En algunos lugares, el otoño es la temporada de caza. Durante algunas semanas, cada año, los cazadores con licencia pueden entrar en los bosques para cazar diferentes especies de animales.
Hay algunos cazadores que construyen casillas en lo alto de los árboles y se sientan en silencio, durante horas, esperando a que algún animal se detenga donde pueda alcanzarlo con un disparo.
Siempre que pienso en los cazadores que tienen tanta paciencia para esperar que aparezca un animal codiciado, recuerdo lo impacientes que podemos ser cuando tenemos que aguardar que Dios actúe en algún problema, en alguna necesidad, o en algo que nos pesa o nos agobia demasiado. Habitualmente solemos equiparar “esperar” con “desperdiciar”.
Si esperamos algo, pensamos que no estamos haciendo nada; puesto que, en una cultura obsesionada por los logros, tal espera parece una pérdida de tiempo.
Aunque. la espera, consigue multitud de cosas. En especial, prueba la fe. Aquellas personas que tienen una fe débil, suelen ser los primeros en caer durante los primeros asaltos; sin embargo, los que tienen una fe más fuerte, tienden a esperar el tiempo que haga falta.
Cuando leemos el capítulo dos de Lucas, nos encontramos con dos preciosas personas, dos ancianos: Simeón y Ana, estos maravillosos seres esperaron durante muchos años, en realidad durante toda su vida; aunque no desperdiciaron el tiempo. Su paciencia y confiada espera, les permitió llegar a ser testigos directos de la llegada del Mesías.
Me encantan historias como estas recordáis a Abraham??, cuántos días!, cuántos años!, cuántas décadas! hasta: “ya casi muerto” espero, confió espero, confió hasta que, al fin!, llegó el hijo de la promesa, cuando ya casi nadie lo esperaba, ni la propia Sara, recordáis su risa? llegó el regalo tan deseado.
Y qué me decís de Caleb?, cuántos años!, cuánta espera!, pero cuánta fe! y cuánta fuerza! y, cuando cualquiera de nosotros simplemente estaríamos dormitando en el sofá, Caleb ruega a Dios: “Dame un monte” y lucha, y Dios se lo concede.
Te has sentido últimamente que estás cansado de esperar en Dios?, qué Sus tiempos no coinciden con los tuyos? te sientes frustrado y casi decae tu fe y te sientes tentado a “tirar la toalla”? Recuerda algo muy importante: El no recibir una respuesta inmediata por parte de Dios, no es una razón para abandonar la fe, en la preciosa, aunque difícil espera, Dios nos enseña muchas cosas, paciencia, confianza, una prueba de fe, madurar nuestro carácter, asemejarnos más a él tantas cosas que no acabaría la lista!!.
Si todo fuera liso y llano, Si Dios respondiera inmediatamente a nuestras oraciones y del modo en que se las pedimos, jamás llevaríamos forjado el precioso carácter de Cristo.
Hoy he recibido la repuesta a una oración hecha por más de veinte años, difícil? mucho, pero hoy, una vez más en mi vida, he podido comprobar que mi Dios es fiel y que Sus promesas jamás debemos considerarlas con tardanza. Todavía no has aprendido esa preciosa lección en tu vida?, pues yo, esta mañana, he podido - una vez más- constatar que: “Entonces me doy cuenta de que mi Dios jamás se ausenta, conmigo está y me da seguridad”.
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