El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Miro al Cielo y constato, padre, lo afortunado que soy de conocer el Evangelio.
Hablamos con Patricia Saladin sobre el ministerio de 'Aviva Nuestros Corazones'.
Los “síes” del libro de la Sabiduría de Proverbios son toda una lección para saber quiénes somos y para qué vivimos.
El trabajo es un mandamiento divino, en él desarrollamos los dones y las habilidades que hemos recibido, y debemos realizarlas como buenos administradores.
El éxito, el reconocimiento y el conformismo son las palabras claves del mundo moderno.
Los animales fueron creados “seres vivientes, sintientes”, por lo que no es de extrañar que fueran salvados del diluvio.
Hay siempre un Tribunal de apelación que es, en esta tierra, la instancia de la propia conciencia y, en la otra vida, el juicio de Dios.
Al rechazar lo justo o la ley moral, padecemos no sólo porque nos propongamos hacer el mal, sino porque en principio desafiamos a una fuerza superior, la realidad de las cosas.
En todos los rincones del mundo, hombres y mujeres se enfrentan con temores que a menudo se presentan bajo extraños y variados disfraces.
La palabra ha desaparecido, se ha ido casi por completo, tanto la palabra como lo que evoca.
Que los pájaros, con su piar, nos recuerden el cuidado de la Providencia se extiende a todas las criaturas.
La risa del hombre del modernismo líquido ha perdido el temor de Dios.
Es por medio de la fe, que podemos movernos en un nuevo año de la penumbra del fiasco a la aurora de la esperanza.
Me admira que Jesús dijera: “de cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Descubro que cada 4 o 5 años cambiamos en gran parte el alma. Pocas veces he sentido tan contrastadas vivencias como las que vivo en las últimas horas de este 2016, al hacer el traspaso de datos de mi agenda.
Aterra pensar en lo que la humanidad se ha convertido olvidando las directrices del Creador, y en lo injusto y atroz de sus repartos.
Una vez más me recreo al pasear por el Evangelio según Lucas y me detengo en el relato que nos habla del nacimiento de Jesús. Me acojo al zoom que me lleva a imaginar los detalles que pudieran completar los hechos.
Dios no sólo perdona los pecados de los hombres, sino que, una vez perdonados, los olvida. Es decir, los perdona del todo.
Entre nosotros aún quedan muchos vestigios de aquellos compromisos entre el Estado y la Iglesia.
En Adviento, frente a la expectativa de celebrar al infinito que se hizo uno de nosotros, ofrezcamos el corazón fatigado y endurecido.
Es cierto que toda muerte es solitaria.
El cristiano ve su fe desde la sonrisa, la luz y el gozo y sabe crear gozo, luz y sonrisa de su fe.
“Desde el Corazón” me proponga orar por estos políticos del poder, del desorden y sus élites.
He de hablar de una de las cosas que amo: la Iglesia de Cristo. Y la amo, por cuanto ¿cómo no amar aquello por lo que Jesús dio su vida?
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