Era muy tarde en la noche y me rodeaban mil problemas, pero justo antes de acostarme (creía yo) entré en mi Facebook para colgar una de mis poesías. Inmediatamente, comenzaron a llegar comentarios y demás y el primero fue el de una persona a la que quiero mucho, que -en un minuto- colgó un enlace en mi biografía diciéndome que lo escuchara, que sabía que me iba a gustar. Se me cerraban los ojos y me dolía la cabeza, pero por cariño hacía esa persona me puse a escucharlo.
Era un mensaje que llevaba por título “Una generación con destino de Gloria”. Me llamó mucho la atención y permanecí como una hora delante de mi ordenador escuchando ese precioso mensaje.
Realmente aquel pastor era bueno comunicando, educado, bien renovado en el Espíritu, pero comportándose en todo momento “decentemente y con orden”.
Habló de muchas cosas, pero -básicamente-
la predicación se centraba en un avanzar, procurando no mirar atrás, avanzar esperando un avivamiento y vivir esperando ese destino de Gloria dejando atrás todo el lastre que muchos llevan arrastrando, lastre que les impide crecer a ellos y al resto de la congregación.
En un momento citó una frase que me encantó: “El que vive de recuerdos, pierde todos sus sueños”.
Hasta el día de hoy, el Señor me ha dado una memoria privilegiada que procuro utilizar para recordar lo bueno, acariciar mis recuerdos más preciados y aprender de ellos; pero esto me lleva a otra frase que repito en muchas ocasiones: “Serás viejo, cuando tus recuerdos pesen más que tus ilusiones”.
Todo esto me llevó a pensar en la realidad que me rodea y en muchas cosas que vivo, veo y me causan dolor.
Los recuerdos pueden llegar a ser maravillosos cuando se utilizan bien; pero son un impedimento, a todos los niveles, cuando alguien se aferra a ellos como lo mejor del mundo, los considera como lo inmejorable y ni crece ni permite que crezcan los demás e incluso puede llegar a paralizar o a retroceder el avance de toda una iglesia.
Y aquí nos encontramos frente a un problema muy complicado:
los que, como decía el predicador antes citado, quieren ser una generación con destino de Gloria, entre los cuales me incluyo más que firmemente y los que se anclan en los recuerdos y tradiciones del pasado elevándolos a categoría de doctrina.
Por desgracia, como decía al principio, vivo y veo muchas cosas que me rompen el alma. En algunos sitios, con tal de no molestar a nadie, se calla, se tolera de todo, se aguanta lo inaguantable sin darse cuenta que los jóvenes se van yendo uno a uno y que cuando entra alguien por la puerta, al cabo de poco tiempo se termina marchando a otra iglesia distinta.
En otros lugares, se tira hacia delante y en muchas ocasiones llega la inevitable ruptura.
Hace unos cuantos días, pensando mucho en todo esto, me daba vueltas a la cabeza todo el tiempo una frase que utilicé para titular este artículo: “Todo, antes que perder a una sola oveja”.
Ya os he dicho que yo si pertenezco firmemente a la generación con destino de Gloria, quiero y procuro crecer cada día más en mi relación con mi Señor y en como vivo mi vida cristiana.
Si me gusta recordar con cariño y delicia muchas cosas, pero nada más lejos que vivir anclada en el pasado, aferrarme a formas obsoletas, confundir tradición con doctrina o no dejar que el Espíritu de Dios renueve mi vida. Pero me encuentro con un problema, ¿tiro para adelante, dejando a quien sea por el camino?, ¿seré feliz si por defender a ultranza lo que pienso dejo a hermanos que están muy equivocados, pero a los que amo, aunque algunos, en ocasiones, me hayan causado mucho dolor?.
Llevo muchísimo tiempo, muchísimo!! dándole vueltas a todo esto y mi respuesta sigue siendo la misma: todo, antes que perder a una sola oveja. Mi corazón de, no sé si escribir pastora o pastor y lo siento mucho porque sé que de cualquiera de las dos maneras voy a ofender a algunas personas; pero ese corazón que el Señor me dio me sangra, porque -humanamente hablando- no hay ninguna solución.
Aunque conozco muy bien que lo que es imposible para los hombres es posible para Dios y si sé que existe una solución, a pesar de que cada vez que lo hablo o lo propongo me tachan de todo, desde: “aquí está la pentecostal”, hasta “la que estás mal eres tú” y
me veo sola frente a una realidad que está más clara que el agua: lo que hizo Nehemías: “...me senté, lloré, ayuné, y oré al Dios de los cielos”. Nehemías estuvo orando ciento veinte días y en cuarenta reconstruyó el muro destruido a pesar de todo y de todos.
Cada vez que digo esto siento como si nadie me entendiera, cuando hablo de hacer una vigilia, tengo que observar como me miran con cara de pensar...o está loca o se volvió pentecostal. Me duele, porque creo que nadie me puede acusar de nada más que de ser absolutamente bíblica, todo está en la Biblia. Lo siento mucho señores míos!! incluido lo del corazón de pastor-pastora....
No ha sido mi intención ofender a nadie y si ha sido así, pido perdón desde ya! Pero es que estoy harta de callar, de que se menosprecie mi opinión, de que se me cuestione y hasta de que se me intente ridiculizar.
La solución, siempre harto difícil, está en las rodillas dobladas y si hace falta con lágrimas y ayuno y si hace más falta con vigilia!! (esa palabreja que tanto les molesta a algunos), pues lo siento!, pero yo estoy dispuesta a eso y a mucho más con tal de que no se pierda ni una sola oveja del redil del Señor que El me encomendó guardar.
Quiero terminar con lo más positivo y la clave de este artículo, las preciosas palabras y experiencia de Nehemías.... “Cuando oí estas palabras me senté, lloré, ayuné y oré ante el Dios de los cielos” Nehemías 1:4
Te animas a hacerlo conmigo?
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