El reciente fallecimiento del Cardenal Carlo María Martini (1927-2012) proporciona una oportunidad para reflexionar sobre las más amplias tendencias católico romanas.
El
ha sido una de las figuras más atractivas y todavía polarizador de los últimos treinta años. Jesuita, erudito, arzobispo, escritor popular y un cotizado líder de opinión, ha creado, sin desearlo, tensiones entre sus numerosos fans tanto dentro como fuera de los círculos religiosos y sus voces críticas en los sectores más conservadores de la Iglesia Católico Romana (ICAR).
Incluso su muerte se ha comentado de forma muy diferente por las dos partes.
La biografía de Martini en sí misma tiene una trayectoria que compendia algunas de las características clave del catolicismo romano post-Vaticano II, por ejemplo, la renovación bíblica, la apertura al mundo moderno y los presuntos conflictos internos dentro de la jerarquía católica romana de alto rango.
EL ERUDITO BÍBLICO
Nacido en Turín en 1927, ingresó en la Orden Jesuita en 1944 y fue ordenado sacerdote en 1952. La carrera de Martini empezó en la academia como estudioso del Nuevo Testamento. Fue profesor de crítica textual (1962-1969), después Rector (1969-1978) del Pontificio Instituto Bíblico de Roma y finalmente fue nombrado Rector de la famosa Universidad Gregoriana de los jesuitas (1978). Daba conferencias en latín, italiano, inglés y francés, idiomas que dominaba y, además, también hablaba alemán, portugués, español y griego moderno. Profesionalmente, podía leer griego antiguo, hebreo, copto, arameo, sirio y árabe.
Combinaba con éxito su brillo intelectual con sus actitudes hieráticas.
Lo que le dio reputación internacional fue su trabajo en el Comité de las Sociedades Bíblicas Unidas que condujo a la tercera edición crítica del texto del Nuevo Testamento (UBS3) en 1975, aunque también participó en el Comité de la segunda edición.
Su nombre, junto con los de Aland, Black, Metzger y Wikgren figuran en el frontispicio de la cubierta rojo oscuro de la edición del texto UBS, el cual hace temer al mismo tiempo que disfrutar, cuando la abren, a muchos estudiantes de teología y profesionales.
Su trabajo académico no es muy extenso, pero genera en su carrera posterior docenas de libros de meditaciones bíblicas que tienen mucho éxito de ventas. Parece personificar los contenidos de
Dei Verbum, uno de los principales textos del Vaticano II llamando a la ICAR a la Palabra de Dios.
ARZOBISPO DE MILÁN
En 1979, el Papa Juan Pablo II le designó Arzobispo de Milán, la diócesis católico romana más grande del mundo y una de las sedes “naturales” para los futuros papas.
Anteriormente, nunca había tenido experiencias pastorales directas, pero su reputación le abrió el camino.
Centró su ministerio en varias iniciativas innovadoras y polémicas, como por ejemplo, la “Escuela de la Palabra” donde invitaba a toda clase de personas a predicar y a dar conferencias sobre la Biblia y la “Cátedra de los no-creyentes” en la que invitaba a los ateos y a los agnósticos a debatir allí mismo en la catedral de Milán.
Pronto se convirtió en el “héroe” de la izquierda, el partido progresista de la ICAR, aunque oficialmente nunca aprobó este papel. Todos aquellos que se sentían incómodos con la rigidez de la disciplina y la ética católicas, ya fueran católicos o seglares, intelectuales o personajes famosos, se sintieron atraídos por su sugestiva erudición.
Algunas de sus posiciones parecían ser distintas de las de Juan Pablo II y del entonces Cardenal Ratzinger: por ejemplo,
Martini deseaba la suavización de la postura católica acerca de las parejas no casadas, incluso de las uniones del mismo sexo, también era diferente su visión sobre el aborto, la prohibición de las personas divorciadas a tomar la Eucaristía, la ciencia ética sobre el final de la vida, el divorcio, etc. Llegó al extremo de solicitar un nuevo concilio para tratar de todos estos temas.
Sus puntos de vista nunca cuestionaron abruptamente la posición dominante, pero estaban bien articulados y defendidos, con sutileza intelectual. Todavía hoy son atrayentes para mucha gente errante y son espantosas para las opiniones de los conservadores de la derecha de la ICAR
¿FAVORITO PARA EL PAPADO?
A través de los años se desarrolló una curiosa relación entre Juan Pablo II (junto con Ratzinger) y Martini. Durante algún tiempo se le consideró entre los posibles candidatos a Papa. Los sectores de la ICAR se manifestaron a favor de él o contra él.
Oficialmente, sin embargo, Martini fue siempre elogioso con el Papa reinante y con Juan Pablo II, y nunca dio señales de crítica.
El apodo que se ganó de ser el “Anti-Papa” (o sea, contra el Papa), era una caricatura y debería haberse cambiado por “Ante-Papa” (es decir, uno que va delante del Papa, abriéndole camino). Según algunos observadores, las posiciones de Martini, que hoy en día son bastante discutibles, en un próximo futuro se convertirán en el modelo del punto de vista católico romano.
El papado de Wojtyla duró demasiado y Martini perdió su oportunidad de llegar a ser Papa. Cuando murió Juan Pablo II en 2005, la salud de Martini era muy frágil. El Parkinson ya le había tomado con fuerza.
En la primera votación recibió unos pocos votos, pero dijo a sus partidarios que no continuaran votándole. En este cónclave, el Cardenal Ratzinger, el poderoso teólogo de Juan Pablo II, se convirtió en Papa.
El partido de Martini parece que ha sido derrotado por el momento, aunque los ciclos católico romanos no son fácilmente previsibles a largo plazo. Entonces se retiró a Jerusalén, pero hasta su muerte continuó siendo un codiciado portavoz eclesiástico que exhortaba a la Iglesia a ser “humana”, “modesta” y “compasiva”. ¿Constituirán estos términos el principal vocabulario de la futura Iglesia Católico Romana?
LA DIALÉCTICA DE LA CATOLICIDAD
Según la opinión pública, Martini representa un punto de vista que es el polo opuesto al de Juan Pablo II y de Benedicto XVI dentro del mundo católico romano. Al primero se le ha llamado “liberal”, “progresista”, “democrático”, “de izquierdas”, mientras que los últimos han sido etiquetados como “conservadores”, “tradicionales”, “autoritarios” y “de derechas”. Con estas categorías convencionales, se puede trazar un mapa de todo el espectro católico romano.
En realidad, la opinión pública tiene que encontrar polarizaciones, tiene que poner un personaje en contra de otro y tiene que hallar conflictos dentro de un cuerpo social determinado. En muchas ocasiones estas polarizaciones reflejan la realidad y en otras, simplemente proyectan oposiciones que no existen.
En el caso de Martini, ambas observaciones son ciertas. Son verdaderas porque el catolicismo romano se basa en múltiples tensiones continuas que influyen en una forma u otra, pero que están destinadas a mantenerse en equilibrio. En otras palabras, Juan Pablo II necesitaba a Martini y Martini necesitaba a Juan Pablo II. El primero mantenía el equilibrio, al tiempo que el segundo exploraba nuevos campos. Martini hablaba al centro-izquierda, mientras que Wojtyla hablaba al centro-derecha, y de esta forma el espectro entero quedaba cubierto. El catolicismo romano como un todo necesita tanto al defensor del equilibrio ya conseguido como al explorador de nuevos asentamientos.
En el sistema católico romano, se supone que el Papa lucha contra los “anti-papas”, pero probablemente alentar a los “ante-papas” es la forma adecuada para que la síntesis católico romana se extienda más lejos, a fin de que lo que ahora es percibido como una vanguardia inquietante mañana será el centro del escenario. En este sentido, el “ante-papa” Martini, que llegó demasiado tarde para ser Papa, quizás sirva de modelo para los futuros Papas.
Traducción: Rosa Gubianas
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