Leyes religiosas: Las monedas del templo

“Estemos, pues, seguros de que nuestra vida estará del todo conforme con la voluntad de Dios y con las disposiciones de su Ley, cuando resulte provechosa de todas las formas posibles a nuestro prójimo. Por el contrario, en toda la Ley no se dice una sola palabra para dar normas al hombre sobre lo que debe hacer o dejar de hacer para su provecho particular…

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Sino el amor de Dios y del prójimo el cumplimiento de la Ley; y, por tanto, el que vive recta y santamente, es el que vive lo menos posible para sí mismo; y que nadie vive peor ni más desordenado que el que vive solamente para sí y no piensa más que en su provecho propio, y de esto solo se cuida…

Por Ley no entiendo solamente los diez mandamientos, los cuales nos dan la regla para vivir piadosa y santamente, sino la forma de la religión tal y como Dios la promulgó por medio de Moisés.

Porque Moisés no fue dado como legislador, para que abrogase la bendición prometida al linaje de Abraham, sino que más bien vemos cómo a cada paso trae a la memoria de los judíos el pacto gratuito hecho con sus padres, del cual ellos eran herederos, como si él hubiera sido enviado para renovarlo…

Que puesto que a los judíos se les ofreció la gracia de Dios, la Ley no ha estado privada de Cristo…

Porque en el primer pasaje [Romanos 10:4] dice que en vano somos enseñados con preceptos en qué consiste la verdadera justicia, mientras Cristo no nos la dé, tanto por su imputación gratuita, como por el Espíritu de regeneración; por lo cual con toda razón llama a Jesucristo cumplimiento y fin de la Ley…

Así que si solamente consideramos la Ley, no nos queda más que desalentarnos, confundirnos y desesperarnos, pues por ella somos todos condenados, maldecidos y arrojados de la bienaventuranza que promete a los que la guardan…

El oficio y uso de la Ley, que llaman moral… Consiste en que cuando propone la justicia de Dios, es decir, la que a Dios le es grata, hace conocer a cada uno su propia injusticia, le da la certeza y el convencimiento de ello, condenándolo, en conclusión…

Y así, instruido el hombre de esta manera con la doctrina de la Ley, se despoja de la arrogancia que antes le cegaba…

Mientras él descansa solamente en su juicio humano, en lugar de la verdadera justicia pone una hipocresía, satisfecho con la cual, se enorgullece frente a la gracia de Dios, al amparo de no sé qué observancias inventadas de su cabeza…

Porque por sí misma [la Ley] no puede hacer otra cosa que acusar, condenar y destruir…

Para que dejando la vana opinión que tenían de sus fuerzas, comprendan que no viven ni existen más que por la sola potencia de Dios; para que vacíos de toda otra confianza se acojan a su misericordia y a ésta sola tomen como justicia y méritos suyos, la cual se presenta en Jesucristo, a todos los que con verdadera fe la desean, la procuran y esperan en ella…

Porque Dios en los mandamientos solamente remunera la perfecta justicia, de la cual todos estamos faltos; y, al contrario, se muestra juez severo de los pecados. Pero en Cristo resplandece su rostro lleno de gracia y dulzura para con nosotros, aunque seamos miserables e indignos pecadores…”

He puesto estos textos de Calvino, es que estamos en un grupo de whatsapp leyendo su Institución. Esta semana empezamos con el libro II. Y, como puede verse, Cipriano de Valera tenía toda la razón al proponer esa obra como fuente de edificación para su España, que por eso la tradujo.

Por lo tanto, desde el respeto y reverencia a la Ley, es decir, a toda la revelación o Palabra de Dios, con cada cosa en su sitio tal como se ha dicho de sí misma esa Palabra, tenemos que luchar contra los antinomistas de esa Ley, que son los nomistas de la inventada por su fantasía.

Con la Ley y el testimonio de Dios, con su Escritura, tenemos que rechazar los códigos morales, rituales y civiles de los que no se sujetan a su autoridad.

Los códigos morales son sus leyes de santidad, a su medida, eso sí, queriendo ser doctores de la Ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman respecto a la Ley de Dios.

Sus códigos rituales son sus formas inventadas, mezcladas, de adoración, a las que llaman el culto regulativo, es decir, el que han llenado con sus normas (vaya, que es normativo). El código civil es el que han construido con sus ideas vacías sobre conducta civil y política.

A estos ya de antiguo los reservó Dios en prisiones de oscuridad, para que hagan lo que ordenó de antemano, y ellos crean que lo hacen de su propia mano.

Si queremos una metáfora, aunque fue hecho histórico, podemos acudir a ese momento cuando nuestro Redentor se hace con unas cuerdas un látigo. Episodio que recogen los cuatro Evangelios, aunque lo del látigo no todos. Con esas cuerdas el Cristo “destruye” el templo, lo deja vacío.

Echó fuera a los que querían cumplir sus códigos rituales. Los que habían convertido la casa de Dios en su templo religioso, para cumplir sus obras.

El templo como signo de poder económico y político. En eso lo convirtieron, siguiendo la costumbre de las naciones. (La influencia del modelo de Egipto en Alejandría con Filón está estudiada.) Uno podría poner con facilidad nombres a esas cuerdas: Asiria, Babilonia, Antioco, Tito, con los levantados en el reino del Norte, con el de Jerusalén, con el reconstruido, con el presente en el año 70.

Siempre igual. El de Jerusalén convertido en fuente de lucro y poder, lleno de rebelión con el Dios que dicen adoran allí, muchas veces mezclado con ídolos.

Los dos que construyen en la rebelión, para que las tribus se acojan al nuevo reino, como fuente de referencia política, al servicio del nuevo poder, aunque proclamando que allí estaba el Dios que los sacó de Egipto. Con el que reconstruyen después de la cautividad babilónica, señalado como referente del nuevo poder, con sus tesoros y liturgias mediadoras de la influencia social. Lleno de corrupción en su mismo inicio.

La casa de oración, donde recrear y alegrar en la fiesta a los redimidos, eso no era el templo. Nunca lo fue. Es aviso de la presencia del Redentor. “Casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56:7)

La cueva de ladrones no es donde roban, sino donde se cobijan, se guarecen. Confían en palabras de mentira que no aprovechan. Eso son sus rituales. Para eso trabajan. Cristo echa por tierra todo el modelo religioso, del que Él era el único excluido.

Hurtando, matando, adulterando… “¿Vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones? ¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? (Jeremías 7:10,11)

Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes, y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas…

¡Ay! Pronto rodarán en ese mismo suelo 30 monedas de plata…

¡Ay! Mi Señor. Pronto edificarán templos y riquezas sobre tu cruz. Serás ocasión de refugio de ladrones y salteadores, en tu nombre se esconderán. Con tu nombre, usando el nombre de tu sangre redentora, derramarán sangre y pisarán al débil. Con tu nombre sagrado harán mercadería, los cambistas seguirán… Te quitarán de tu Evangelio, como refugio del pecador, y te convertirán en refugio de los rebeldes...

Pero no han podido derribar tu casa de oración. Nadie puede romper tu cuerpo. Cada uno de tus redimidos, piedras vivas. Recreados y santificados en la alegría de tu presencia… Tú, que preparaste lugar para cada uno de nosotros, sin que falte ni uno…

Sabemos que ya no harás látigo. Tú mismo vendrás, y con tu presencia derribarás la falsa esposa, la ramera, los templos, los poderes…

Llorarán… Y tu pueblo se alegrará y cantará.

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