El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Si no conocemos la revolución práctica que inspiró el calvinismo tampoco nos conoceremos a nosotros mismos como pueblo ni sabremos nada de nuestros problemas históricos.
Creer que se puede cristianizar a la sociedad desde arriba es tanto un mal entendimiento neotestamentario como una ingenuidad histórica.
Según el IFOP, el 24% de los protestantes franceses son conversos. Los jóvenes acuden más a la iglesia, y los de clases socioeconómicas más bajas se identifican más como “evangélicos”.
Leupold Scharnschlager expresa que sería sencillo “demostrar que Lutero y sus parientes espirituales, al comienzo de su enseñanza defendían más el bautismo de hombres que el de infantes”.
Montemolín ha sido fiel a su deber de conservar la memoria de uno de sus más egregios vecinos: Casiodoro de Reina.
En Nicea tenemos, siempre en mi opinión, el primer gran modelo de ejercicio y composición del poder terreno, usando medios imperiales y eclesiásticos: el trono y el altar, que tanto juego ha dado.
Entre las distintas corrientes de la Reforma radical predominó la postura de que la fe no se podía imponer ni defender por la fuerza, sino lo conducente era usar la persuasión para que las personas, voluntariamente, se convirtieran al camino de Cristo.
Menospreciando lo que Dios dice sencillito en su Palabra, los sacerdotes infames han multiplicado los mandamientos y ritos de su tradición.
Los Padres fundadores lo tenían claro. Como esta república se convierta en imperio, a nosotros que nos borren.
Con John Winthrop (1588 [nació en enero, depende cómo se cuente]-1649) tenemos a un personaje formidable para estudiar, y una situación social y política digna de estudio.
El templo religioso y el palacio del poder civil tienen sus reliquias que los unen. Nosotros tenemos la cruz de la victoria sobre la muerte, y no es una reliquia.
Nos han puesto en bandeja, de plata, artística y sacra, la ocasión para trabajar y dar a conocer a nuestro Redentor y las circunstancias de sus redimidos.
Junto a la publicidad imperial también tenemos el buen trabajo, sin publicidad y medios de los medios, de gente en la universidad, en la investigación, etc., que proporcionan valiosos frutos.
Los que estamos en él lo estamos desde la eternidad. Nadie puede ponerse ahí su nombre, ni quitarse cuando está puesto.
La perspectiva plural con que hoy se abordan los movimientos eclesiales reformistas permite valorar mejor el enorme conjunto de movimientos espirituales que se desplegaron por toda Europa y que hoy se engloban bajo el membrete de “anabautismo”.
Saber a Jesús Mesías crucificado es conocer y predicar todo el consejo de Dios, pero sólo su consejo, no el nuestro.
La vieja alianza, con sus leyes, santuario, sacerdocio, etc., ha quedado clausurada por la Nueva.
La predicación del Evangelio implica necesariamente el anuncio de la clausura del código legal levítico.
Ahora, cumplida la Promesa, en la obra y persona del Redentor, no tenemos templo o santuario terrenal. No existen sitios sagrados.
La adoración, lo mismo que la Palabra, el perdón, es nueva cada momento. Siempre brote fresco, y eso viene de Dios, que con el Primogénito nos lleva a su casa.
Si buscamos la referencia final de la gloria en el ser humano, recorreremos todas las sendas de la frustración de Eclesiastés.
La ocasión del Senado ha sido modelo de la confusión entre acción política y doctrina religiosa. Ambas mezcladas como una “verdad”.
La Iglesia tiene una historia de paso, pero su existencia no está en esas pisadas, porque existimos en el futuro.
La presencia de reliquias es la negación del sacrificio de Cristo celebrado en la santa cena.
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