Karl Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, ciudad prusiano-renana con abundante industria y repleta de monumentos que recordaban su pasado latino, francés y germánico. En la actualidad se la denomina Trier y está muy próxima a la frontera entre Alemania y Luxemburgo. Su familia era de origen judío y pertenecía a la clase media.
El padre, Hirschel Marx, que trabajaba como abogado del tribunal supremo, se convirtió al protestantismo y fue bautizado a los 35 años de edad. Era un hombre liberal que había leído a Voltaire, Rousseau y Kant y se había apartado poco a poco del judaísmo, aunque siempre mantuvo su fe en Dios.
En repetidas ocasiones recomendó a su hijo esta creencia deísta, que podía encontrar también en pensadores como Locke, Newton o Leibniz, y que constituía, según él, un buen apoyo para la moral. Heinrich dejó de leer el Antiguo Testamento a sus hijos, como solían hacer los padres judíos y en su lugar les leía a Voltaire y sobre todo a Rousseau. Algunos biógrafos creen que la conversión del padre de Marx pudo estar condicionada por la necesidad de seguir ejerciendo la abogacía ya que en 1815, tras la caída de Napoleón, los judíos fueron apartados de todo cargo público en Prusia.
Por tanto,
su bautismo en la iglesia evangélica, así como el de sus hijos y esposa, podía interpretarse como una decisión forzada por las circunstancias o por el deseo de seguir ejerciendo de abogado. De ahí que el desarrollo del joven Marx atravesara tres etapas diferentes: nació judío, se educó como cristiano y su formación superior le llevó al ateísmo.
La madre de Karl, Henriette Marx, era también creyente pero no poseía mucha formación y aunque siempre sintió un gran cariño por su hijo, dedicó la mayor parte del tiempo al cuidado de sus otros hijos enfermos. Esto no le permitió mantener una vinculación muy íntima con Karl Marx. Se ha especulado acerca de cómo pudieron influir estos hechos de la infancia y adolescencia en su concepción posterior de la religión y en la idea de Dios. Hans Küng escribe al respecto lo siguiente:
“Ahora bien, para la religiosidad del joven Marx, ¿cómo no iba a tenerconsecuencias el hecho de que un padre sumiso, poco sobresaliente, y una madre medrosa, de pocos alcances, luego casi ni mencionada por el propio Marx, le alojaran la alienación como quien dice en la misma cuna? ‘Marx fue, por judío, un extraño al mundo no judío, por bautizado, un extraño al propio judaísmo... Esta experiencia inicial de la alienación, sin embargo, no provocó en Marx, que se había acostumbrado muy pronto a reprimir todas sus hiperintimidades, desesperadas cavilaciones y noches de insomnio, sino que él sublimó, racionalizó y objetivó todo en un problema filosófico (y más tarde económico). Todo ello constituyó, no obstante, un proceso inconsciente’. Así habla el sociólogo de Basilea A. Künzli.” (Küng, 1980: 307).
Después de terminar sus estudios secundarios en el Liceo “Federico Guillermo” de Tréveris, Marx pasó seis años en la universidad, primero en la de Bonn en la que sólo estuvo un año y el resto en la de Berlín. Estudió Derecho, más para complacer a su padre que por gusto propio. En realidad lo que a él le gustaba eran las humanidades, preferentemente la Filosofía, la Historia y la Política.
Su participación en la vida estudiantil fue muy activa. A pesar de que en aquella época las asociaciones de estudiantes estaban prohibidas, Marx fue miembro del grupo de los treverienses e incluso llegó a ser su presidente.
En cierta ocasión fue encarcelado por alboroto y embriaguez, también se le acusó de llevar armas no permitidas. Llegó incluso a batirse en duelo y en el diploma que se le extendió en la Universidad de Berlín constaba que había sido denunciado en varias ocasiones por no saldar debidamente las deudas económicas. Su padre le recriminaba frecuentemente el mal uso que hacía con el dinero que se le enviaba para su manutención.
Durante el primer año de estudiante que pasó en Berlín, Marx gastó 700 táleros, tres o cuatro veces más de lo que gastaba cualquier otro estudiante de su edad. Esto era casi lo que ganaba al año un concejal de Berlín. En 1837 recibió una carta del padre en la que éste le decía: “...a veces me hago a mí mismo amargos reproches por haberte aflojado demasiado la bolsa y he aquí el resultado: corre el cuarto mes del año judicial y tú ya has gastado 280 táleros; yo no he ganado todavía esa cantidad durante todo el invierno.” (Blumenberg, W., 1984, Marx, Salvat, Barcelona, p. 53). Después de la muerte del padre, Marx se encerró cada vez más en sí mismo, dejó de hacer confesiones íntimas o personales y las relaciones con su madre se fueron enfriando paulatinamente.
A los veintitrés años consiguió doctorarse en la Facultad de Filosofía de Jena (1841) con una tesis sobre el materialismo de Demócrito y Epicuro. En el prefacio de la misma declaraba su ateísmo personal mediante la célebre frase de Prometeo en la tragedia de Esquilo: “yo odio absolutamente a todos los dioses”. De ahí que este personaje mitológico fuera para Marx el santo más ilustre de su calendario filosófico.
El interés por la filosofía se le acentuó, estudió la obra de Hegel y quedó fascinado por la originalidad de su pensamiento, aunque pronto empezó a criticar sus teorías. Junto con el profesor de teología Bruno Bauer que era ateo declarado y otros compañeros de estudios, fundó el Club de Doctores en el que se agruparon los jóvenes hegelianos de izquierdas. La influencia de estas amistades, así como la del pensamiento de Ludwig Feuerbach, otro teólogo que se volvió ateo, causaron un profundo impacto en la evolución espiritual del joven Marx.
En una carta de aquella época escrita por un amigo algo mayor que él, Moses Hess, y dirigida a otro compañero de la Universidad de Bonn, se hablaba de Karl en estos términos:
“Dispónte a conocer al mayor, y quizá al único filósofo vivo verdadero... Dr. Marx, tal es el nombre de mi ídolo, hombre todavía muy joven (rondará los 24 años) que le asestará el golpe de gracia a la religión y política medievales. Reúne en su persona la más profunda seriedad filosófica y la más incisiva ironía; imagínate a Rousseau, Voltaire, Holbach, Lessing, Heine y Hegel juntos en una persona -y digo juntos, no revueltos- y tendrás al Dr. Marx.” (Blumenberg, 1984: 61).
Pero pasada la etapa humanista y decepcionado del conservadurismo de la universidad que le había cerrado las puertas del mundo de la docencia, al denegarle el acceso a una cátedra, Marx optó por dedicarse al periodismo y a la política. Los sucesivos acontecimientos de su vida lo veremos la próxima semana.
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