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Obediencia a la fe (5)
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Más luz para la política

Las lágrimas de las viudas, los abortados, los huérfanos y hambrientos se levantan como testigos delante de Dios, y Dios tomará su causa.
REFORMA2 AUTOR Emilio Monjo Bellido 11 DE OCTUBRE DE 2013 22:00 h

Techo de la Catedral de Sevilla. / Wikimedia


La política iluminada, para verle la mediocridad a los poderosos, para descubrir la miseria de los que se creen dueños de las ilusiones del pueblo. Algún juicio debe haber hoy sobre la humanidad para que nos gobiernen los que nos gobiernan. Miremos a los malos consejeros, con las explicaciones que se dan en nuestra Reforma, desde un púlpito en la catedral de Sevilla, desde las reuniones de estudio y oración en conventos dirigidas por fieles mujeres. Quitaron esa luz por medio del fuego, pero si queremos hoy podemos alumbrar la oscuridad de los que quemaron a los nuestros, y verlos en su muerte, con sus consejos y consejeros, con su poder y sacras bendiciones desde la terrena Jerusalén.

Tanto podemos, con solo leer unos textos; y tan poco queremos ver, que no los leemos. El juicio contra los malos, los que no permanecerán en el juicio, frente a la robustez del árbol plantado por Dios.

Señalé, y vuelvo a enfatizar, la necesidad dever nuestra Historia en su justa medida. El ensayo del profesor Villacañas (¿Qué imperio?, 2008) lo he usado extensamente y lo he propuesto como modelo de investigación de una época, con todo lo que eso debería suponer para los protestantes españoles; pues se trata de estudiar la fase postrera del emperador Carlos, en su retiro de Yuste, con las incidencias de su gobierno, pero especialmente con la reflexión última con la que su alma parte al juicio eterno, al conocer el protestantismo español en sus núcleos fundamentales, y los personajes extraordinarios que lo componen. (¿Qué pensaría el emperador si apareciese por la exposición que en Valladolid recuerda el XV aniversario de la publicación de una novela sobre su tiempo, y que en una de las secciones para “descubrir” la época, llaman conventículo iluminista a lo que él sabía que era algo tan formidable, que si no se atajaba, no quedara el reino sino en manos españolas “luteranas”?)

Luz para la política de su tiempo, testimonio público contra los tiranos. Y para los de hoy. Seguramente serán las palabras de nuestro Constantino (¿nuestro?, si, de nosotros; de los otros, no; que quemaron sus restos para borrar su memoria) un más eficaz “comunicado” frente a las políticas perversas de los perversos gobernantes de nuestro tiempo. Son malos; y tienen a su derredor otros malos en los que se apoyan. No así el justo (también el político), que no anduvo en consejo de malos.

Les cito a Constantino (su Exposición del Primer Salmo de David la tenemos editada; Sevilla, 2009). Explica el texto del Salmo 1 en hebreo y dice de esos malos: “Estos impíos, o como lo digo en romance, malvados, propiamente son aquellos que tienen grande y poderosa maldad en su corazón, la cual procuran de encubrir de la mejor manera que pueden”; estos son los que tanto en palacio como en el templo, procuran que su maldad no sea aparente, tienen “consejo” de malos, que “no es cosa de la plaza, sino que tiene alguna cobertura y algún secreto”. Estos malvados, de los cuales “por nuestros pecados bien que está poblado el mundo… siempre tienen cuidado de que sus cosas vayan guiadas de tal manera que no las acabe de conocer el mundo del todo, sino que les quede a ellos algún color con que puedan disimularlas o darles excusa. ¡Cuántos de estos tales se hallarían y qué a cada paso!; ¡cuántos avarientos malvados, cuántos homicidas malvados, cuántos tiranos, cuántos jueces y oficiales de la república, cuántos de los de la iglesia, cuántos robadores, cuántos adúlteros, cuántos engañadores del mundo!” Por esoes feliz el varón que no está con ellos en todas las esferas de la sociedad, pues todas están copadas por esos impíos. Antes, ayer y hoy. “Su propiedad es consejo y engaño, y procurar en todas sus obras y palabras doblez y sentido oculto”. Estos son los que, citando el texto bíblico, “extienden su lengua como arco mentiroso, prevalecen en la tierra no siguiendo la verdad”.

Pero estos no pueden andar solos, se necesitan en el arrimo con otros semejantes; “su maña es tener compañeros y partícipes en la traición, para que más fácilmente la pueda poner en obra y gozar del fruto de ella.Nunca el malo con el malo tiene verdadera amistad, puesto que el fin de cada uno de ellos es su propio interés, no quería, si pudiese ser, tener compañeros. La necesidad es la que junta a los unos con los otros, y ésta es la que los conserva en su fingida concordia. Por la misma razón que se aman, por la misma se aborrecen [lean, lean esto varias veces, es luz para ver a los mediocres miserables que gobiernan en el mundo]. Se encubren entre sí mismos para no ser por todos descubiertos [lean, lean varias veces; esto es ética protestante, descubrir las obras de las tinieblas]. Se soportan para que los soporte el mundo. Reparten los intereses para que no venga sobre todos el daño… Larga es esta provincia que hemos tomado y mucha gente en ella habita [maestro Constantino, ¡si vieras cómo está la cosa hoy!]: sea por consejeros, sea por aconsejados. Unos dicen y otros creen, unos guían y otros siguen, unos avisan y otros consienten, unos mandan y otros son obedientes. Y de esta malaventura están llenas las casas, los estados, y los corazones de los que al juicio del mundo son más bienaventurados. ¡Cuántos son los que permanecen en las casas de los príncipes y señores del mundo y que alcanzan grandes riquezas y tiranías, no por otro respecto ni por otra razón sino porque se sirven de malos consejos, y de andar en camino del consejo de otros malos como ellos! De cuya persuasión y consentimiento salen las leyes injustas, se permiten los agravios y las injusticias, porque ellos son los consejeros de ellas y por cuyo parecer son inventadas y favorecidas. En la casa del tirano por fuerza ha de haber muchos tiranos en cuyo consejo él ande. Y son tantos los partícipes de estos malos consejos, hallan tantos que sigan su mando y parecer, y cuyo parecer ellos al mismo tiempo sigan, que está tejido y trabado el mundo de esta abominable red de malos consejeros y de malos consejos”.

Veamos; leamos estas cosas una y otra vez; pensemos; fueron predicadas en Sevilla, antes que el Señor “desatara la hora de las tinieblas” de la persecución tras los tres lustros en los que ocultó a los ojos de la mismísima Inquisición, a su Iglesia Chiquita. Además, cuidado, no piensen esos tiranos que pueden algo de sí propios; se presentan con muy buena pinta, pero su identidad son sus excrementos, los cuales el Señor les lanzará a la cara, y esa será su identidad, esa será su justicia, ése será su vestido (esto lo dice un profeta en la Biblia, contra los sacerdotes y políticos que, en común consejo contra la Ley de Dios, querían con “sus” consejos edificar el templo y la república). Las lágrimas de las viudas, los abortados, los huérfanos y hambrientos se levantan como testigos delante de Dios, y Dios tomará su causa. La “lumbre de la fe” nos lleva a ver esas cosas; míralos así.

Sigamos con Constantino. “Porque es necesario que el que da mal consejo y quiere que lo tomen, lo tome él cuando se lo dieren. Esta es la ley necesaria en la política de los malvados: que por malo que les parezca el consejo, lo consientan y lo permitan (pues consintieron y permitieron los suyos), y si no quieren que lo echen de la compañía y lo afrenten, trayéndole a la memoria lo que él suele aconsejar cuando le va algo en ello”. Parece que este discurso es premonición de la actual “globalización”. Sigo; “De manera que aunque son tiranos unos de otros, también son tiranizados unos por otros. Y prendas se tienen dadas entre sí los malos compañeros, los malos superiores y los tiranos con los malos compañeros, para que hoy por mí y mañana por ti, y que en diciendo y queriendo el uno, obedezca y quiera el otro.”.

“Este consejo de estos malvados es la fuente de los males del mundo. Y de este concierto, de cada uno pretender sus intereses y después callar la maldad del otro (porque a su tiempo calle el otro la suya), nacen y tienen origen las leyes injustas y tiránicas. Estos son los ministros de la avaricia, los inspiradores de la crueldad, los que sirven de voceros de insidias, los maestros de los vicios y de toda la destrucción del mundo. Unos toman un oficio o parte y otros sirven en otro, y algunos los toman todos”. No olvidemos que la Iglesia romana condenó a nuestro Constantino por predicar y escribir estas cosas, y quemó sus restos para borrar su memoria. No borremos la memoria de esa institución; que su sonrisa actual no nos impida ver sus manos.

Se da por hecho este sistema de podrida ética, tan de herramienta necesaria para vivir en el mundo, que se acepta que no se puede caminar por otra vía. “Si no, que alguien pruebe a no dar nunca mal consejo ni recibirlo, y verá qué sucede. ¡Desventurado mundo, cuánta mejor suerte es morir en ti que vivir con tal condición! Y es menester estar preparado para morir y ser desterrado de ti quien conoce y entiende tus leyes, pues por una parte, con cuán malo eres, conoces el mal que haces, y por otra, eres tan malo, que conociéndolo lo sufres y lo favoreces y dices que no te puedes sustentar sin ese mal. Está tan adelantado el favor del mal consejo, que si alguno va con aviso de algún bien, de algún servicio a Dios, de alguna obra de virtud, le dan con la puerta en los ojos, y lo echan por mentecato y perdido, pues emplea su memoria en tal cosa. Y si otro va con alguna nueva manera de tiranía o nuevo artificio de semejante interés, ese es admitido y premiado… Nos ha entrado esta pestilencia no solo en las casas de los reyes y grandes señores, no solo en los ayuntamientos de las ciudades y los cabildos de las iglesias, no solo en las congregaciones de personas religiosas, mas pocas casas hay tan desacompañadas y solas que el mal consejo no las revuelva… ¿Quién, veamos, hace que el prelado eclesiástico elija del estiércol de la tierra a los que ha de poner por guía y por luz, sino el mal consejo una vez dado y otra vez recibido, y la obligación que está ya hecha: que quien lo da malo, lo tome malo?”.

Sigo con Constantino. A ver si vemos algo. “La raíz del mal consejo es el mal interés. Quien asegura y trae a casa el mal interés es el mal consejo. Donde veas el uno, ten por cierto que también estará el otro. Quitadme esta mala compañía que yo me ofrezco a quitar luego la mayor parte de la fealdad y de la desvergüenza del mundo. A lo menos no andaría tan suelta y tan libre como sabemos que anda por las calles y las plazas, por las iglesias, por las religiones y por los altares de ellas. Quiero saber ¿quién sustenta compañía y liga de hombres tan abominables como muchas vemos, tan amigos y tan juntos, sino el consejo que el uno da y el otro toma? Quiero también que me digáis ¿de qué vive el letrado que tiene la puerta abierta para recibir indiferentemente cualquier pleito que le viniere, sino de dar mal consejo? ¿De dónde procede tanta vana superstición en que confían las gentes, sino de los malos consejos? ¿De dónde tan diferente persuasión, que los unos se quieren salvar por un Jesucristo, y los otros por otro, sino de malos consejos? ¿Dónde halla el avariento camino para ser avariento y para morir en ello; el caballero para ser soberbio y loco, cristiano en el nombre y en vida epicúreo; y el otro para ser vengativo, sino los malos consejos? ¿Quién engaña las intenciones simples y hace que buscando a Dios paren en casa de su enemigo, sino el hipócrita y burlador, vestido y disimulado de falsa pelleja? ¿Quién daña a vuestros hijos y les pega tan grandes vicios, sino los malos consejos de malas compañías?...”

Termino. Han sido unas migajas del primer sermón. “Este es el castigo que Dios da a los malos, y señaladamente lo da a este género de malos. En pena de aquella tan grande porfía que han tenido, de querer contentarse con la mentira y quererle dar color de verdad, y trabajar tanto para que la mentira fuese verdad, permite el Señor que vengan a réprobo sentido con que crean a la mentira y no halle asiento en ellos el conocimiento y el juicio de la verdad…” Los otros, los que en su misericordia Dios no ha dejado a sus propios consejos, colocan “todo su saber en el aviso y consejo de la Palabra de Dios”.

Este nuestroConstantino fue repudiado, injuriado, y sus restos quemados en demostración pública de la fe, de lo que creía, esa institución que porta pegada tres coronas. ¿Por qué también lo olvidaron los evangélicos? Como en otras cosas, los malos consejeros han propiciado que éstos le besen la mano (iba a poner otro lugar) de quien a los nuestros quemaron. Es hora de salir de esos malos consejos; cierto que habrá que disponerse a la soledad del camino, pero en ese camino de alegrarse en la Ley de Dios nos encontramos con gente como Constantino. Tiene sus ventajas.
 

 


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COMENTARIOS

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jrmm
20/10/2013
16:52 h
2
 
Como en otras cosas, los malos consejeros han propiciado que éstos le besen la mano (iba a poner otro lugar) de quien a los nuestros quemaron. Es hora de salir de esos malos consejos; cierto que habrá que disponerse a la soledad del camino, pero en ese camino de alegrarse en la Ley de Dios nos encontramos con gente como Constantino. Tiene sus ventajas. Maravilloso
 
Respondiendo a jrmm

Francisco Ruiz de Pablos
13/10/2013
13:33 h
1
 
Si las obras del dr. Constantino son de altura mística comparable a las de Teresa de Ávila, sus finos análisis de la mala política son de actualidad palpitante. Una vez más, la exposición del dr. Monjo Bellido es magnífica. Igualmente su apunte sobre la exposición delibesiana de Valladolid, donde por entonces circulaban 'Beatus vir' y otras obras del eminente magistral hispalense, gloria señera e iniolvidavle de nuestros reformadores autóctonos. Y lo mismo sobre la falta de rigor al calificar de iluminista (por alumbradista) a la incipiente e ilusionada comunidad luterarno-calvinista de Valladolid, Zamora, Palencia,.. de la que formaban parte incluso importantes personalidades, alto clero in
 



 
 
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