El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Contra todo pronóstico asumieron que debían ser ejemplo, a pesar de su inexperiencia, debilidades y escasa formación.
La insistencia de la obra de los Trenchard en la Palabra y el testimonio, ayudó a las iglesias emergentes y supervivientes a cobrar una nueva confianza en el Evangelio.
Percibamos el valor de llevar a la praxis las instrucciones que Dios nos da sobre la hospitalidad, el amarse, la misericordia, la compasión.
Ningún tema planteado en Alétheia debe resultar oscuro para el lector “de a pie”, y al mismo tiempo, deberá ser interesante y útil para el lector más especializado.
Hagamos el papel de mediadores para que los países implicados trabajen en el cumplimiento de los compromisos que adquirieron en el año 2000.
“Millones de niños son explotados laboralmente o convertidos en soldados o esclavos sexuales. Como cristianos no podemos mirar hacia otro lado”, dice la directora de la publicación, Jacqueline Alencar.
Si la Navidad se ve desprovista del milagro de la encarnación del Hijo de Dios, entonces es una fiesta vacía.
La iglesia no puede declararse fuera de la historia de sufrimiento del mundo porque fue allí donde su Señor se encarnó, vivió y fue crucificado entregando su vida.
El papel de la Iglesia es sacrificial, pero en el primer mundo es algo que cuesta de entender por cuanto vive en un relativo bienestar.
“Para que nuestra salvación sea un hecho consumado, hay que ir al pie de aquella preciosa Cruz y apropiarse por fe y con arrepentimiento de ese sacrificio; eso es lo que hace que Él sea nuestro Salvador Único y personal”.
La misión es integral: hablar de salvación es hablar de liberar el alma, pero también de liberar el cuerpo, la mente, el corazón.
No existe verdadera autoridad espiritual - decía Bonhoeffer - sino en el servicio de escuchar, ayudar, soportar a los otros y anunciarles la palabra de Dios.
Jesús vino para darnos esperanza, y nosotros le aparcamos en el belén, sin pensar que este nacimiento permitió su pasión, su resurrección, y que ya no viviéramos en condenación.
Jesús no sólo reconcilió al hombre con Dios, sino al ser humano consigo mismo, trayendo nueva visión de la mujer, de los niños, de la forma de ejercer autoridad.
Jesús no vino a aparentar nada ni hizo jamás distinción entre personas, y seguía un principio que sigue hoy también: visita y atiende a quien le abre su casa, su corazón.
¿Por qué vino Jesús como un ciudadano de a pie, “sin casa ni cuna”? Para conquistar el corazón de hombres y mujeres como nosotros, sin alarde ni pretensión-
En vísperas del V Centenario de su nacimiento.
En la iglesia estándar de nuestro tiempo los creyentes no tienen preparación bíblico-teológica.
Aprecio la participación de los evangélicos en política, pero de ninguna manera constituyendo partidos evangélicos. La ética y la moral protestante debe ser el fundamento de su participación.
La dimisión sistemática de los valores cristianos de la vida pública y privada en Europa lo ha convertido en un árbol que parece que está bien, pero por dentro está podrido y hueco.
La iglesia evangélica contemporánea agoniza porque ha dejado de creer en el poder que la Palabra de Dios tiene para dar vida espiritual, y en lugar de predicarla se dan testimonios o consejos terapéuticos de autoayuda.
La pobreza está detrás de la explotación sexual que sufren miles de personas. Sophia Loibl lo sufrió en su propia experiencia y hoy impulsa un centro de acogida y rescate en Bangkok, una de las capitales de esta forma de esclavitud.
La comunidad cristiana que llama a su pastor tiene la obligación de velar por él también, y en esa obligación el pastor debe de rendir cuentas ante quien se debe, que es su iglesia.
El caso del pastor Atilano Coco fue el detonante para que Miguel de Unamuno actuara de manera diferente.
Una de las experiencias más hermosas de exponer las Escrituras cada domingo es ver la eficacia del poder de la Palabra transformando vidas, familias, y aun barrios enteros –redimiendo, en efecto, nuestra comunidad.
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