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Acerca del papa y del papado (3)
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Pedro y la iglesia que sobre él Cristo edifica

¿Qué tiene que ver el papado y la iglesia Romana con nuestro Pedro? Pues nada, excepto usurpar su lugar, usar su nombre para colocar otra iglesia y otro señor en su lugar.
REFORMA2 AUTOR Emilio Monjo Bellido 13 DE ABRIL DE 2013 22:00 h

“Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (…) Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”. Perfecto. Quietos; aquí todos los creyentes; que nadie se salga. Esto es fundamental. Ha hablado el Señor; nos dice qué está ocurriendo. Su iglesia, la que le ha sido dada por el Padre, por la que Cristo se entrega, a la que santifica, la que ha redimido y presentado delante de sí, sin arruga, ni mancha ni cosa de qué avergonzarse, está aquí.

No te vayas con otra iglesia, con otro cristo, con otro Pedro, con otro reino, con otras llaves. Hay más de uno; algunos muy poderosos, pero no te intimiden: son parte del Hades que no puede prevaler contra esta iglesia del Mesías. Las otras iglesias las edifica el diablo, son su reino, tiene sus llaves, tiene el diablo muchos Pedros por todas partes en la Historia. Allí mismo, está el Templo con sus sacerdotes, sus jerarquías, sus príncipes, sus tribunales, su influencia; pero Cristo dice dónde está realmente su Congregación. Allí está la simiente de Abraham según la carne, la del Hades, pero Cristo pone la verdadera simiente de la fe en el discurso y la persona de su Pedro. No nos separemos de ese Pedro. Aquí está la fe de Abraham, el pacto, el reino inmutable, eterno; y sus llaves. Aquí todos los creyentes con nuestro Pedro. Alerta contra los anticristos, con los antipedros, con la antiiglesia.

Se trata de Cristo, de permanecer en él. A los ancianos de la iglesia les dice Pablo que han sido puestos por obispos para apacentar la iglesia del Señor (que él compró con su propia sangre). Cristo es el fundamento, la piedra sobre la que todo el edificio descansa. Nadie puede poner otro fundamente que el que está puesto en esta iglesia, con otro fundamento tenemos otra iglesia, calificada en la Biblia como sinagoga de Satanás. Si sobre este único fundamento, que es Jesús el Mesías, alguien edifica algo impropio, lo edificado se quemará como hojarasca.

El apóstol Pedro edificó así en varias ocasiones conocidas, eso se quemó, eso no es de la iglesia. Precisamente al terminar de declarar Cristo sobre su iglesia, que edificaría sobre Pedro, ya lo vemos edificando fuera del fundamento. “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”, y la llama que quemó lo edificado: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres escándalo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. Luego negó al Señor de la iglesia tres veces. Tampoco le fue muy bien con su disimulo en medio de la iglesia de Antioquía (Gá. 2:11-14).

La iglesia de Cristo no la entiende muy bien Pedro. La nueva situación, antes y después de su resurrección, no encaja en sus ideas. Tiene que ser apremiado a recibir a los gentiles sin obligarles a que se hagan judíos. El pastor supremo, el sumo pontífice o sumo maestro, evidentemente no lo es. La iglesia sigue, camina, el Señor le añade cada día a los que han de ser salvos, pero Pedro no tiene muy claro qué está pasando. Poco a poco. Está claro que no reclama derechos concedidos, o primacía sobre los demás. Todo lo contrario. Que los ancianos, uno de los cuales es él mismo, no se enseñoreen del rebaño, sino que lo sirvan. Escribió así en sus cartas; cartas que no fueron recibidas de inmediato en la iglesia que estaba en Roma, precisamente ahí fue donde más tardaron en tenerlas como Palabra. Seguramente no conocían mucho a ese apóstol.

Seguimos con él, unidos a la iglesia que Cristo edifica sobre su discurso y sobre su persona. Digo las dos cosas. No hay problemas. Si no existieran las pretensiones papales y de la iglesia Romana, a nadie le extrañaría esa doble condición, es decir, tener en cuenta su discurso y su persona. Por supuesto, ambas cosas juntas. Ni el discurso sin la persona, ni la persona sin el discurso. El discurso, es cierto, permanece. No así la persona. Ocurre como en el caso, por ejemplo, de Abraham. Un pacto y unas promesas. Su fe, su justicia; eso permanecen, ahora están en la iglesia cristiana, lo tenemos cada uno de nosotros, pero su persona no. No hace falta. El Señor de Abraham y de Pedro está con nosotros. Se trata de lo que él hace, no de quién permanece. En la fe que tenemos se encuentra el uno y el otro. Tenemos a Abraham y a Pedro. La iglesia es la de Cristo. Importa qué edifica él, no lo que hace Pedro.

La iglesia de Cristo, la suya, que edifica sobre Pedro, vive por la fe y el Espíritu. Ni Pedro ni los demás saben muy bien qué hacer, tampoco, por supuesto María que está con ellos en Jerusalén. Han recibido órdenes de predicar por todo el mundo, pero no saben qué significa eso, o no ven cómo hacerlo. Se quedan en Jerusalén. No hay organización semejante al Templo, al cual siguen asistiendo y participando. Esa iglesia de Cristo no depende de un lugar o una organización determinados. Se ve que sigue adelante por otros medios, por otra energía.

Las llaves que ha recibido Pedro, y los demás apóstoles, no saben qué significan para abrir un reino universal. Ninguno habla más de ellas. Las usa el Señor y con ella abre y cierra, con su Palabra, su decisión, su encuentro con los redimidos. Pero Cristo adelanta a su congregación, la edifica, está con ella tras la resurrección. La hace que camine, que vaya, que encuentre a los suyos. Usa las llaves con ellos; establece su reino aquí como en el cielo.

El encuentro no es encajado. Los gentiles ahora son igual que los judíos para la fe, pero esto no se entiende. Se ha incorporado un nuevo apóstol. Se fundan iglesias locales por varios sitios. Esa iglesia sobre Pedro, que es universal o católica, se empieza a contemplar, pero no es Pedro como si fuere un maestro superior quien la explica. Se explica ella misma. Cada miembro lo es de Cristo; en cada uno vive, habla, reina, el Señor. Se reúnen en concilio en Jerusalén; discuten. Acuerdan cosas prácticas, entre todos.

Con el tiempo habrá algunos que pretendan imponer una forma específica a esa iglesia, y así lo harán también con Pedro. Lo que consiguen es dar a luz otra iglesia y otro Pedro. Afirman que debe tener una organización necesaria, sin la cual desaparecería. Pero no hay tal cosa. La iglesia sobre Pedro no tiene una sola manera de vivir o funcionar. Los de Jerusalén tienen un culto y una forma propia. En Corinto se las entienden como pueden. En Roma están bien afirmados, aunque necesitan enseñanza. En algunas se empiezan ha mostrar errores graves, que carcomerán como gangrena. Algunos quieren establecer sus criterios para recibir a los misioneros que vienen de paso. Pablo enseña sobre la manera de comportase en la iglesia, que no es una concreta en un lugar, sino la Casa del Señor, la iglesia universal. Poco a poco.

No hay estructura jerárquica, no hay sacerdotes, ni sacramentos, como luego, siglos más tarde, se ofrecen en algunos lugares, reclamando que solo de ese modo existe la iglesia. En un libro fundamental, porque es el testimonio del Padre al Cristo, y que éste le comunica a su siervo para que lo escriba, no se dice nada de una primacía de alguna iglesia sobre otras. Eso es importante. Se ofrecen situaciones de siete iglesias; cada uno con sus circunstancias. Ninguna es enviada, por ejemplo, a Roma a por órdenes para cumplir. Cada una, en su propio lugar es un espacio donde está el Señor, en medio de cada una, y de todas. No recibe el siervo que ha de transmitir la revelación la voz desde un candelero (iglesia) especial y supremo, sino desde cada uno, en medio de ellos, con ellos; y para todos es la exhortación particular a cada iglesia, todas deben oír. Eso es universalidad, eso es catolicidad. No una iglesia sobre todas, sino Cristo en todas. En él somos uno. En ese libro tenemos al descubierto la iglesia edificada sobre Pedro. Y no se le menciona. Esta iglesia nuestra, la que tenemos con el apóstol Pedro, tiene su vida, su pasado y su futuro, afirmados en la obra perfecta del Redentor.

Lo que han pretendido luego hacer con Pedro es una parte del rechazo propio al Señor de Pedro y nuestro. Pero no lo vencerán. Sigue en su iglesia, aunque se lo quieran llevar para edificar otra. El apóstol cometió errores, edificó alguna cosa fuera del fundamento, pero no se fue él mismo fuera; no lo permite su Señor, que lo mantiene donde ha decidido. Y así a cada uno de nosotros.

¿Qué tiene que ver el papado y la iglesia Romana con nuestro Pedro? Pues nada, excepto usurpar su lugar, usar su nombre para colocar otra iglesia y otro señor en su lugar.

El papado y la iglesia Romana requieren como absoluto que Pedro sea el primero en la lista de los Papas, y que fundara la iglesia de Roma y allí estuviera, dicen, por veinticinco años. Sin eso no hay papado, ni iglesia Romana. ¿Encontramos algo así en el Nuevo Testamento? Es evidente que no.

Para los que pertenecemos a la iglesia que Cristo edifica sobre Pedro eso es suficiente, no hay más autoridad. Si no está en esas escrituras (también, claro, en el Antiguo Testamento), no es asunto de fe. Pero la iglesia Romana, a posteriori, sin que Pedro diga nada, por supuesto, establece que la Palabra de Dios, no solo es la Escritura, sino también (no como un añadido menor, o mayor) la tradición. Es decir, que la Escritura y la tradición componen la Palabra de Dios. Y esa tradición está en existencia en cada concilio, en cada Papa, donde la vida y la autoridad de Pedro perviven. Y eso, como vimos en el artículo anterior, está en las manos supremas del propio Papa, contra quien “no cabe apelación ni recurso respecto a alguna sentencia o decreto” (Derecho Canónico, 1983. Art. 333), pues la “Primera Sede por nadie puede ser juzgada” (Art. 1404); ni siquiera se puede apelar a un concilio, pues “quien recurre al Concilio Ecuménico o al colegio de los Obispos contra un acto del Romano Pontífice, debe ser castigado con una censura” (Art. 1372).

En el Nuevo Testamento no hay papado ni primado de la iglesia de Roma. Eso es evidente. No tenemos ni un solo dato para afirmar que Pedro siquiera estuviere alguna vez en Roma. Nada de nada. ¿Entonces, cómo se ha sostenido esa entidad hasta el presente? Dios lo ha dispuesto. Pero no tiene nada que ver con Pedro, ni con la iglesia que Cristo edifica sobre él. Todo lo contrario, su historia es la historia de la persecución contra Pedro y sus hermanos. Pedro y otros hermanos sufrieron la persecución del Templo, y se les conminó a que no fuesen testigos de Cristo, que no usaran las llaves del reino de los cielos; los que pertenecen a la iglesia que Cristo edifica sobre él, igual han sido perseguidos por el Templo que luego los sucesores de los edificadores del que excluyeron a Cristo como piedra fundamental han construido sobre Pedro (bueno, usando su nombre, como usan el de Cristo mismo). Se les ha dicho lo mismo: no anunciéis al Cristo, no prediquéis su Palabra, anunciad la autoridad del sacerdocio, del Templo, eso sí, pero no el reino de Cristo. Con las llaves del Templo pretendieron cerrar el reino de los cielos, pero las del reino son más poderosas; igual sigue ocurriendo en la Historia con la iglesia que los del Templo edifican sobre Pedro, la iglesia Romana, que con sus llaves (de poder humano, por la fuerza, por la instigación, por la falsificación) quiere cerrar o abrir, pero está perdida, ha sido vencida, como lo fue el Templo. La iglesia edificada por Cristo es la que tiene las llaves, las usa el Cristo, él abre y ninguno cierra, cierra y ninguno abre. Y nos ha salvado y hecho suyos, nos ha trasladado del poder de las llaves de la muerte al reino suyo, de verdad, paz, justicia.

¿Pero no dice la tradición que Pedro estuvo en Roma y que allí lo mataron, crucificado cabeza abajo? En el próximo artículo, d. v., veremos algo de esa herramienta multiuso que es la tradición. Por hoy quiero concluir con la argumentación del profesor Döllinger (que ya indiqué, fue el más reconocido defensor de la iglesia Romana en Alemania). Como este autor no puede entender el cristianismo sin la organización romana, requiere que “la Iglesia de Roma tuvo que haber sido fundada por un Apóstol, y ese Apóstol solo puede haber sido Pedro”. Para eso no aporta ningún dato histórico, excepto que así debió ser, para que pueda ser la manera de la iglesia que el autor ha dibujado. Reconoce que antes de la tradición, no hay nada dicho en el Nuevo Testamento: “Nada es conocido de los actos o eventos de la vida de Pedro desde su encuentro con San Pablo en Antioquía hasta su martirio en Roma” (incluso aquí pone un dato que no es verificable, lo del martirio), pero esa laguna la rellena con su imaginación. Creo que ya se le acabó la dosis, y por eso no puede imaginar ya nada más para cubrir el invento de la infalibilidad que el Vaticano I propone (contra lo que se opuso, como vimos).

Como buen historiador tiene que reconocer que no hay datos para las pretensiones posteriores de primado petrino y de Roma, pero como buen fiel romanista tiene que solucionar el problema del vacío histórico, y ahí ya no es historiador. “Del caos de las migraciones del Norte, y de las ruinas del Imperio Romano, allí gradualmente surgió un nuevo orden de estados, cuyo punto central era la Sede Papal. De lo que inevitablemente resultó una posición no solo nueva, sino muy diferente de la primera. El nuevo Imperio Cristiano de Occidente fue creado y sostenido por el Papa (…) [Esa iglesia papal romana, que tuvo que ser fundada y alimentada por Pedro] Su nacimiento comienza con dos significativas y poderosas e inclusivas palabras del Señor [las conocidas a Pedro sobre la edificación de su iglesia]. Aquél a quien fueron dirigidas las cumplió en su propia persona y acciones, y plantó la institución de la Iglesia infante en el punto central: en Roma. Allí creció en silencio, occulto velut arbor aevo, [como crece una semilla que no se ve mientras lo hace hasta que luego sale, en este caso a los doscientos años] y en el tiempo posterior sólo se mostró a sí misma de vez en cuando, en ocasiones peculiares. Pero el diseño del poder y la autoridad eclesiástica de los obispos de Roma fue cada vez más evidente, y más prominente. Incluso en tiempos del Imperio Romano, los Papas son los guardianes de toda la Iglesia”. (The Church and the Churches).

Los argumentos son de imposibilidad de seguimiento lógico, al menos que se le aplique dosis de imaginación, lo que no vale para la Historia. Pedro tuvo que fundar la iglesia en Roma, allí tuvo que morir, porque “era el centro del mundo”. Aunque, paradójicamente, nadie se dio cuenta; no hay ni un solo dato que lo acredite.

Sobre la forma externa de autoridad y poder de los obispos y de la iglesia Romana, lo mismo, con imaginación dice que “si el ministerio levítico, de muerte, fue glorioso, más lo tiene que ser éste”, por tanto, la gloria externa de los obispos y sus palacios episcopales, sus anillos, sus escudos de armas, sus ejércitos, etc. son la consecuencia de que son “príncipes” de la iglesia Romana. Ya todo eso lo tenía Pedro, pero nadie lo supo hasta siglos después. No hay Historia, pero sí imaginación. Además, si el ministerio levítico era sin elección de la comunidad, también los obispos deben seguir ese camino con más razón, y “tener una autoridad independiente de la voluntad del pueblo”. No hay Historia. (Y este es uno de los mejores y más honesto de los historiadores del papado y de la iglesia Romana, y lo escribe en un ambiente “ecuménico”, ¿qué harán los infames?)

La iglesia que Cristo edifica sobre Pedro es más que vencedora, tiene las llaves del reino, es la de Apocalipsis. La que estos edifican sobre ese Pedro imaginario, en el vacío de la Historia, es un producto humano, algo como un imperio, con llaves de escudo de armas, de fuerza humana, pero que no se puede enlazar con la otra si no es con palabras de mentira, vacías, de la humana imaginación.

Una permanece para siempre, está con su Señor, vive y reina con él; la otra está muerta, es de su padre el diablo y las obras de su padre quiere hacer.
 

 


6
COMENTARIOS

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Respondiendo a

JNT
07/05/2013
13:55 h
6
 
en una carta de Juan un tal DIOTREFES querian tener el primer puesto en la iglesia Y LLEGO A TAL EXTREMO QUE PROHIBIA A LOS HERMANOS RECIBIR A LOS HERMANOS ENVIADOS DE SAN JUAN.. imaginate, UN APOSTOL VIVO Y YA UN JERARCA EN UNA IGLESIA LOCAL HACIENDOSE EL PRIMERO..
 
Respondiendo a JNT

Yehonatan
20/04/2013
00:58 h
5
 
Ikari, existen multitud de contradicciones en los apócrifos como para ser validados como parte de la Escritura, porque de no existir estas contradicciones, la reforma nunca se habría dado y la unidad de la 'iglesia' se habría mantenido. De acuerdo a los apócrifos, los cristianos estaríamos autorizados a practicar artes ocultas (Tob 6), a diezmar y dar limosnas para salvarnos del infierno (Tob 4) y a orar y ofrecer dinero por los pecados de los muertos (2 Mac 12), además de que no existen menciones de los apócrifos de parte de Jesús y los apóstoles, no fueron aceptados por los primeros “padres” de la iglesia como Jerónimo, Orígenes, Cirilo de Jerusalén y Atanasio y hasta el día de hoy tam
 
Respondiendo a Yehonatan

Antonio
18/04/2013
17:04 h
4
 
Doña Rosa, esperemos que el Señor nos mucha luz, pero.. la oposición al Papado es moderna, en los primeros siglos de la iglesia jamás fue cuestionada ya que el obispo de Roma a causa del martirio de Pedro en Roma y de otros fundamentos claramente expresados en la escritura y defendidos a ultranza por los primeros Padres de la Iglesia era considerado como el primero entre iguales además tenia jurisdicción sobre toda la Iglesia.
 
Respondiendo a Antonio

Rosa Jordán de Franco
18/04/2013
10:56 h
3
 
Ikari, c.#3, ¿No sería bueno decir, ya que el papel aguanta con todo, que la ICR escribió la Biblia? Total, una pequeña mentirilla más qué importa. Y, c.#2, Antonio, eso de que 'el papado nació como una necesidad de ser fiel a la voluntad de Cristo 'es una falacia que suena de lo más divertido. El Señor os de a ambos la luz acerca de la Verdad de Su preciosa, sagrada y eterna Palabra, Bendiciones
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Antonio
17/04/2013
16:46 h
2
 
Si examinan atentamente la escritura y la historia apercibirán que el Papado no nació de un poder alternativo o 'demoníaco' para dominar la iglesia, sino mas bien como una necesidad de ser fiel a la voluntad de Cristo que quiso para su Iglesia 'Un solo rebaño y un solo pastor', o 'congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos'. Sean honestos y reconozcan que el sistema protestante de cada uno en su casa y Dios en la de todos no tiene base Bíblica.
 
Respondiendo a Antonio

Rosa Jordán de Franco
15/04/2013
23:09 h
1
 
De acuerdo con Dollinbger, 'El nuevo Imperio Cristiano de Occidente fue creado y sostenido por el Papa (…)' y '(...) desde los tiempos del Imperio Romano, los papas son los guardianes de la iglesia de Roma', se entiende que de la iglesia apóstata, ilegítima, usurpadora, falsa. Porque de la Iglesia de Cristo, el guardián y guía es el Espíritu Santo, y el fundamento o piedra angular, es Cristo, el Ünico Señor de Su Iglesia.
 



 
 
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