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Protestante Digital

 
¿Quién es Jesús? VII
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Pedro Puigvert: Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres

El papel de la Iglesia es sacrificial, pero en el primer mundo es algo que cuesta de entender por cuanto vive en un relativo bienestar.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 25 DE ENERO DE 2015 08:20 h
Pedro Puigvert.

Hoy hablamos con Pedro Puigvert, Presidente del Centro Evangélico de Estudios Bíblicos (CEEB), del cual es graduado en Teología. Puigvert es Bachiller en Ciencias Bíblicas, ha realizado estudios de Hebreo y Teología Sistemática en la Escuela de Teología de la FIEIDE y prepara su tesis para obtener un Máster en Ciencias Bíblicas en el CEIBI. Colabora en diversas revistas evangélicas como Alétheia, Edificación Cristiana y Pueblo Protestante. Ha publicado comentarios sobre libros bíblicos en las Notas Diarias de la Unión Bíblica. Es anciano de la Asamblea de Hermanos de la Av. Mistral 87 de Barcelona.



Continuamos hablando de nuestro amigo Jesús. Jesús el que se humilló y se hizo siervo de todos. Y servir conlleva sacrificarse, implicarse, ensuciarse, llenarse los pies de polvo. Dijo que no había venido para ser servido sino para servir: y lo cumplió. Llevó esto hasta las últimas consecuencias, como dice en Efesios: "se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz...". Nos estaba señalando la responsabilidad del cristiano en el mundo. De la Iglesia en el mundo.



 



Pregunta.- Si hoy Jesús le preguntara, ¿quién crees que soy yo? ¿Qué le respondería?



Respuesta.- Además de la respuesta revelada por el Padre a Pedro, le diría que es mi Salvador y Señor, el Dios-Hombre y como en la visión de Juan en Patmos le adoraría postrado a sus pies. Mi imagen de Cristo hoy, es la del Hijo del Hombre glorificado.



 



P.- ¿Cómo y cuándo lo conoció? ¿Es para usted un amigo?



R.- Conocí a Cristo mediante la lectura del las Escrituras, entendiendo el verbo conocer como una experiencia de conversión, porque evidentemente sabía quién era Jesús. Cuando me convertí al Evangelio, no había escuchado nunca una predicación evangelística, aunque asistía al culto por las mañanas. Antes de terminar la lectura del NT y parte del AT, me entregué a Cristo. Para mí Jesús es más que un amigo, es el Maestro al que humildemente pretendo seguir como discípulo suyo.



 



P.- ¿Hay evidencias históricas del paso de Jesús por la tierra? ¿Podemos los cristianos hablar de un Jesús histórico?



R.- Creo que hay muchas más evidencias históricas documentadas fiables de su paso por la tierra que las que pueda haber de algunos personajes ilustres de los que se da por descontado que existieron. Los evangelios son documentos históricos y el Jesús de los evangelios es un personaje histórico del que dan testimonio tanto sus amigos como sus enemigos. Además, su venida a la tierra ocurrió en una época determinada de la historia humana que viene refrendada por documentos externos al cristianismo e incluso su misma existencia está confirmada por otros documentos aparte de los evangelios. Podemos hablar de un Jesús histórico sin necesidad de descubrirlo debajo del que, supuestamente, es el Cristo de la fe elaborado por la Iglesia, según piensan algunos. Aunque los evangelios no son biografías en el sentido moderno, sí tienen un doble objetivo: conocer la verdad de la historia de Jesús (Lc. 1:4) y para que creamos que Jesús es el Cristo (Jn. 20:31).



 



P.- ¿Por qué decimos los cristianos que Jesús es nuestro Salvador personal?



R.- Porque los seres humanos, como pecadores estábamos perdidos, tanto en el sentido de extraviados como el de corrompidos, todos tenemos necesidad de un Salvador personal. El nombre de Jesús significa Salvador porque vino a salvarnos de nuestros pecados (Mt. 1:21). Para poder ser nuestro Salvador, debía ser Dios y Hombre; como Dios porque su salvación tiene carácter eterno y como Hombre porque podía identificarse con nosotros a excepción del pecado. Todos aquellos que creen en él y en su obra redentora reciben gratuitamente la salvación. Un autor anónimo lo expresó magníficamente con estas palabras: “Bajó del seno del Padre al seno de una mujer. Se vistió de humanidad para que nosotros pudiéramos vestirnos de divinidad. Se hizo el Hijo del Hombre para que nosotros pudiéramos llegar a ser hijos de Dios. Nació contra las leyes de la naturaleza, vivió en pobreza, fue criado en oscuridad. No poseyó riquezas ni utilizó influencias. En su infancia asustó a un rey; en su adolescencia, desconcertó a los doctores; en su madurez, subyugó el curso de la naturaleza, caminó sobre las olas y sosegó el mar embravecido. Curó sin medicinas a las multitudes y no requirió emolumentos por sus servicios. Nunca escribió un solo libro, pero en las bibliotecas de todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse de él. Nunca compuso un cántico, pero su persona ha servido de tema de inspiración para más cánticos que los de todos los compositores juntos”.



 



P.- ¿Cómo puedo explicarle a una persona que no le conoce, que fue enviado por Dios para salvarle?



R.- En primer lugar, exponiéndole la singularidad y la sobrenaturalidad de las Escrituras y como estas son la Palabra de Dios. Por medio de ellas tenemos la revelación divina y como estas enseñan el plan de Dios para la salvación del hombre. Y para llevarlo a cabo Dios envió a su Hijo al mundo, Jesús, para realizar el plan preparado desde la eternidad según el determinado consejo y anticipado conocimiento divino. Acontecimiento y palabra han de ir juntos como señala el apóstol Pablo: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. (1 Co. 15:3-4). Su muerte, sepultura y resurrección son acontecimientos históricos que habían sido profetizados, pero necesitaban que la palabra explicitara estos hechos: Jesús fue enviado por Dios para morir por nuestros pecados y salvarnos de la condenación eterna.



 



P.- En las Escrituras dice que Jesús es el intermediario entre Dios y los hombres. ¿Por qué piensa que muchos cristianos buscan otros intermediarios dejándole de lado?



R.- El ser humano siempre ha sentido la necesidad de buscar mediadores para acercarse a lo sagrado. De ahí la función sacerdotal que existía en las religiones antiguas; incluso en Israel, la figura del sacerdote era fundamental para presentar los sacrificios a Dios. Sin embargo, con la venida de Jesús, todo cambia porque él es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Ti. 2:5). El sacerdocio ya no pertenece a una familia, sino que el nuevo pueblo de Dios se ha convertido en un reino de sacerdotes (1 P. 2:9, Ap. 5:10). El hecho de que en el catolicismo haya un orden especial de sacerdotes, viene dado por la reproducción del sistema levítico con la introducción de un sistema sacramental. “No obstante, la liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón y en el servicio de los levitas, así como en la institución de los setenta ancianos (Nm. 11:24-25), prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1541). Por otro lado, la Iglesia (léase católica) es también mediadora (Ibíd. nº 846). Asimismo, los santos, en virtud de sus méritos adquiridos en la tierra… “Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad” (Lumen Gentium 49). La mediación de María, según la doctrina católica “brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia” (Ibíd. 60). Resumiendo: el catolicismo tiene dos tipos de mediación aparte de la sacerdotal; una principal, la de Cristo, y otras secundarias, como la Iglesia, María y los santos que gozan de la visión beatífica de Dios. Todo esto en el plano doctrinal, luego en la práctica, María ocupa el primer lugar, porque en España, el catolicismo no es cristianismo, sino más bien marianismo. En un país con un alto índice de analfabetismo bíblico, las imágenes tienen mucho poder de penetración en la mentalidad popular.



 



P.- ¿Cuál fue la misión que se le encomendó al bajar a este mundo? ¿Es integral esta misión, es decir, incluye las necesidades básicas del ser humano, desde su necesidad de Dios, pero también su necesidad de alimento, educación, salud, relaciones, amor...?



R.- La misión de Jesús al venir a este mundo está bien definida por él mismo: Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mr. 10:45). Efectivamente, la misión de Jesús es integral, es decir, tanto en el plano vertical como en horizontal. No solo dio su vida en la cruz, sino que a lo largo de su ministerio estuvo constantemente haciendo bienes, sanando toda enfermedad y dolencia de los necesitados, dándonos ejemplo de ello. Además dejó muy clara nuestra responsabilidad social cuando afirmó: porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí (Mt. 25:35-36).



 



P.- ¿Por qué piensas que Dios le envió como si fuera cualquier ciudadano de a pie... Se esperaba a un rey poderoso que acabara con el yugo romano...



R.- Para poder salvar al ser humano debía identificarse con nuestra humanidad. Si hubiera nacido en el palacio de Herodes se le hubiera equiparado con una clase social y política determinada de Israel. Las armas de Dios para establecer su reino en este mundo no es mediante el poder militar o la lucha armada, sino por su Espíritu, como se le dijo a Zorobabel, en relación con la construcción del templo (Zac. 4:6). La idea de un mesías guerrero libertador se había forjado en la apocalíptica judía de la época intertestamentaria, pero no en la revelación del AT, en que el mesías aparece como un niño, nacido de una doncella en una ciudad casi insignificante de Judá. Sería siervo, daría su cuerpo a los heridores, despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto y menospreciado.



 



P.- ¿Por qué piensas que Jesús pone como ejemplo a los niños en medio de una sociedad que los ignoraba?



R.- Por las características del niño que lo hacían apto para una analogía. El niño es antes de todo un ser dependiente desde la cuna hasta que puede valerse por sí mismo sin necesidad de vivir a cuenta de los adultos; esta dependencia genera confianza en aquellos que se responsabilizan de cuidarlo. En una sociedad como la del siglo I en que los niños no contaban, Jesús reivindica el papel del niño y lo pone como ejemplo de lo que el ciudadano del reino de los cielos debe hacer para entrar en él, volverse como un niño.



P.- Mucha gente piensa que esa actitud choca con las situaciones injustas que se suceden en el mundo: pobreza, llanto, violencia, corrupción, desastres ecológicos... ¿Qué podemos decirles?



R.- El hecho de depender de Dios no implica inacción o debilidad de parte del cristiano. Estas situaciones injustas son producidas la mayoría de veces por el hombre que vive de espaldas a Dios, porque no hay temor de Dios en el mundo. Precisamente, allí donde un hijo de Dios, bajo la dirección de su Señor, trabaja para paliar el sufrimiento humano, allí está Dios obrando. No olvidemos que Dios es no solo el Creador, sino también sustentador de todo el universo. Sin embargo, la actuación del hijo de Dios está en sintonía con la voluntad divina revelada en las Sagradas Escrituras y trabaja a favor del prójimo por vocación, inspirado por el ejemplo de Jesús.



 



P.- ¿Qué significan las Bienaventuranzas pronunciadas por Jesús? ¿Quién es el hombre citado en las mismas?



R.- Se han dado varias interpretaciones, pero considero correcta la que afirma que se trata de una descripción perfecta de la vida del reino de Dios y sus principios son para los súbditos de este reino, los cristianos de todos los tiempos. Precisamente en las bienaventuranzas hallamos varias referencias al reino de Dios y la primera de ellas anuncia el reino como don a los pobres en espíritu, a los que nada tienen ni pretenden de Dios. Cada bienaventuranza empieza con el término que significa “felices” o “dichosos”. Lo que sigue expresa el verdadero carácter del cristiano, por eso alguien ha sugerido que deberíamos definirlo así: “es la clase de persona que debería ser felicitado o la clase de ser humano que hay que envidiar, porque solo él es verdaderamente feliz”. La felicidad es la gran búsqueda del ser humano y resulta trágico ver las formas que tienen algunos para alcanzarla sobre todo porque la conciben al modo griego como la ausencia de problemas y la confunden con el placer. Uno puede gustar todos los placeres, ser inmensamente rico, carecer de problemas graves y no ser feliz. Ahí radica precisamente el engaño del pecado: ofrece felicidad y conduce siempre a la desdicha. Contempladas las bienaventuranzas globalmente proporcionan algunas enseñanzas primordiales: todos los cristianos han de ser tal como se describe aquí; no es que se trate de unos cristianos excepcionales, sino que el verdadero carácter cristiano es precisamente este.



 



P.- ¿Cómo podemos vivir las Bienaventuranzas aquí y ahora?



R.- Todos los cristianos deben reunir todas las características que se mencionan, de la misma manera que todos los cristianos deben manifestar el fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23). Ninguna de las descripciones corresponde a la tendencia natural del ser humano, ya que solo son posibles por la gracia y la acción del Espíritu Santo y señalan la gran diferencia entre el cristiano y el incrédulo.



 



P.- ¿Se comprometió Jesús con la realidad que le tocó vivir?



R.- Si hay alguien en el mundo se comprometió con la realidad de su tiempo ese fue Jesús. En el ámbito religioso había mucha corrupción e hipocresía, de manera que denunció a los fariseos por su contradicción entre lo que enseñaban y lo que practicaban, sacó a los cambistas del templo que proporcionaban pingües beneficios al sanedrín al haberlo convertido en una cueva de ladrones; en el ámbito social, las necesidades del pueblo eran múltiples y tuvo misericordia de las gentes, soliviantando a los escribas y fariseos por sanar en el día del reposo. Sin embargo, cumplía perfectamente con el principio: misericordia quiero y no sacrificio (Os. 6:6). En el ámbito político, vivió en una nación que estaba ocupada por los romanos, pero no hizo uso de la violencia ni de su poder (su reino no es de este mundo, Jn. 18:36, podía haber orado al Padre y recibido más de doce legiones de ángeles, Mt. 26:53). Sin embargo, marcó claramente las diferencias entre los reinos de este mundo y el reino de Dios (Dad, pues, a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios, Mt. 22:21).



 



P.- ¿Fue una estrategia el renunciar al poder que poseía? ¿Cuál fue su alternativa al dominio y poder en este mundo?



R.- En realidad tenía un objetivo bien definido por el que había venido a este mundo. Después de decir a Pilato que mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para yo no fuera entregado a los judíos; apostilló: Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. El reino de Jesús tiene un origen celestial, su naturaleza es eterna. Jesús vino en humildad para cumplir con la obra que el Padre le había encomendado y esto incluía la muerte, porque la única solución para quitar el pecado era el sacrificio de sí mismo en ofrenda a Dios. Sin embargo, un día volverá y entonces establecerá su reino glorioso y todos sus enemigos serán puestos por estrado a sus pies, en la consumación de todas las cosas.



 



P.- ¿Cómo encaja en lo anterior su muerte y posterior resurrección? ¿Cuál su importancia para el hombre?



R.- Si bien la muerte puede parecer un fracaso, mediante ella destruyó al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo (He. 2:14) y en consecuencia librar a todos los que por temor a la muerte estaban durante toda su vida sujetos a servidumbre (He. 2:15). Pero no quedó encerrado en una tumba, sino que salió triunfante de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella (Hch. 2:24).



 



P.- Podemos concluir que el hombre es de suma importancia para Jesús, el Hijo, y para el Padre que lo envió. ¿Cómo debe entonces ser el papel de la iglesia frente al hombre y todas sus necesidades?



R.- Sí, porque vino a socorrer a la descendencia de Abraham, no a los ángeles (He. 2:16). Por tanto, Dios coloca al ser humano caído en una posición especial por cuanto tiene el objetivo de reconciliarle con él por medio de la muerte de Cristo en la cruz. Claro que el precio que pagó fue muy alto, aunque la salvación es ofrecida por gracia por medio de la fe. La Iglesia, el conjunto de los redimidos, debe vivir en la tensión entre la crucifixión y la vida según el modelo de Cristo. Ofrecerse al hombre en sus necesidades pagando el precio de ello, pero encontrando al mismo tiempo la satisfacción de una vida de servicio por el Señor a favor del prójimo. En muchas partes del mundo la Iglesia experimenta esta tensión y sufre en su carne las consecuencias. El papel de la Iglesia es sacrificial, pero en el primer mundo es algo que cuesta de entender por cuanto vive en un relativo bienestar. De esto se resiente también el testimonio que debe dar al mundo.



 



P.- ¿Cuál debe ser la respuesta del hombre?



R.- El llamamiento divino es a reconciliarse con Dios, porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co. 5:14-15). Pablo, con estas palabras nos muestra el efecto práctico que la muerte de Cristo debe tener en la vida de sus seguidores. Sobre esta base podemos rogar a todos los hombres que se reconcilien con Dios. La respuesta del hombre es venir a Cristo en arrepentimiento y fe, por su vida debe mostrar que es una nueva criatura.



 



P.- Se acerca la Navidad... Veo grandes preparativos. ¿Hemos entendido su verdadero significado?



R.- La celebración del nacimiento de Cristo por la sociedad occidental es una forma actualizada de reminiscencias de las saturnales romanas, con la que existen notables paralelos. Eran unas fiestas bastante similares a la Navidad de ahora. Eran días de vacaciones generalizadas en que se celebraban sorteos, las guerras se interrumpían temporalmente, los esclavos podían sentarse en la mesa con sus amos y a los ciudadanos romanos les gustaba felicitarse por las calles y regalarse pequeños objetos entre los que se encontraban los juguetes para los niños. El intento de sacralizar lo pagano no ha triunfado, pues lo ancestral acaba por volver a imponerse. El que debiera ser el gran protagonista de la Navidad, Jesús, recordando su venida a este mundo para salvarnos, queda enterrado bajo montañas de colesterol, alcohol, luces de neón, música estridente, campañas de ventas de los productos más inusitados, jolgorio efímero por un billete de lotería premiado y demás inventos para desequilibrar el presupuesto familiar. Como anécdota, puedo contar que en la última empresa secular en la que trabajé antes de mi dedicación a todo tiempo a la Obra del Señor, como es habitual en las empresas se compraba un número de lotería, pero antes se preguntaba a cada empleado cuanta cantidad quería. El jefe de personal se fue al despacho del director con la lista porque este quería ser el último y jugar más que nadie. Al leerla se dio cuenta que al lado de mi nombre no había ninguna cantidad y preguntó: “¿Qué no se lo han dicho al Sr. Puigvert?”. “No hace falta, respondió el jefe de personal, él no juega”. Alarmado, el hombre me hizo llamar a su despacho y su pregunta fue: “¿Su religión le prohíbe jugar a la lotería?”. No, señor, le repliqué, mi religión no es un catálogo de prohibiciones de lo que debo y no debo hacer. Yo no juego a ningún juego de azar, por mis principios extraídos de la Palabra de Dios, porque entre otras cosas, en el fondo de lo que puede parecer algo sin importancia está el amor al dinero y la Biblia me enseña que es la raíz de todos los males. Como yo era el jefe de contabilidad, le solté un sermón sobre el significado del dinero y su uso según la Biblia. Escuchó, muy atentamente, y al final me dijo: “Estoy de acuerdo con usted, en todo esto, pero lo siento, yo tengo que jugar…”.



 



P.- ¿Cómo se celebra la Navidad en su casa?



R.- La evocación festiva, sin grandes alharacas, queda superpuesta por la coincidencia con la celebración del cumpleaños de mi esposa. Más o menos como un domingo cualquiera del año con algún pequeño extra en la comida. Salvo unos pequeños adornos en la mesa, no hay tampoco signos externos que manifiesten la tradición (el árbol u objetos de gala). Es más importante repasar los textos bíblicos relativos a la venida de Dios el Hijo al mundo y ahondar en su sentido espiritual. Como todos los domingos de adviento, en la iglesia, el sermón dominical matutino es la exposición de algún aspecto de la venida de Cristo, además del cuarto domingo por la tarde, me da pie a descubrir nuevos matices para la reflexión, aparte de los dos sermones que este año he preparado.



 



Finaliza la entrevista. Gracias, Pedro, por el tiempo dedicado y por sus profundas reflexiones sobre Jesús.


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

LOGOS
27/01/2015
09:28 h
2
 
Querido Pedro: Muchas gracias por tus comentarios, como siempre tan bien argumentados en la palabra del Señor. En la Biblia encontramos la base de nuestra fe, y es en ella que Dios se nos revela en plenitud. Un abrazo.
 
Respondiendo a LOGOS

EZEQUIEL JOB
25/01/2015
03:00 h
1
 
Excelente hombre de Dios el hermano, Pedro Puigvert, presenta como "Señor" a Cristo. Sin embargo, el presentador habla de Cristo como "amigo", hay gran diferencia entre "amigo" y "Señor", si El nos llama "amigos" (Juan 15:14), nosotros debemos llamarle "Señor Jesús" (Rom14:9)(1Cor12:3), en ninguna parte de las escrituras los Apóstoles le llaman "amigo" Jesús. Lo digo en el amor del Señor. Otro hecho que vengo verificando es que los que estudian y leen personalmente La Biblia, son mas convencidos
 



 
 
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