical y sus actividades de iglesia, cuando no hay nada más lejos de la verdad. Debemos apartarnos del mal del mundo, del pecado; pero no todo lo que tiene que ver con la cultura es pecaminoso. La cultura es algo que nos otorgó Dios para poder vivir en sociedad, y por lo tanto la labor del cristiano “real” debería ser ayudar a restaurar la parte caída de la cultura.


P.- Ya sé que debemos respetar a los gobernantes… pero pregunto: ¿Debemos quedarnos callados ante situaciones de injusticia, corrupción, abuso de poder, etc.?
R.-
El Señor nos encomendó que cuidásemos de las viudas y los huérfanos, es decir, que atendiésemos las situaciones de injusticia social de una forma activa y decidida. Compartir mensajes insultantes contra los políticos en Twitter o Facebook no es luchar contra la injusticia y la corrupción. Decir lo mal que lo hacen en nuestros muros no es defender el reino de Dios. Además de eso hay que hacer algo. Creo que la cuestión no es callarse o hablar, sino hacer o no hacer. Denunciar y moverse, las dos cosas deben ir seguidas. Si la ley no favorece que los ciudadanos puedan tener más voz en las decisiones políticas más que en periodo de elecciones, denunciémoslo y busquemos el modo de sortear y forzar esa ley injusta. Si ese político investigado por corrupción no dimite de su cargo y sigue con las suyas, denunciémoslo y hagamos algo. Si no nos gusta la política que se hace en este país, denunciémoslo y participemos en política. A mí me encantaría encontrar a gente en este país guiada por el amor de Dios que quisiera meterse en política simplemente porque el Señor nos pide que busquemos su reino y su justicia (Mateo 6:33), y aquí no hay justicia. Yo me uniría encantada.


P.- Teniendo en cuenta el panorama sociolaboral de nuestro país, ¿cómo valora las perspectivas de esta generación, la mejor formada en la historia?
R.-
Una vez había un profesor en el colegio que me tenía bastante manía (queda mal decirlo, pero es verdad), y mi padre me dijo: «Tienes dos opciones, o quedarte callada o demostrarle que no tiene razón». Me esforcé, estudié más y al final me tuvo que poner la nota que me merecía, porque no quedaba otra. Con esto es lo mismo: podemos quedarnos callados y lamentarnos, o aprovechar todo lo que sabemos y buscar la oportunidad. Por supuesto que lo tenemos mucho más difícil que ninguna otra generación en la historia de este país desde hace más de cien años, pero al final somos nosotros los únicos que podemos tomar la decisión de lamentarnos, quejarnos y hacernos las víctimas o de buscar la justicia. Claro, es mucho más fácil con Jesús, la verdad.

P.- ¿Cuáles sus próximos proyectos literarios?
R.-
Estoy trabajando (lentamente y con agonía) en una novela, y no es fácil. Intento contar la historia de un hombre que se hace llamar profeta que llega a una pequeña comunidad cristiana de un pueblo diciendo que viene de parte de Dios, y aunque es un personaje muy controvertido, lo que él va a diciendo se empieza a cumplir, y todo el mundo entra en pánico.
También tengo un pequeño libro de cuentos que en los próximos meses quiero autopublicar en formato digital.

P.- ¿Dónde podemos leer su última producción literaria?
R.-
La última ultimísima, en mi blog: http://noaalarcon.blogspot.com.es/. Pero tened clemencia de mí; lo intento mantener todo lo actualizado que puedo, y casi siempre me quedo corta.

Finaliza la entrevista. Gracias, Noa, por estas aportaciones que pueden animar a los que escriben, orientar a los que leen, a los que opinan y hacen; en fin, a disfrutar y responsabilizarnos por todo lo que hay debajo del sol.
 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Joel Forster
15/01/2014
22:52 h
2
 
Genial los puntos de vista de Noa, hacen pensar!
 
Respondiendo a Joel Forster

Eli
14/01/2014
09:01 h
1
 
Muy interesante, se agradece.
 
Respondiendo a Eli

Earendil
04/06/2017
09:38 h
3
 
Gran entrevista, felicidades por las preguntas y respuestas.
 



 
 
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