Un gesto simple plagado de cariño

En cuanto la ve llegar abandona el asiento que durante horas ha ocupado. Tomándola de la mano la sitúa frente a él cuajando un beso en su mejilla e instándola a que permanezca de pie mientras él se inclina para atarle el desatado cordón del zapato. Ella, como una niña mimada, se niega a quedarse un instante más de pie y deja caer su cuerpo en el asiento de la desangelada sala de espera. Tras unos minutos, él saca de su bolsillo un peine que desliza por los crespos y blancos cabellos de ella, alisándolos con el cuidado que pondría una madre al desenredar el pelo de su hija.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Las tres personas que observamos la tierna escena nos vemos obligados a esbozar una sonrisa, un pliegue de labios en los que está implícita la palpitación que esa pareja de ancianos nos ha provocado. Un sentimiento de dulce emoción ante un acto que ha sido realizada con sencillez, con la única pretensión de cuidar al ser amado.

Las imágenes tienen la facultad de quedar grabadas en la memoria y retornar cuando, sin ser o siendo requeridas reaparecen en el presente. Ellas nos muestran la simplicidad de un momento al que le sobran palabras. Exponen una gama de sentimientos inusitados e inimaginables.

La ternura expresada en aquella sala me hace corroborar que la verdadera belleza es visible para aquellos que saben apreciar los matices que la componen. Que estar alerta, vigilante, hace que recibas de forma sorprendente los destellos de lo rutinario que pasa desapercibido ante ojos distraídos que no logran visualizar lo hermoso.

Un simple gesto, una mirada, una tibia sonrisa puede hacer que tu día tenga una tonalidad distinta, que la ternura te visite y consiga hacerte cosquillas en el corazón.