El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¿Cuánto necesitamos romper techos que nos impiden llegar a Dios?
Quisiera que mi paso por este mundo aportara briznas de esperanza.
Dios utiliza elementos espontáneos, sencillos, naturales, para ofrecernos la oportunidad de detener nuestro apresurado caminar y así descubrir belleza en parajes cotidianos.
Cuando llevas demasiado tiempo utilizando diferentes caretas, descubres que en realidad no sabes quién eres.
Dejo en sus sabias manos todo lo que me estorba, inquieta y preocupa. Soy suya, descanso en Él.
Rota, con el alma herida, se postra abatida. ¡Señor, socórreme!
Dios quiere reconstruir tu vida, transformar el pasado y poner paz donde solo existe tormento.
La vida es demasiado corta, hay que disfrutar de cada escena. Dios nos regala la oportunidad de hacerlo sin prisas.
Tú eres mi creador y para conocerme en toda mi complejidad he de mirarme en ti.
Sé que Él nunca me abandona. Susurro un verso. “Encomienda a Jehová tu camino. Y confía en él; y él hará”.
Si callo, omito lo que Dios quiere que diga; palabras prestadas que han de volar libres hacia oídos sedientos.
Huelo su cabello y rezuma olor a niña; aunque la niñez quede cada vez más y más lejos.
De rodillas, me humillo ante Él y emito mi clamor. Expongo lo que hay en mí; ese pesar que me acobarda, esa angustia que me limita.
Ese sitio de desazón en el que me hallaba lejos de la Palabra, ajena a la gracia del Rey.
Hay tres grandes gestos cotidianos que tanto hemos echado en falta.
La felicidad es simplemente una emoción, el gozo es una actitud, un fruto que se obtiene cuando mantienes una relación estrecha con tu creador.
Antes de emprender el camino hacia el sueño, permanezco atenta al suave silbido que me acaricia el alma para darme el merecido descanso.
Desde aquel Getsemaní, en las horas más angustiosas, sintió la soledad humana, el desconsuelo, el miedo. Esos momentos teñidos de ausencia los vivió a solas con el Padre.
Al enfocar los defectos ajenos con la lente de mi altivez, veo con claridad esas máculas que cubren las vestiduras de otros.
¿Cómo puedo silenciar mi agradecimiento? No debo acallar mi agradecimiento, no debo silenciar mi voz, quiero que esta fluya con denuedo.
No siempre necesitamos perder algo, alguien, para darnos cuenta de cuánto lo estimamos.
Entonces, te lanzas sin red, das un triple salto al vacío aferrándote a lo que sea con tal de sufragar una vida. Un día oyes hablar de Él y sin pensarlo te acercas.
Cuán valiosas son las palabras de ánimo que vertidas en el presente gris provocan una mejoría instantánea.
Cuesta renunciar a aquello que poseemos y tenemos querencia aun sabiendo que no nos es provechoso.
Si tuviera que destacar algo positivo de este 2020; obviando el amor y a la misericordia de Dios, me quedo con el ejemplo de mis mayores.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.