Unas pinceladas para acabar con el cuadro. Desde el inicio del siglo VI hasta la donación de Pepino (o Pipino). No pongo aquí datos históricos que no se acepten en cualquier mesa de historia; son comunes y reconocidos. Otra cosa es la interpretación, pero los datos están ahí.
Es verdad que durante siglos se presentó una historia falseada, pero ya hace bastante tiempo que la cosa ha quedado al descubierto; es de dominio público. Y eso es lo relevante, que con esas evidencias, se siga intentando pintar la gangrena para que aparezca como carne rosada y vital. No solo lo intentan desde la propia entidad, para procurar que aguante un poco más en el árbol y no se caiga por la descomposición y se salgan todas las tripas, sino que otros ya afectados por el proceso en otras iglesias están a ver si pueden justificar un poco su apoyo y no quedar con sus vergüenzas al descubierto por la evidencia del olor insoportable, ayudando a recubrir con yeso (o lodo suelto, que dice la Biblia) y pintar encima un color agradable. Bienvenido para ellos el nuevo papa; pinta bien.
Con la evidencia de los datos históricos que muestran las corrupciones de la cristiandad, luego resumidas en el papado, se hacen tres cosas. Una, por los enemigos de la cruz; mostrando esas corrupciones (que son reales), justifican su rechazo de Cristo y su Evangelio. No vale; Cristo no es corrupto. Si no lo quieren, que lo digan. Realmente están en el mismo barco con los corruptores del Evangelio.
Otra, la de los súbditos vaticanos. Ante la evidencia, remiendo. Olvidar lo que se pueda, no meterse en averiguaciones: aquello de la ignorancia como virtud, tan caro al romanismo. Y ante lo que es imposible ocultar de la vista, pues doctores tiene la iglesia para zurcir lo que haga falta. Si en un momento dado pinta muy mal el que se vean dos o tres papas tirándose excomuniones a la cabeza, cada uno con su propio colegio cardenalicio, con sus reyes cristianísimos apoyando a unos contra otros; que eso es Historia, y no anécdota de una tarde de taberna, no, con todos sus juristas, sus teólogos, en un proceso de un buen puñado de años: pues que te zurzan Historia.
Y otra, las de los que reconocen el mal, pero no eliminan sus raíces. Los protestantes; en muchos casos integraron la gangrena que repudiaban en el papado. Sumisión a intereses económicos y políticos; sacramentalismo; iglesia como espacio de jerarquía y rituales; y otras cosas más. Sin excluir la gangrena de miserables pastores que dañaron al rebaño, antes y ahora. Los viejo-católicos; en contra de lo que para ellos suponía el Vaticano I, con su papa como autoridad absoluta. Pensaban que eso destruiría a la iglesia. Pero conservaban una “iglesia” que era (en mi opinión, claro) la mismísima pieza gangrenada de donde había salido ese papado. Precisamente querían impedir que saliera el bulto, pero conservando el foco de infección.
Y también estamos los redimidos, los comensales con el Señor, comemos su cuerpo, somos uno con él. Otros han fabricado otro cuerpo, y lo comen. Es gangrena, podredumbre. Otro cristo, otro evangelio: cuerpos muertos. Sacerdotes que comen la obra de sus manos. Están en toda la cristiandad, en todas las iglesias. Envenenan, corrompen. Practican unos un ecumenismo de gangrena, tienen comunión en un cuerpo agusanado. Otros practicamos un ecumenismo de vida, en una sola mesa, con todos los adquiridos por el Señor. Una Iglesia, santa, sin mancha, sin arruga, ni cosa de qué avergonzarse. En la carne de nuestro Redentor. Mirándole, nadie mira a otro por encima; todos en el suelo, a rastras, mendigos; nadie besa anillos, ni pies de jerarcas; en esa mesa no los dejan entrar, se quedan fuera; allí fuera conspiran, fabrican otra mesa, imitan; tienen su culto, sus reliquias, sus iglesias, son de otro, del anticristo. Cristo se hizo carne por nosotros. Nuestra carne, carne viva por la experiencia de nuestra rebelión. Se hizo gangrena; pero la muerte no fue su final. El Espíritu le preparó cuerpo. En su cuerpo de carne ahora tenemos el Lugar Santísimo; ahí estamos, ahí vivimos, cada instante.
El diablo también preparó cuerpo al suplantador. Repudia lo que es, corrupción y muerte; se maquilla, arregla su historial; quiere una Historia a su imagen y semejanza. Tiene muchas manos que la escriben. Y ofrece a sus vicarios fabricar cristos que sean santos, que santifiquen por la obra de sus manos: los consagran, los ofrecen, los adoran. Pero los que no tienen al Cristo, siguen en la gangrena; hostia agusanada, por muy bien que la conserven, por mucho que la pinten. Ay de la iglesia que predica una hostia (=sacrificio, ofrenda) gangrenada, el sacrificio de los demonios. El que no conoció pecado, por nosotros fue hecho pecado, para que ahora nosotros seamos hechos justicia de Dios en él. Ese es nuestro pueblo, nuestra mesa. También el demonio, que no conoció justicia se hizo justicia para su pueblo, y así su pueblo es hecho pecado para él. Se ofrece a los suyos como “redentor” para librarlos de la esclavitud de Dios. En la ocasión de la hora de las tinieblas, su cena, su comunión, su pacto del Edén, su hombre viejo, creado en la injusticia, la mentira y la impiedad. Toma, Judas, come, esto no es mi cuerpo, es tu parte: la hostia del demonio; tu padre la acaba de consagrar en esta mesa, usa mi nombre, pero es suya. Con ella compra y vende; ya sabes que te compraron y me vendiste, ésta será la pieza mayor en el tesoro de su iglesia, allí donde meten los méritos de los santos y el de mi cruz: siempre comprando y vendiendo, con pesa y medida falsa; y después del bocado, Satanás entró en él. Transustanciación. Hombre viejo que se renueva cada día, por medio de sacramentos, reliquias, obras meritorias; que reafirma su servidumbre con la nueva evangelización, ese evangelio, esa noticia (no pondré buena ni entre comillas) que escuchó Eva y la transmitió a Adán. Cristo nos dio su paz; el demonio a los suyos les da la suya. La de Cristo, desde la eternidad hasta la eternidad; la del diablo, urbi et orbe, terrena, de fabricación humana. (Esto ha salido de un tirón, sobre la marcha, no lo pensaba poner, pero lo dejo así.)
Un hecho evidente, documentado, reconocido. Está ahí, pero cómo interpretarlo seguro que varía. El papa Honorio (625-638). Es un ejemplo de cómo se ajusta y arregla la Historia. Tras su muerte fue excomulgado por hereje. En sínodo local (649), aunque no mencionaron el nombre, y por el tercer concilio (que se considera ecuménico) de Constantinopla (680), confirmada la excomunión por los dos concilios siguientes de Nicea (787) y de nuevo Constantinopla (869). Este papa de la antigua Roma fue acusado de sostener y promocionar herejías destructoras (en este caso, el monotelismo), por ello el concilio y el emperador en su decreto de aplicación del mismo, dispone que “sea expulsado de la Santa Iglesia de Dios”. El papado durante un tiempo no ocultó este episodio, pues no entendía eso de la infalibilidad en los extremos que más tarde lo propone el Vaticano. La referencia se incluyó en el Breviario (para el 28 de junio), pero con la Reforma y luego con todo el revuelo del Vaticano I, la quitaron. Este es el dato histórico, ahora interprétese. Han intentado por todos los medios zurcir el jirón, pero el costurón se ve.
Se trata de observar lo mejor posible la Historia completa, y dentro de ella, al papado. En esa Historia aparece la antigua Roma en situación de debilidad.
Esa debilidad política resulta en fortalecimiento del trono papal. Todo bajo la autoridad de Oriente. Es Constantinopla la que manda. Incluso los concilios son de esa área. La ortodoxia “romana” la dicta la ortodoxia “griega”; la teología de los concilios ecuménicos se dice en griego, luego se traduce al latín.
El imperio romano de Occidente se cae a trozos, hasta que oficialmente desaparece. Se incorpora lo que se llama el reino ostrogodo (483-537), y el papado queda bajo su tutela, siempre con un ojo puesto en Bizancio. Se desarrolla, crece, incluso con un poder tan apetecible como para comprarlo (se tuvo que crear ley para impedir la simonía), pero no deja de ser un “papado ostrogodo”, que depende de ese poder.
Los poderes opuestos entre los godos y Bizancio terminan cuando Justiniano I conquista Roma. Así empieza el “papado bizantino” (537-752). Ha cambiado de señor, el cual de inmediato quitó al papa que pusieron los godos y lo reemplaza por el suyo, Vigilio (537-55). Es el del papa un trono que se va fortaleciendo cada vez más, pero no deja de ser un trono que depende de la mano del emperador, que dispone quién se sienta. El emperador es la autoridad final sobre la “consagración” papal.
Cada patriarcado debía disponer de un delegado ante el trono imperial en Bizancio. Como otro patriarcado, Roma tiene que colocar al suyo. Ejemplo de cómo se interpretan los mismos hechos históricos. Estos delegados, los
apocrisiarios, para el papado hoy eran delegados plenipotenciarios, unos
nuncios con todos sus honores. El hecho está ahí. Realmente eran unos servidores del emperador. Tenían que vivir en Constantinopla, conocer bien las leyes e intereses del emperador, y transmitir las órdenes al papa (o a los otros patriarcados, en su caso). Así. El papa no podía salirse de esa línea de obediencia, si lo hacía, se le quitaba la silla. Precisamente de estos apocrisiarios luego tenemos varios papas, algunos muy notables. Ya estaban enseñados. Lo era el primero, Vigilio, que instaló Justiniano, y su sucesor, Pelagio (556-61), lo era Gregorio I (590-604) y sus dos sucesores.
Que el papado crece y se fortalece en poder y sabiduría de Bizancio, sí; pero porque al emperador le interesa un siervo en Roma que sea fuerte para cumplir sus órdenes. Bien comido y bebido, con ropas de honor, pero siervo del emperador. Las llaves de ese papado las tienen en Bizancio. Pero el siervo ha ido jugando sus propias cartas. Ha ampliado su autoridad. En cuanto Bizancio de síntomas de debilidad, procurará tornar las cosas; ahora será el papado el que ponga emperadores. No es fácil. El rencor es de siglos, siglos de papado griego. Al final, separación. Hasta hoy.
Se acerca la hora. Durante el dominio ostrogodo se había producido un hecho que fue semillero para el futuro. Clodoveo, rey de los francos, por promesa en el campo de batalla (la ganó, claro), se bautizó (496). Le siguieron otros de los llamados reyes “bárbaros”. Esto suponía un “vasallaje” peculiar ante el trono papal; era “espiritual”, de momento sin pasar de ahí, que el tiempo no está para complicaciones, pero es un vasallo espiritual con espada y poder político. Bizancio sigue allí, dejemos esto aquí, por ahora. Pero ya tiene Roma un Hijo, su Primogénito, en Francia, y es rey. En la tradición de estos pueblos siempre hubo la sumisión de sus reyes a los dictados de sus augures y sacerdotes, su “conversión” al cristianismo no les había cambiado, y siguieron dependiendo de sus sacerdotes, que ahora están en Roma. El sumo pontífice romano se sustenta en los hombros de la tradición pagana de sus vasallos. El cristianismo católico de Cristo es otra cosa.
En el siglo VIII, el papado rodeado de peligros, entre ellos el avance islámico (que al principio le favoreció al eliminar las poderosas iglesias africanas) y la inminente invasión lombarda, pone su mirada en los que pueden sostenerle el trono, donde están sus hijos “Primogénitos”. Pepino necesita él mismo consolidar su trono que ha usurpado, y ve en el papado la solución. La compra-venta de siempre.
Cruzó los Alpes y, tras vencer a los lombardos, ofreció al papa las ciudades y territorios que había conquistado. Esto, en el 755 (puede valer también el 756), ya no era una falsa donación. Se ha consumado el proceso; fumata blanca, hay papado, el papa rey, la tiara, los Estados Pontificios.
Luego su padre, Carlomagno, otra vez en defensa de Roma frente a los lombardos, ratificó y extendió esos dominios terrenos para el papado. En unos años el Sacro Imperio Romano Germánico. La Historia.
La Historia, la luz sobre los hechos, los hechos a la luz. Túsculo, condado; familia Crescenzi, o Crescendii, busquen, seguro que están por internet. El pornopado. Teodora y Marocia, el trono papal en sus camas. Traiciones, asesinatos, sobornos. Qué quieren; ahora el papado es también un reino en medio de Italia; esos territorios le han sido donados al papa por derecho de conquista, pero tienen su historia, sus señores, sus familias. Esas familias ocuparán el trono papal. Alguna por influencia; allí pondrán a sus hijos o amantes; otras a lo bestia: entre 1012 y 1048 los tres papas eran los propios condes de Túsculo. Toma, come, esta es tu parte.
Y la próxima semana, d. v., vemos esta cuestión en la Reforma, para encontrarnos con Ignacio en la siguiente. De eso se trataba en el inicio de estas reflexiones, de un papado jesuita.
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