La vida pasa y nos vamos poniendo viejos

La cabeza archiva recuerdos, miles de recuerdos, significante e insignificantes. Los guarda en sitios minúsculos del cerebro, en pequeños cajones donde quedan archivados largo tiempo, algunos permanecen toda la vida, perennes, imperecederos, otros se van despeinando con el paso de los años, pierden su barniz inicial y se vuelven ocres cuando intentas evocarlos y no poseen vigor para ser traídos del pasado al presente.

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Omitimos recuerdos para que no nos dañen en la actualidad que vivimos, les cerramos la puerta de la remembranza dejándolos fuera para que se hielen de frío, no siempre conseguimos cortar vínculos y aunque pretendemos vanamente darles esquinazo, sabemos que están ahí, acechándonos en sueños, perturbando nuestro presente, observándonos desde el ayer.

Pasar con demasiada frecuencia por el sendero del pasado hace que el presente no sea vivido con la intensidad que merece. Es por ello, que en estos momentos estoy comprometida con mi presente, con el ahora que vivo, con el día de hoy. Me propongo dejar latir cada día con actitud positiva, disfrutar en medio de la adversidad y conseguir que la jornada porte su propio color, sabor y aroma. Atesorar instantes, grabarlos en mi memoria y dejarlos ahí, bien guardados, para hacer uso de ellos cuando el transcurso de la vida me de un traspiés y resulte gravoso seguir caminando.

Me propongo declamar para mis adentros la letra de una preciosa canción de nuestro recién fallecido Pablo Milanés; ese grandullón trovador que tan bien enarbolaba frases y las expandía al aire al son de su preciosa voz. 

La recito conociendo la verdad que esconde, la certera realidad de que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos.