La verdad es que a este aprendiz de escribidor, al igual que una revista que en sus primeras páginas anuncia que “tienen otras portadas”, también se me ocurren diversos títulos para este “Desde el Corazón”.
Uno de ellos “Tontos de capirote” pues me parece de tontos pensar que suprimir, y viene de una Consejera de Educación, las definiciones de “Vacaciones de Navidad” y las de “Semana Santa por “Vacaciones de Invierno” y “Vacaciones de Segundo Trimestre” ni es progresismo, ni modernidad ni apoyo a la Educación.
Y aunque yo, como el noble pueblo Evangélico, estas fiestas las celebramos en su valor teológico y pedagógico, ni un ápice por el festivalero, pensamos que es de tontos querer suprimir el valor de la tradición que para millones de españoles tienen tales celebraciones, por medio de unos decretillos. Estas actitudes de querer ridiculizar todo lo que tiene sentimientos cristianos, es evidencia de ignorancia y de un laicismo fundamentalista, que se ha convertido en una religión de fieles devotos y trogloditas.
Más educado hubiera sido suprimir las “becas” a los estudiantes que se indignan ante una Ley de Educación que aún no está aprobada, y que en sus “tuits” dentro de 19 caracteres escriben con tres faltas de ortografía: “va ha hacer”; “aprovando” por “aprobando” una ley “retrocesora” (que no existe ni en el diccionario) porque además de significar ahorro, sería una buena provocación a considerar seriamente el estudio y la sabiduría.
“Desde el Corazón”, en lugar de suprimir legados de cultura, sería más eficaz regresar a la Teología, sí, he dicho Teología, que es mucho más que la disciplina que estudia el reino de los dogmas, es invitación a amar la sabiduría, la filosofía, investigación que se ocupa de plantear respuestas a los interrogantes que surgen de la comprensión de la existencia, y al tiempo, añade nuevas preguntas, que el Artífice de la creatura responde como nadie.
La Teología crea la verdadera ciencia que surge de las preguntas que nos hacemos sobre el ser y sobre la vida, sobre su origen, sobre su sentido, sobre su utilidad, sobre su estructura en el universo o sobre su finalidad. “Filosofía” significa “amor por la sabiduría” y los textos sagrados están llenos de lecciones y recomendaciones, hasta el punto de sugerir, que “atemos la sabiduría a nuestro cuello y no nos desprendamos de ella”.
Si educadores y políticos no olvidaran este detalle, además de no entretenerse en veleidades descacharrantes, comprobarían que los alumnos ven tales disciplinas mucho más que la ciencia de los números y de los cálculos. Son la ciencia del misterio del tiempo, del vivir y de su medida.
En una época dominada por la tecnología pura y dura, y la –no pura- política, por lo concreto y lo tangible, donde parece que ya no hay lugar para el pensamiento, la meditación y la admiración del mundo y de la vida, está surgiendo en muchos foros, de nuevo, el amor por la Teología y la sabia filosofía. Y aunque hayan creídos progresistas, siempre resurgirá el arte de pensar e imponerse en los currículos académicos.
Considerar la Teología es como estudiar las cuestiones esenciales sobre la vida y sus misterios; sobre la precariedad del ser, sobre la sabiduría que enriquece el ser interior y el conocimiento, como la ciencia de las ciencias, porque atañe a la conciencia que tenemos de nosotros mismos, a nuestro ser global y al análisis que hacemos del mundo, revelando las facetas más positivas de nuestro tiempo; de nuestro mundo que no se conforma con el análisis químico y empírico de la materia, sino que quie-re alcanzar el estudio de las ideas y del pensamiento.
No es de extrañar que grandes científicos fueran también excelentes teólogos. En la investigación no es posible separar el mundo tangible y material de la re-flexión inherente que sobre ella necesita el ser humano. Y esa sabiduría no es algo que puedan darnos los ordenadores, las máquinas o las redes de información. Nace en el espíritu y por el Espíritu Creador y en la razón. Porque la sabiduría, según la Teología, no es sólo conocimiento: es también experiencia, emoción y sentimiento con un respeto de la divinidad.
Si la Teología se afianza, crece también la ética y aumenta el respeto por la vida, por el ser humano. Ésta, está íntimamente ligada a la cultura; no en vano los protestantes decimos que “vamos al culto” a cultivar el alma, la tierra del espíritu, es mucho más que la adquisición de ciertos conocimientos religiosos o la práctica de ciertas fiestas; es la reflexión clara y profunda sobre la vida y la muerte, la ética y la humanidad, y una contemplación admirada y protectora de la creación, y ello con los valores de la fe y el temblor de la divinidad.
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