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Teresa de Jesús, una mujer de nuestro tiempo

En vísperas del V Centenario de su nacimiento.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 30 DE NOVIEMBRE DE 2014 06:00 h
Teresa de Jesús Teresa de Jesús. Óleo de Miguel Elías.

Paseando por este Siglo XXI, he aquí que rondaron por mi pensar preguntas acerca de las grandes proezas que hubiera realizado, hoy, Teresa de Ávila (1515-1582), la mujer emprendedora y reformadora dinámica en los difíciles tiempos del siglo XVI; pletórico de los Autos de Fe, de las censuras por su condición de mujer con ansias de reformar la Iglesia.



Ante tanta obra realizada aquí y allá para implantar en otros un acercamiento a ese Jesús con el que había llegado a tener una comunión muy íntima, me imagino lo que tuvo que padecer para no desistir, ya que incluso los que la apoyaban se sintieron avasallados ante su ímpetu por extender la Obra en la que se sentía llamada por su Señor, creyendo firmemente que nada lograría si su confianza en sí misma no disminuyese en favor de Él. Una mujer que consiguió, a fuerza de ser tallada por su Dios, alcanzar la humildad, pero no aquella que da oscuridad y aflicción, sino aquella que es verdadera, que no desasosiega el alma y no viene con alboroto, como decía ella. Así lo expresó, parafraseando a Pablo de Tarso: "Díjome el Señor estas palabras: 'Deshácese toda, hija, para ponerse más en Mí; ya no es ella la que vive, sino Yo. Como no puede compreender lo que entiende, es no entender entendiendo".



Y es que después de una larga serie de crisis para conseguir tener una verdadera relación personal con su Dios, como se comprueba al leer sus Moradas, sin rituales ni tradiciones más que el deseo de servirle, consiguió adquirir la fortaleza que le permitió transitar por un camino que le estaba vedado como mujer. Y toda esa etapa de preparación, de prueba, dio su fruto. Dícese que más tarde Teresa de Ahumada inició su carrera como escritora, dando testimonio de sí para provecho de otros.



Teresa de Cepeda escribe con una escritura fresca, sencilla, plagada de figuras cotidianas, semejándose a las parábolas que el de Nazaret utilizó para que le entendieran los de su época. De allí surgieron "Las Moradas", "Camino de Perfección", "Las Fundaciones", "Libro de la Vida"... Toda su escritura destila su amistad con Dios; hablara de lo que hablara, ya sea en verso o en prosa. Denota la pasión y el entusiasmo de una fe genuina que despertará la desconfianza de los inquisidores, los profesionales de la religión que temieron que otros siguieran sus pasos y se embarcaran en la Reforma que se introducía en Europa. La vigilaban de cerca. Pero también en su camino se encontró con hombres y mujeres que la acompañaron y apoyaron, entre ellos, San Juan de la Cruz.



Pero su pluma la absolvió de toda acusación porque ella tenía un Protector. Nos lo transmite a través de su poesía, de la que cito algunos versos del poema Nada te turbe (que se le atribuye): Nada te turbe, / Nada te espante, / Todo se pasa, / Dios no se muda, / La paciencia / Todo lo alcanza; / Quien a Dios tiene / Nada le falta: / Sólo Dios basta. / Eleva el pensamiento, / Al cielo sube, / Por nada te acongojes, / Nada te turbe. / A Jesucristo sigue / Con pecho grande, / Y, venga lo que venga, / Nada te espante. / ¿Ves la gloria del mundo? / Es gloria vana; / Nada tiene de estable, / Todo se pasa. / Aspira a lo celeste, / Que siempre dura; / Fiel y rico en promesas, / Dios no se muda. / Amala cual merece / Bondad inmensa; / Pero no hay amor fino / Sin la paciencia. / Confianza y fe viva / Mantenga el alma, / Que quien cree y espera / Todo lo alcanza. / Del infierno acosado / Aunque se viere, / Burlará sus furores / Quien a Dios tiene. // Vénganle desamparos, / cruces, desgracias; / Siendo Dios su tesoro, / Nada le falta. / Id, pues, bienes del mundo, / Id, dichas vanas; / Aunque todo lo pierda, / Sólo Dios basta.



Aunque pareciera que ella solo mirara hacia arriba, su vida entera muestra que también estaba anclada en la tierra y se interesaba por sus semejantes. Y no solo le importaba la salvación de sus almas, sino también la preservación de su parte física, social, sentimental... Porque para ella Dios estaba en todas partes, tal como lo dice en sus Fundaciones, cap. 5: "Pues ¡ea!, hijas mías, no haya desconsuelo, cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y esterior". Recalcando que no hay camino que "más presto lleve a la perfección que el de la obediencia".



A Teresa le importaba que cada ser fuese transformado para que a su vez pudiese transformar a otros, a fuerza de ese amor casi perfecto que iba forjando en su caminar, y que le hacía olvidar su propio contento para contentar a quien amaba. Y soportar las persecuciones, deshonras y agravios... Porque según decía: "... los soldados de Cristo, que son los que tratan oración, no ven la hora de pelear; nunca temen enemigos públicos; ya los conocen y saben que contra la fuerza que en ellos pone el Señor no tienen fuerza, , y que siempre ellos quedan vencedores y con ganancia y ricos; nunca los vuelven el rostro" (Camino de Perfección, cap. 66). Y lo dice con autoridad pues incluso había llegado a quemar un manuscrito suyo por orden de uno de sus confesores.



Ya entonces surge una mujer emprendedora, fiel administradora de los talentos que se le entregan; surge la planificadora con sus múltiples proyectos plasmados en las numerosas fundaciones que realizó en diversos puntos de España, sobre todo en Castilla. Una mujer que anota lo que entra y lo que sale de su presupuesto. Que se desvela haciendo cuentas y sufre con las exiguas sumas que tiene en su haber, incapaces de cubrir las necesidades que se le amontonaban sobre la mesa. Teresa de Ávila nos enseña las creativas estrategias para sortear a sus detractores y competidores. Incluso diría que tenemos ante nosotros a una abogada que prepara litigios y defensas de sí misma y de los que clamaran por justicia.



Y más aún, se me ocurre compararla con la mujer virtuosa del Libro de Proverbios; una empresaria de nuestro tiempo, que viaja, administra bienes y recursos humanos; atiende una casa, vela por los necesitados, se relaciona y capta recursos, es un ejemplo para los que la rodean. O más bien, sería Marta y María, las amigas de Jesús; dos en una sola. La espiritual-intelectual unida a la que cocina y limpia la casa, con la pluma en una mano y el cucharón en la otra.



Hoy, Teresa de Ahumada también podría ser esa mentora con las características que menciona el teólogo Samuel Escobar en un artículo que leí hace ya tiempo y que me encanta mencionar: "Que alguien se interese por ti como persona, que te conozca por tu nombre, que te asocie a lo que hace abriéndote oportunidades de enseñar, aconsejar, dirigir, que te reprenda o exhorte cuando sea necesario sin perder la dimensión de afecto y confianza; es esa primera experiencia de cuidado pastoral que te marca y puede despertar una vocación en ti mismo. Eso no hay libro que lo enseñe: se trata fundamentalmente de una relación, y hay personas que tienen vocación y disposición para cumplir esa tarea con otros. Cuando esa relación se da mediada por la Palabra de Dios y la presencia de su Espíritu estamos frente al corazón mismo de la vocación pastoral. Es eso lo que uno empieza imitando, viendo como el aprendiz y tratando de repetir los movimientos".



Teresa de Jesús, o de Ávila, de Alba de Tormes, de Malagón, de Sevilla, de Salamanca, o de Toledo... La todoterreno, que le daba igual ir a pie o en mula, dormir en el palacio de Monterrey o en una chabola. La de todas partes donde dejó su legado. La que se atrevió a ser transgresora de la realidad que le había tocado vivir, pues sabía que había sido enviada ahí con un propósito de seguir la estela dejada por su Señor, haciendo lo que él hacía; revolucionándolo todo. Encadenada a Él de forma incondicional, como lo expresa a sus hermanas en Camino de Perfección, capítulo 6: "No consintamos sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre; miren que, sin entenderse, se hallarán asidas, que no se puedan valer". Y lo dice en sus versos:



Vuestra soy:



Vuestra soy, para Vos nací,



¿Qué mandáis hacer de mí?



Soberana majestad,



Eterna sabiduría,



Bondad buena al alma mía,



Dios, alteza, un ser, bondad,



La gran vileza mirad



Que hoy os canta amor ansí.



¿Qué mandáis hacer de mí?



Vuestra soy, pues me criastes;



Vuestra, pues me redimistes;



[...]



¿Qué mandáis, pues, buen Señor,



Que haga tan vil criado?



¿Cuál oficio le havéis dado



A este esclavo pecador?



Veisme aquí, mi dulce Amor,



Amor dulce, veisme aquí,



¿Qué mandáis hacer de mí?



[...]



Sus palabras no se quedaron en el papel, sino que trascendieron a fuerza de dar ejemplo de servicio fiel al que le había otorgado la gracia; una gracia que no es barata pues tuvo un precio muy alto. Teresa concluyó la tarea que le había sido encomendada.



Pareciera que la imparable Teresa nos dijera a todos: "Seguid mi ejemplo como yo he seguido el de Cristo, por eso todo lo puedo en él". "Ahora puedo decir que he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe". "El Señor me dará mi corona de justicia en su día". "Si él os llama, seguidle, seguidle, pues no será en vano"


 

 


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COMENTARIOS

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ana
10/12/2014
18:28 h
2
 
Sergio Teresa fue clara no quiso dejar en ningún momento a su Madre la Iglesia fundada por Cristo (y no por Lutero). Quería reformarla como un hijo quiero lo mejor para su madre. Dió gracias poco antes de morir por haber permanecido en la Iglesia lo demás son imaginaciones sin sustento. Te invito no sólo a leer la vida de esta santa sino la de muchos testimonios de fe de los santos canonizados por la ICR como tu dices. Por lo demás excelente exposición [moderado]
 
Respondiendo a ana

sergio de lis
11/12/2014
09:51 h
3
 
Tiene puesto el velo de su santa madre la iglesia. Teresa encontró a Dios en Cristo; sus poemas nacían en su alma, entregada a su Salvador... no a la Iglesia católica. No hay la menor invención; incluso en libros editados por editoriales católicas, se refiere el proceso abierto por la Inquisición contra ella (además, ABC del pasado domingo, págs. 82-83, "El proceso que la Inquisición..."). Haga como ella: sólo Cristo salva (moderado)
 
Respondiendo a sergio de lis

sergio de lis
30/11/2014
10:47 h
1
 
Gracias por tu valiente, hermoso y desmitificador artículo, Jacqueline. Teresa es un a modo de 'lutero', que descubre, sorprendida, pero maravillada, a Dios, ¡y no renuncia a ello, a pesar del peligro! Investigada por la Inquisición, no se atrevió a dar el paso del autoexilio, como tantos otros españoles hacían. Aseguraba a una abadesa, hace tiempo, que Teresa era una 'nacida de nuevo', que no pertenecía a la ICR, lo que, claro, rechazó. Ojalá, nuestra alma se inflamara igual por el Salvador .
 



 
 
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