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La ley de la caridad

Gracias a nuestro Dios, que nos ha redimido y puesto en este camino, desarraigados de nosotros mismos y enraizados en el árbol que da frutos.

REFORMA2 AUTOR 7/Emilio_Monjo 26 DE OCTUBRE DE 2025 23:00 h
Foto: [link]Eilis Garvey[/link], Unsplash CC0.

Me disculpan por traer un término tan confuso a nuestra conversación la semana pasada. Eso de dominionismo es un terreno de discusión interminable. Lo que nuestro Pablo previene.



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Hasta de discusiones escolásticas se podría calificar. No tenía otro a mano por eso de que lo usan mucha gente, de muchos sectores, con más o menos consistencia.



Es una palabra que se refiere a lo de Génesis, dominarás o señorearás sobre la naturaleza. Algunos te proponen que como ahora la Iglesia está bajo el Señor, tiene que señorear sobre todo, incluido, eso primordial, el Estado. Para algunos esa es su gran comisión.



El asunto no pasaría de ser un aspecto más de las múltiples fantasías sobre la Ley, una fábula judaica más, que lo es, pero algunos precisamente proclaman su posición como la verdad de la Biblia (eso lo dicen todos), y verdadera expresión del espíritu de la Reforma y del Calvinismo. Por supuesto no les hables a estos de confesionalización.



En cualquier sitio te dicen que eso del dominionismo empieza con R. J, Rushdoony (-2001), aunque en su caso se llamaría, que también le vale a algunos, “teonomía” o “reconstruccionismo”. Y que tal cosa sería la expresión correcta y de futuro de la metodología del teólogo calvinista C. Van Til.



Es que a ese autor y su entorno lo leí desde el final del los 70 (cuando se murió su primera mujer, de la que estaba divorciado). Algo puedo opinar, que de eso se trata, opinión. Y creo que en lo que queda su “movimiento” es un desastre. Nada que ver con Calvino.



Aunque ahora me he enterado (por la conversación de la semana pasada) que existen algunos pastores serios y consagrados que siguen sus planteamientos. No conozco a ninguno, ahí no opino, pero sí opino que ese camino es, como diría el propio Calvino, una superstición, algo que se sale del cauce normal.



Empecé a leer a este autor, eso pasa muchas veces, por pura chiripa. En ese tiempo mi cuñado estudiaba psiquiatría y vimos en un catálogo un libro titulado “Esquizofrenia intelectual”. Al recibirlo vimos que era de un tal R. J. Rushdoony, y que no tenía nada que ver con la psiquiatría, sino con un análisis sociológico interesante.



Pedí sus libros y revistas (al principio una hojilla doblada, position paper se llamaba), y así hasta que se murió, aunque los últimos años sin ningún aprecio por su posición. Pues una cosa es aplicar la Ley de Dios, y otra que el Estado aplique el código de Moisés.



A este autor se le unieron gente diversa, su propio yerno, un economista notable (aunque como otros del sector, aplaudiendo una escuela económica como si fuese casi celestial).



El famoso Francis Schaeffer colaboró en un principio con él. Luego tuvo que rechazar sus posturas públicamente. Lo mismo le pasó a C. Van Til, del que decían ser los verdaderos intérpretes y valedores, que también tuvo que distanciarse educadamente de sus pretensiones reconstruccionistas.



Así se difundió su posición, con amigos y alejados, y hoy es un lío de ideas, personajes y usos políticos de todo tipo.



Aunque sea de pasada, les digo un suceso que a mi me molestaba especialmente. Resulta que el hijo de este autor, que ahora es el presidente de su fundación (Calcedonia), siempre que presentaba la historia de su padre, en la que normalmente aparecía que en su familia armenia había desde el siglo IV un clérigo en cada generación (y siguió con su padre, pastor presbiteriano durante un tiempo), en la que casi siempre también aparecía que habían iniciado sus trabajos misioneros en una reserva india, donde les nacieron cinco hijos (creo que eran cinco, y uno adoptado), siempre se olvidaba de su madre. (Ese olvido era común a todos los colaboradores.)



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Esto es muy chungo. Tanto hablar de la Ley, y un mandamiento tan sencillito como honrar al padre y a la madre lo arreglaron para que ésta quedara eliminada de la historia.



Yo sabía de su existencia (la mujer no habló nunca ni se metió en nada) por otra revista que recibía de otro grupo, muy bueno en algunas cosas, del espacio estadounidense. El divorcio, problemático, hasta donde yo sé, no tuvo como base lo que la Biblia dice que es base. Luego se volvió a casar, y fue feliz.



Estos que hablan y presumen (es un campo para narcisistas) de la Ley, y que al final se meten con sus fantasías en el código de Moisés, te pueden decir, y lo dicen, que eso de que solo hay una causa de divorcio (en la Biblia, el adulterio), realmente no es así. Pues todas las causas que el código mosaico pone como merecedoras de pena de muerte, lo serían para divorciarse.



Claro, te matan, y el otro ya se puede casar. Divorcio a lo bruto. Pero lo serían hoy aunque el Estado no te mate. Si has “transgredido” el día de reposo (otro campo de fantasías del corazón corrupto), por ejemplo, sería causa de divorcio, pues en el código mosaico te liquidaban, y ahora es “como si estuvieras muerta” (digo “muerta” porque esta casuística casi siempre es para las mujeres) Están muy idos. Son muy peligrosos.



Aunque, ya puestos, y puesto que algunos de estos piden que se aplique el código mosaico, por ejemplo, respecto a los hijos rebeldes incorregibles, a los que había (por los padres) que llevarlos a los ancianos (jueces) para que los del pueblo los lapidaran, ¿habría que hacer algo con este muchacho que nunca ha honrado a su madre? (Al menos en público, que yo sepa. Se llamaba Arda Gent.)



Que algunos de estos sectores te digan que con esos presupuestos sobre el código mosaico están siguiendo la enseñanza de la Reforma, y de Calvino en especial, puesto que ya no está para darles una bronca, por nuestra parte, aquí en nuestro grupito, decimos que no tienen ni idea de la enseñanza de Calvino sobre la Ley y su uso por el Estado.



Lo que tenemos (que lo leemos en nuestro grupo de whatsapp esta semana de lectura de la Institución) es una superstición descomunal. Han sacado las partes de ese código y las han transformado con las fantasías de su corazón. Pura superstición.



Han construido becerrillos de oro a montones. Nada que ver con la verdadera religión, que es lo contrario del desbordar de la fantasía del corazón. Y esa religión reposada, de paz, de confianza, de esperanza, de futuro, que debe proteger y favorecer el Estado, no tiene que ver con códigos legales, sino con el Evangelio, con la misericordia, con la caridad.



Un modo simple, pero útil, de mostrar la máscara de tales moralistas (reitero, presentes hoy en muchos grupos) es acudir al cap 20 del libro del Éxodo. Allí están los diez mandamientos. Todos contentos.



Luego, en el 21, que nadie se escape, que lean. Lo primero, que ya es revelador del carácter de la Escritura en el significado de sus palabras, para el pueblo que ha sido sacado de casa de esclavitud, es que vean cómo tienen que actuar con sus esclavos, de sus propios hermanos.



Sigue luego el cap. (que no se escapen) estableciendo, que para eso es la “Ley”, cómo tiene que actuar un padre cuando venda como sierva a su hija.



Que me pongan ese capítulo (y otros pasajes semejantes) como ley civil, moral, ritual, o que la encasillen como mejor entiendan. Del código mosaico no la sacarán.



Y ahí tenemos precisamente el gran beneficio de la Ley como pedagogo, como medio para descubrir la maldad y corrupción del corazón, de la naturaleza humana (más relevante, porque es en el pueblo que hace poco ha firmado un pacto de obediencia con Dios).



Con la Ley no tenemos ni justicia ni santidad, sólo la demostración de la corrupción. Los mandamientos que ordenan cómo conducirse en esos dos casos, con los esclavos de su pueblo y con el padre que vende a la hija, no son leyes de santidad, sino ordenanzas para paliar aspectos temporales fruto de la maldad profunda y que no se puede desarraigar, ni por el propio corazón, ni por los mandamientos de la Ley (que lo dice la Escritura donde está esa Ley).



Cuando la Ley te dice, por poner otro caso, que des de comer al hambriento, que cuides al huérfano y a la viuda, y que protejas y cuides al extranjero, lo que te está diciendo es que eres un miserable y que esas cosas, propias de la acción “natural”, no están contigo, no salen de tu corazón.



La Ley, por lo tanto, te enseña que existe la justicia y la santidad, pero fuera de ti. (Por eso es el medio querido por Dios para llevarnos a Cristo, y eso no lo produce la Ley, solo la gracia y la misericordia.)



Por poner otro caso, que uso a menudo, Dios nos explica cómo se relaciona con su pueblo (Ezequiel 16). Siempre igual. Nos ve y recoge en nuestra inmundicia, nos lava… y siempre luego volvemos a la inmundicia, “estar en nuestra sangre” es la metáfora que emplea.



Esto es nuestro natural, siempre. (Hasta que nos lava con la sangre del Redentor, que eso es otra cuestión.) Póngase delante el mejor teonomista, reconstruccionista, dominionista, o de cualquier lista: Si te encuentra Cristo, ¿te ve en tus sangres? La Ley (o lo que tú arregles de la misma) ¿te ha cambiado el corazón?



Aunque sea de boquilla (alguno seguro que sinceramente), te dirán que eso solo lo puede hacer Cristo con su obra. Vale. Y esa obra, esto es herejía para no pocos, sólo como él la ha querido y para quien la ha querido, vaya, que es de “su voluntad”.



Entonces, Cristo te ha cambiado el corazón, ¿con la Ley o con su gracia y misericordia? Porque unos de Galacia no lo tenía muy claro. Nuestro Pablo se cabreó enormemente contra los que los engañaban. Y la cuestión normalita es: Si la Ley no ha cambiado el corazón de nadie en la Iglesia, ¿cambiará algo el asunto cuando la use el Estado?



En fin, fábulas judaicas. Los que quieran “dominar” con la Ley, están dominados por ella, bajo ella. Y su libido dominandi, eso tan definidor del corazón perverso y ajeno a Dios, se manifiesta por esas doctrinas de demonios.



Si alguien quiere ver de qué va el sentido de las aspectos “legales” de la Ley, puede pararse un poco en los profetas. Alza tu voz en cuello, no te detengas… Que me buscan cada día y quieren saber mis caminos [de estos, la cristiandad llena], como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios y quieren acercarse a Dios… He aquí en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente… ¿Llamaréis esto ayuno y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en tu casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? [Casiodoro pone “no te escondas de tu carne”, muy bueno.]… Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad, y si dieres tu pan al hambriento, y saciares el alma afligida, entonces en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.” (Isaías)



Gracias a nuestro Dios, que nos ha redimido y puesto en este camino, desarraigados de nosotros mismos y enraizados en el árbol que da frutos. Libres del código legal de condenación para servir en la libertad.



Con las leyes de Dios en nuestro corazón, queriendo su justicia, aborreciendo la nuestra. Mirando un futuro cierto y de triunfo, mirando su poder y su Espíritu, que ha deshecho nuestras fantasías carnales. Liberados de la esclavitud de nuestros propios caminos, de nuestra voluntad y de nuestra palabra, para ser suyos. Para ser suyos.



 



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