Mi querido Manolo, hoy me sangra el alma recordando el modo, la manera y la edad prematura en la que el Señor te llevó a Su presencia.
Y lloro, porque no puedo parar de llorar y te quiero, porque no puedo dejar de hacerlo.
Todavía recuerdo el día en el que te conocí, éramos….año arriba, año abajo, casi podríamos decir que fuimos juntos a la mili; aunque ninguno de los dos la hicimos, yo por ser mujer y tú por la Ictiosis, maldita enfermedad que marcó tu vida desde el momento en el que tus ojos vieron la luz, cuando saliste del vientre de tu madre.
No puedo olvidar aquella tarde cuando te vi por primera vez, en aquel ensayo del coro de niños para la fiestecilla de Navidad. En aquellos tiempos, los tratamientos para tu enfermedad no eran tan efectivos como en la actualidad y las huellas que ella producían en tu cuerpecito de niño eran demasiado evidentes y dolorosos; aún así, tu carácter era tan especial, tan alegre, tan dinámico, tan bonito, que hacías que todos los que te rodeábamos te quisiéramos de forma irresistible, no lo podíamos evitar; sobre todo yo, que siempre sentí una atracción profunda por todos aquellos que sufrían.
Fueron pasando los años, fuimos creciendo juntos y, cualquier otro quizá se hubiera rebelado contra el Señor. Tú, en cambio, decidiste aceptar tu realidad, y seguir al Dios de tus padres y……. tirar millas.
Eras tan especial, que te hacías con todo el mundo, donde estabas tú estaba la alegría a pesar del dolor físico y moral que pudieras llevar por dentro.
Nuestra casa siempre fue un lugar muy especial para ti, cuántos ratos todos juntos disfrutando de la mejor comunión cristiana!!, cuántas risas!!, cuántos recuerdos!!.....
Cada miembro de una iglesia tiene su función y tú no eras menos. No sólo eras un ejemplo para todos nosotros de fe, de entereza, de aceptación de los designios del Señor para nuestras vidas y tantas otras cosas más, sino que eras el mejor organizador para cualquier fiesta sana. Quién va a organizar ahora las laconadas gallegas en la época de Carnaval para aquella “antigua juventud” o aquellas cenitas de verano, cuando nos reencontrábamos toda aquella “vieja guardia”?? . si!!, ya sé que nadie es imprescindible; pero ni sabes cuánto te vamos a echar de menos!….ni te lo imaginas…..
Pero el Señor te dijo: ven!!, te quiero junto a mí, ven más allá de las estrellas!!....y en una fría mañana de primavera, simplemente te llevó con Él.
Dejaste a una madre destrozada, cuánto luchó por sacarte adelante!!, a una familia hecha pedazos y a unos amigos y a una iglesia que jamás se olvidarán de ti.
Ahora, mi querido Manolo, tu piel es suave y delicada como la de un bebé, tus agresivos tratamientos ya no te harán más daño, tus dolores ya se han acabado y, sabes algo?.......me das una sincera y sana envidia. Me gustaría pasear contigo junto al Padre por las orillas del Río de la vida , del Árbol, de las calles de oro, de las puertas de perlas…….mucho más allá de las nubes, de las estrellas, de Orión, de Andrómeda y de cada una de las constelaciones; aunque sé muy bien que el Señor tiene la hora de cada uno marcada y nadie la puede mover ni un ápice.
Gracias Manolo!, gracias por tu vida, tu fe, tu ejemplo……. Y yo tengo el valor de quejarme de cualquier nimiedad?......Te bendigo y quiero que sepas que los años compartidos junto a ti me han bendecido más de lo que jamás te podrás imaginar.
Descansa, querido, descansa entre los brazos amorosos, y dulces del Padre y espérame ahí, vale??? Para que cuando el Señor me lleve con Él te pueda volver a abrazar ya sin penas ni dolores, seguros y salvos por la perfecta obra de Cristo a nuestro favor.
Te quiere…….
Bea.
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