Cuando leemos el Nuevo Testamento nos encontramos con las iglesias en situaciones desiguales, pero con el dato común de estar en dificultades.
El aviso de Pablo de que de entre las iglesias mismas se levantarían perversos que con sus enseñanzas destruirían el rebaño, es algo aplicable en general a todas las congregaciones. Recuérdese al tal Diótrefes, a Himeneo y Fileto, a los falsos apóstoles, etc.
En Apocalipsis, colocando su fecha de composición en la parte final, vemos a iglesias con situaciones muy complicadas, y ellas ni se enteran. Algunas, por ejemplo, mantenían dentro a los que tenían la doctrina de los nicolaítas, que el Señor aborrece, pero ellos ni se daban cuenta. Igual que hoy.
A pesar de todo, el Señor conserva a su Iglesia. Eso sí, avisándole de su poder para preservarla, y del cuidado que deben tener para rechazar lo que les pervierta. Solo sabemos esto, con lo que tenemos una figura de muchos problemas y dificultades, y no sabemos nada más de cómo eran o vivían. Con lo que sabemos, sin embargo, tenemos para nuestra defensa y edificación, para nuestra preservación, pues con esa Palabra nos guarda el Espíritu de nuestro Dios.
Tampoco conocemos cómo fue el tiempo inmediato siguiente. Cuando aparecen algunos escritos o personajes concretos, muestran cómo estaba la cosa en su caso específico, pero nada más. Y encima, los datos no son muy claros. Junto a algunas cosas más serias, nos topamos con muchas historietas y fábulas para favorecer alguna posición particular; son las llamadas obras de literatura “con propósito”. (Se puede tener una lectura de las mismas en los 10 vol. de la
Ante-Nicene Library.)
“Apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”. Lo que vemos es ruinoso, muy ruinoso. (Creo que así edifica su Iglesia el Señor, en las ruinas.) Se han implantado formas litúrgicas ajenas a la Biblia. Se está llenando todo de fábulas, a las que llaman enseñanzas conforme a la Verdad, o conforme a algún apóstol. Conocemos discusiones notables sobre la fecha en la que debe celebrarse la Pascua. Los obispos se empiezan a considerar ministerio superior a los presbíteros, con rango ya de jerarquía. Una ruina.
Ignacio es uno los promotores de esta enseñanza. Ante cosas así, ¿qué debemos hacer? Creo que, como cristianos libres con la libertad que nos ha dado el Señor, pues decir lo que se le comunica a alguna iglesia: Tienes una doctrina que el Señor aborrece, quítala; porque si no, no podrás mantenerte. Eso podríamos decir a los “Padres” en muchas de sus enseñanzas; a Policarpo, a Papías, a Ignacio, etc., lo mismo que pasa hoy.
Con las persecuciones, que algunos ponen como un remedio contra las perversiones, tenemos todo lo contrario: es un espacio óptimo para las desviaciones. Al principio se dan persecuciones contra los cristianos en ámbitos locales. Luego se proclaman las generales para todo el Imperio, con Decio (249-51), o Valeriano (257-58). En ellas tenemos a gente fieles que mueren como testigos de la Verdad, y más de un supersticioso que incluso la buscaba como medio de salvación. Además, los que tenían errores graves en doctrina eran puestos junto a los otros, al final, si uno equivocado muere mártir con su equivocación, eso se propaga.
La iglesia cristiana católica (que es el nombre que doy a nuestra iglesia en este periodo), con las persecuciones no se limpió de nada, se llenó de muchas supersticiones y desviaciones; y los errores se fortalecieron: jerarquía, ritos, reliquias, tumbas sagradas, etc.
Precisamente con la persecución final de Diocleciano (303-311), tras el edicto de tolerancia de Galieno, las formas cristianas están ya llenas de supersticiones, en muchos casos copiadas de la misma sociedad que les rodea. Es una iglesia perseguida por el Imperio, pero es una iglesia paganizada en muchos espacios. La persecución fortalece a los creyentes, y a los falsos cristianos que ya están dentro de las iglesias.
Después del otro edicto de tolerancia de Galerio y Licinio (311) llegará el golpe importante contra la vida de la iglesia cristiana católica: el edicto de Milán (313) con la libertad de cultos. Realmente es una jugada de Constantino, personaje cruel y tiránico, que sabe usar la cuestión religiosa para sostener su futuro trono. Todo el ceremonial enfocado a realzar la divinización del emperador, que formalizó Diocleciano, lo tomó Constantino en su gobierno como monarca absoluto (314-26), siempre Sumo Pontífice.
Un corrupto monarca absoluto con una forma corrompida de cristianismo en alianza de sostenimiento mutuo. Ayudó a construir y fortalecer los edificios propios de un cristianismo pervertido: sus basílicas, sus jerarquías, sus supersticiones; ese mismo cristianismo ayudó a sostener su tiranía. Es conveniente un cristianismo uniforme, sin libertades locales. Se convoca un concilio para establecer una regla de fe. Algo que no está mal por sí mismo, pero que es una muestra de la miseria del momento. Con la filosofía pagana se formula la Verdad cristiana. Una ruina. Un camino de perversión, miseria y muerte. Hasta hoy. Tengo que recordar el buen hacer de nuestros reformadores (Casiodoro de Reina o Antonio del Corro, por ejemplo), que no quieren, aunque reconozcan que puede ser útil en algún caso, confesar la fe bíblica secuestrada en fórmulas de la filosofía pagana. Enseñan sobre la naturaleza de Dios, la persona de Cristo y del Espíritu, con la Palabra. No necesitamos más, ni menos. En Nicea (325) tenemos, pues, cosas aprovechables; otras son destructivas. Representa un pacto sin el Cristo como Señor, aunque se pretenda “definir” a ese Señor. La iglesia del Señor sigue viva, él la guarda, pero, como antes el judaísmo, su forma histórica, su presencia visible, ya se está convirtiendo en una estructura de poder, en un templo y sacerdocio que, usando las palabras del Señor a un profeta, él les arrojará a la cara como estiércol.
Los obispos ahora son administradores públicos. Tienen poder, y manejan dinero. Los presbíteros-obispos, que en un primer momento solo indicaba al presbítero (anciano, o pastor) que tenía en alguna iglesia un mayor tiempo o capacidad ocupada en la vida de la iglesia local, ahora es un término de identificación de poder y autoridad. No es extraño que se busque “obispado” y no como una buena obra. Para llegar a la “silla” se hacía de todo. Es el mundo con sus deseos lo que ahora predomina. Otros, ante esa visión de cosas, plantean un cristianismo, igual de paganizado, pero en su extremo opuesto: se recluyen en lugares apartados de “ese mundo”, pero sin caer en la cuenta de que son fruto de él. Una ruina.
¿Y el papado y la iglesia Romana como los conocemos por sus documentos? Todavía no han aparecido. Algo los detiene. Aún no están. Existen todo tipo de corrupciones, pero el papado todavía no ha nacido. La iglesia cristiana católica está llena formas de corrupciones, pero la Corrupción con forma de iglesia, todavía no ha llegado. Está llegando el momento en que ya tengamos que hablar no de “iglesia cristiana católica”, sino de “Catolicismo”, es decir, de lo que han fabricado los emperadores como parte de su política imperial; con eso ya se tiene lo necesario para la concepción del futuro papado e iglesia Romana. Ya se está gestando. En algún sitio hay un embarazo, pero queda tiempo para que salga a la luz.
Un dato relevante en su gestación es precisamente que Constantino establezca la capital del Imperio en Constantinopla, la “nueva Roma”. Que los ciudadanos ahora sean “súbditos”, también indica cercanía; o el establecimiento del “Catolicismo” (cristianismo en su forma imperial) como religión oficial con Teodosio (391). La Roma papal, sin embargo, por ahora, no lo lleva bien, está pasando un mal día. Incluso cuando con el Imperio dividido entre los dos hijos de Teodosio, a Honorio le dan el de Occidente, establece la capital en Milán y luego en Rávena. (Ahí está con sus tropas cuando Roma se encuentra en pleno saqueo y humillación; pero esto, al final es un impulso para que nazca el papado.)
He mencionado a Nicea, considerado el primer concilio ecuménico. Celebrado en el palacio del emperador, ni estuvo convocado, ni presidido, ni inaugurado, ni clausurado, por papa alguno. El que mandaba y pagaba era el emperador, el que lo presidió, el obispo de Córdoba, Osio. Es una muestra de lo que aquí propongo. Parece que es un acontecimiento de fortaleza y afirmación del cristianismo. No. Es carnaza donde morder el anzuelo para ser llevado al cesto del poder imperial, el poder sin el Espíritu, la transustanciación del cristianismo que vive por la fe en una organización que vive del poder humano, físico o intelectual.
Que allí se formuló algo bueno respecto a la persona de Cristo; vale. También se formuló con el mismo rango de verdad la cuestión de la celebración de la Pascua. Se trata de ordenamiento “religioso”, como conviene al emperador. Constantino ve al cristianismo como un culto más; importante, incluso fundamental, para el sostenimiento del Imperio, pero lo trata como una religión más. Así se va fabricando el “Catolicismo”; cuyos patrones no están en Roma, sino en Constantinopla.
En Constantinopla se celebra el considerado segundo concilio ecuménico (381). Igual que el de Nicea, ahora con el emperador Teodosio. Ni convocado, ni presidido, ni inaugurado, ni clausurado, por papa alguno. Es también carnaza donde morder el anzuelo del poder imperial sobre el cristianismo, realmente ya un cristianismo, “Catolicismo” u “Ortodoxia”, que se impone por la fuerza, se persigue a los que no obedezcan y se les requisa sus iglesias (templos o locales), se derrama sangre para afirmar lo que únicamente se puede con la Sangre del Redentor. Ya camina la apostasía. De esa apostasía surgirá el papado y la iglesia Romana.
Mucho en que pensar. Lo dejamos aquí; la semana próxima, d. v., seguimos. Cristo edifica a su Iglesia cuando otros están edificando el Catolicismo. Con la de Cristo, con el cristianismo católico, con los creyentes, con ese cristianismo que hace
protestación de su Señor y de su Palabra, siempre en comunión. También hoy.
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