Crearon documentos falsos para apropiarse de unas tierras y sus gentes, a mayor gloria del papado, y se lo creyeron muchos. Crearon una imagen de unidad, a mayor gloria del papado, tan falsa como los documentos; y se la creyeron muchos. Estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error; huyendo de la verdad, quemados por solo oírla.
Esa imagen de unidad se basa en la falsa donación de Pedro. Primero, le colocaron en propiedad unas atribuciones y señorío que nunca había recibido de su Señor; luego fabricaron una doctrina en la que, como verdad en la que se basa precisamente la unidad, Pedro habría donado su ministerio a la iglesia Romana para que sus obispos siguieran como si fuese él mismo. De hecho así lo atestiguan los engañados, que ofrecen a “Pedro” lo que dan al papado.
Huyendo de la verdad que les quemaba, cayeron en brazos del error, de cuyo matrimonio de conveniencia engendraron reyes y sacerdotes al servicio de su dios y amo, quien les proporcionó miles de vasallos y súbditos, hasta hoy.
En esta pintura (anónima) se ofrece el momento de la aprobación de la Compañía de Jesús; serán los más eficaces defensores de la triple corona del papado. Especialmente cuando el movimiento de Reforma está “rompiendo la unidad”, es decir, que está quebrando la tiara.
Se ha producido un desarrollo del engaño; cada vez se refuerza más en su naturaleza. Con la falsa fuente de unidad (la presencia en la iglesia Romana de Pedro “transustanciado” en cada uno de sus papas), se tiene que conservar esa “verdad” a toda costa. Con el agravante de que se ha vendido la indulgencia universal para ser engañados sin que duela o se note, para aceptar que no importa la corrupción o supercherías que se den en el papado, pues al final tiene que conservarse si se quiere que la cristiandad posea unidad y verdad.
El papa del cuadro es Alejandro Farnesio (Paulo III, 1534-49). Su hermana Julia era la amante favorita de Rodrigo de Borja (o Borgia, pongan Orgía y aciertan), el papa Alejandro VI, que lo hizo cardenal. Este Borgia, cuando solo era cardenal, colaboró con las traiciones políticas de Sixto IV (1471-84, pongo la fecha de su reinado porque éste es el de la Inquisición española); otro papa modélico en cuanto a promover a la familia. Nombró cardenales a todos los que pudo. También eliminó los aires renovadores del Concilio de Constanza (con el que terminó la división papal del Cisma).
Estos papas
tienen en común su unidad en contra de cualquier libertad política o religiosa que les suponga perder sus intereses. Y esos intereses ciertamente no eran pocos. El sucesor de Paulo III (no logró serlo su nieto, aunque lo intentó) adoptó a un chaval de unos 13 años, cuando cumplió 17, sin letras ni santidad, lo nombró abad de tal cantidad de abadías, con sus remuneraciones, que se convirtió en uno de los tipos más ricos de Italia.
Una pregunta a los embaucados por los embaucadores embudócratas, ¿qué dirían si Lutero o Calvino hubieran obrado con la depravación de decenas de papas? No se trata de oponer “bondades” humanas, que no las hay, pero sí de no ocultar la vista con un velo mágico, y no ver la naturaleza de eso que han fabricado. Con la tiara y el embudo podrán pretender contrarrestar los aires de libertad, así lo hicieron en su día con la Reforma, pero hoy es un día nuevo de Reforma.
Este papa es el modelo de la Contrarreforma, el de la “unidad” de Trento; convocó el concilio en 1545, previa promesa al emperador de unos buenos miles de ducados y soldados para que no firmara tratados con los protestantes. Este mismo papa es el de la fundación de la Inquisición Romana (la que todavía dura) en 1542. Puso también el guión para el índice de libros prohibidos. A su astrólogo de cabecera, Luca Gauricio, lo hizo obispo. Y en 1540 aprobó la organización de Ignacio.
El papa de la Contrarreforma y sustento de la tiara, tuvo 4 hijos. Como todos, gran defensor de la familia, la suya. Sus vasallos se le enfrentaron al quitarles parte de sus propiedades para darlas a sus hijos. Uno de ellos, Pedro Luis (1503-1547), de reconocida crueldad y perversión, que había participado como mercenario en el saqueo de Roma (1527), fue nombrado por su padre, en cuanto lo hicieron papa, capitán general de la Iglesia. Cómo serían sus corrupciones que hasta el ámbito aristocrático se le enfrentó; lo mataron y colgaron el cuerpo en su palacio.
A dos de sus nietos los hizo cardenales con 14 y 15 años. Uno era Alejandro, el que le acompaña en el cuadro. Este Alejandro aparece en un cuadro de Tiziano sin soltar la silla del abuelo; al final no la consiguió. Fue, sin embargo, bastante poderoso en las filas de la Contrarreforma. A su hija reconocida, la casó bien; siempre el papado en defensa de la familia, ya lo hemos dicho, la familia “tradicional” del papado, que desde luego nada tiene que ver con la honrosa y santa de la Biblia.
Este es el papado que defenderá ciegamente Ignacio. Este es el papado unido; unido contra la libertad.
Ante la situación de opresión y robo de la mismísima condición de criaturas del Creador, se levantan voces diversas de reforma.
Llega el momento de resaltar que es necesario reconocer a la Escritura como única autoridad. Somos pecadores, pero es necesario atender a esos textos para guiar la política, la religión, la vida en todas sus parcelas. Eso es la Reforma. Luego se estropea, vale; pero ya ha aparecido.
¿Y el papado? Pues en lucha contra esa posición. Que no ten vendan bulas ni te venden los ojos; la unidad del papado con Pedro es un bulo. Seducirán a muchos y el camino de la verdad será blasfemado. Que se lleven a la cama a cuantas federaciones luteranas, reformadas, o como se quieran llamar; esa cama del papado está ya documentada en sus ocupaciones durante siglos. No es un honroso tálamo.
Paro aquí. La semana que viene, d. v., seguimos con Ignacio.
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