Un repaso a los títulos de las biografías que se han escrito sobre él muestran la magnitud del personaje:
“The man of the end of the millennium” [El hombre del final del milenio] (L. Accattoli),
“Witness to hope” [Testigo de la esperanza) (G. Weigel),
“The man of the century” [El hombre del siglo] (J. Kwitny),
“Pilgrim of the absolute” [El peregrino de lo absoluto] (G. Reale),
“The defeater of communism” [El vencedor del comunismo] (A. Santini).
Como ocurre siempre con los análisis de las biografías humanas, abundan tanto las alabanzas como las críticas. Hay otros títulos que registran los aspectos polémicos de su vida:
“Victory and decline” [Victoria y declive] (C. Cardia),
“The Pope in Winter: The Dark Face of John Paul II’s Papacy” [El Papa en Invierno: La Cara Oscura del Papado de Juan Pablo II] (J. Cornwell),
“The Wojtyla enigma” [El enigma Wojtyla] (J. Arias), “
The last Pope king” [El último “Papa rey”] (L. Sandra).
Su vida estuvo en el centro de los principales debates sobre los diversos acontecimientos ocurridos en el siglo XX: la tragedia del nazismo y el trauma de la Segunda Guerra Mundial, la cúspide y la caída del comunismo, el Concilio Vaticano II y su debatido cumplimiento, el evidente triunfo de la democracia en Occidente y los gravosos costos de la globalización para
“the Majority World” (el Mundo Mayoritario), la fractura de las ideologías y el aumento del hedonismo secular. Wojtyla jugó un papel significativo en todos estos eventos. Sus partidarios han aclamado sus logros, teniendo en cuenta las condiciones de navegación, al resistir y superar las peligrosas corrientes de nuestro mundo “post-algo”. Sus críticos han señalado su hipocresía, la contradictoria trayectoria de su vida y su retrogresión en cuanto a las perspectivas del catolicismo.
El 2011 se distinguirá por ser el año de la beatificación de Juan Pablo II. La ceremonia oficial tendrá lugar el 1 de mayo en la Plaza de San Pedro. Se espera que dos millones de personas tomen parte en este masivo acontecimiento que atraerá la atención del mundo entero. Por tanto, es adecuado examinar ahora la importancia de la propuesta beatificación y la forma en que debe evaluarse el legado de Juan Pablo II.
En primer lugar, debemos averiguar el significado de “beatificación” según las normas CR. Beatificación (del latín
beatus, bienaventurado) es un reconocimiento, otorgado por la Iglesia CR, de las virtudes de una persona fallecida y de su capacidad para interceder a favor de otras personas que rezan en su nombre.
El “beato” (así se les llama a partir de entonces) se convierte en el destinatario de las peticiones y la intercesión de aquellos que les ofrecen sus plegarias. La beatificación es el tercero de los cuatro pasos en el proceso de canonización, cuyo mayor reconocimiento es la santidad de una persona. Desde 1983, para ser registrado como “beato”, la Iglesia CR pide la evidencia de un milagro que se haya producido por la intercesión del individuo en cuestión.
El proceso hacia la beatificación solamente puede empezar cinco años después de la muerte de la persona. No obstante, en el caso de Juan Pablo II, empezó bastante antes. Mucha gente todavía debe recordar lo que sucedió en su funeral cuando la multitud empezó a gritar: “santo subito!” (”¡santo ya!”). De este modo influyeron en la jerarquía para tratarlo como un caso extraordinario y, ni tan siquiera un Papa tan escrupuloso como Benedicto XVI, se atrevió a hacer frente a estas presiones.
El significado teológico de la beatificación se encuentra en varias doctrinas clave CR. Según el Vaticano II, los santos “no cesan de interceder al Padre por nosotros, puesto que nos ofrecen los méritos que ellos adquirieron en la tierra” a través de la mediación de Cristo, (
Lumen Gentium [La luz de la humanidad] n. 49, una cita que también aparece en el
Catecismo, n. 956). Los santos, a cuya categoría pertenecen los beatos, desempeñan un papel intercesor sobre la base de sus méritos que son considerados dentro del marco de la mediación de Jesucristo. Sobre esta base, se anima a los cristianos a rezar a los beatos para obtener curaciones, protección, ayuda y, al mismo tiempo, conseguir que les rindan una profunda devoción mediante peregrinajes, cadenas de oración, espiritualidad popular, etc.
A pesar de las mejores intenciones y motivaciones, los evangélicos consideran que la estructura teológica de la beatificación es un sistema que aparta a la gente de Cristo. A este respecto, es interesante observar que Juan Pablo II, en sus 27 años de reinado papal, proclamó a 1338 personas como beatos y a 482 como santos, ¡más que todos sus predecesores juntos desde el siglo XVI! En realidad, los procedimientos modernos para los procesos de beatificación se establecieron en 1588 y, antes de Juan Pablo II, la Iglesia CR promulgó 1319 personas como beatos y 296 como santos.
En segundo lugar, ¿de que forma valoramos el legado de Juan Pablo II? Este asunto es abrumador en todos los aspectos debido a la estatura del personaje. Entre la gran cantidad de libros disponibles, vale la pena destacar el editado por Tim Perry
“The Legacy of John Paul II: An Evangelical Assessment” [
El legado de Juan Pablo II: una evaluación evangélica] (Downers Grove, IL: IVP 2007, pp. 327). El principal interés de este libro reside en que es uno de los pocos intentos de exponer una evaluación desde un punto de vista evangélico.
El libro habla del hecho de que fue bajo Juan Pablo II que empezaron a cambiar las actitudes de los evangélicos hacia la Iglesia CR, que llegaron a ser cordiales e incluso de cooperación. Fue este Papa quien llamó a la Iglesia a comprometerse en la misión, exhortó el frente pro-vida, acogió algunas de las preocupaciones evangélicas relacionadas con el conocimiento de la Biblia y la diversidad litúrgica, y daba la impresión de estar más cerca de
“the Majority world” (el Mundo Mayoritario) que sus predecesores. También se dio el caso de que algunos evangélicos, todavía hoy, se refieran al Papa llamándole “Santo Padre” (Timothy George, pp. 309-312), lo cual no es natural desde el punto de vista bíblico. Además,
al evaluar la teología de sus 14 encíclicas en general, algunos evangélicos indican que está “basada en la Biblia, encaminada hacia la humanidad, centrada en Cristo y sensible a la misión” (Jim Packer, p. 8), algo que suena como si le dieran un respaldo total.
Sin duda ha habido un cambio de actitud significativo, lo que ha provocado que Juan Pablo II haya impresionado a muchos evangélicos. El libro que ha editado Perry contiene comentarios positivos de cada una de las encíclicas firmadas por Vojtyla y su tono se acerca a la admiración con algunas críticas menores.
Por supuesto,
una gran parte de este libro es un resumen ajustado de lo que el Papa escribió, aunque muy selectivo. Por ejemplo, no se menciona que todas las encíclicas terminan con una invocación a María, lo que no representa, de ninguna manera, un modelo bíblico y Cristocéntrico. Por otra parte, casi no se hace referencia a que
las encíclicas papales citan más veces las fuentes de la tradición de la Iglesia que la Biblia. La Biblia es sólo
una fuente entre otras muchas y, no parece que sea la más decisiva. Podemos hablar de algunos contenidos específicos: La encíclica
Fides et Ratio (
Fe y Razón, 1998) combina la razón aristotélica con la fe tomista, una elección que prescinde de muchos capítulos bíblicos.
La Ecclesia de Eucharistía (La Iglesia de la Eucaristía, 2003) refuerza la doctrina tradicional CR de la naturaleza sacrificial de la Eucaristía, la representación de la muerte de Jesús y la práctica de la adoración de la hostia. La
Ut Unum Sint (
Que sean uno, 1995) pretende que
el Papa está dispuesto a cambiar las formas de su ministerio universal, pero no la sustancia de su cargo petrino que complementa la supremacía de Cristo en la iglesia. La
Redemptoris Mater (La Madre del Redentor, 1987) es una historia de
la salvación contada de nuevo y centrada en María, que queda muy alejada de lo que enseña la Biblia. La lista podría continuar con incontables ejemplos. Sin embargo, hay un punto que debe ser objeto de una explicación más elaborada.
La devoción mariana fue un rasgo característico de la vida de Juan Pablo II. El creía en los llamados secretos de Fátima en los que María tuvo una parte decisiva, desviando la bala que el terrorista Ali Agca le disparó en 1981. Por lo visto, el Papa creía en la providencia mariana, considerando que María desempeñaba un gran papel en los asuntos mundiales, tanto terrenales como cósmicos y, tanto materiales como espirituales. Por este motivo no dudó en dedicarle el planeta tierra al principio del nuevo milenio, junto con la familia humana y el nuevo siglo, implorando su protección y su guía. Es más,
su lema personal que era Totus Tuus, (totalmente tuyos) la palabra “tuyos” se refería a María. En honor a su intensa espiritualidad mariana, la ceremonia de la beatificación tendrá lugar el día 1 de Mayo, al principio del mes dedicado a María, según el calendario litúrgico CR.
La pregunta sigue en pie: El legado de Juan Pablo II ¿es bíblico y cristocéntrico? La respuesta no es tan sencilla y directa como parecería indicar el libro de Tim Perry. Su acentuado marianismo, por ejemplo, es una característica determinante que siempre califica el resto. En los próximos meses habrá una nueva oportunidad para llegar a un acuerdo sobre su pontificado, sus logros y sus contradicciones que son, en realidad, su inherente legado Católico Romano.
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