El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Se necesita el grito de la iglesia contra ese gran escándalo de la humanidad que es la pobreza, la opresión y el sufrimiento de tantos que, según la Biblia, afecta al mismo Dios.
Esta cerrazón de nuestra propia Torre de Babel suele ser maligna para con los diferentes. Renunciemos a nuestra torre símbolo de la uniformidad.
Nadie debería estar pasivo ni vacío en el seno de las congregaciones.
Necesitamos que se creen trabajadores y luchadores por la justicia y que seamos mucho más capaces de pararnos ante el prójimo que nos necesita.
En distintos lugares se ponen en marcha conferencias y cursos específicos para abordar “uno de los asuntos ideológicos más importantes del presente”, explica Francisco Mira.
Tenemos una disociación extrema y brutal entre lo que oramos, cantamos, confesamos, leemos en textos bíblicos y lo que vivimos, los compromisos que asumimos.
Las Nuevas de gran Gozo en las que creen los cristianos, deben actuar como contracultura contra el miedo que sumerge a los hombres en nichos de pesar, de depresión y de angustias mil.
Dios quiera que la celebración de la Navidad nos haya transmitido un mensaje de solidaridad humana y de amor que nos haga soñar y, al despertarnos, podamos salir de nuestros lugares de confort y lanzarnos al mundo para que estos sueños sean reales.
Es verdad que los cristianos gozamos de esa paz que el mundo no da, pero eso no significa que tampoco tengamos que trabajar por la paz en el mundo, por la justicia, por la calma, por el amor por una mayor santidad entre aquellos que creemos.
Hay veces que, ante la ausencia de mesones abiertos y acogedores, tienen que meterse papeles de periódicos u otros similares debajo de sus ropas para evitar helarse.
No caigamos en olvidos ni en dar la espalda a las violencias del mundo. Nunca debemos olvidar en Navidad estos otros tipos de violencia.
Cuatro semanas de Adviento que impregnan el calendario de esa fuerte expectación mesiánica que marca como todo un reguero bíblico.
Un manto de soledad y de orfandad puede extenderse sobre el hombre moderno o posmoderno, el hombre que reclama su independencia con respecto a un ser superior que nos ama.
No hay coronas escatológicas buscadas al margen del compromiso, de la búsqueda de la justicia y de la práctica de la misericordia.
Al Maestro quisieron hacerle rey, pero no en el sentido de una autoridad espiritual, sino en el ámbito del poder temporal.
Para Lutero, todas estas formas de expresión de ese fraile recaudador de fondos para la reconstrucción de la Basílica de San Pedro en Roma, eran robos sacrílegos impropios de la iglesia cristiana.
¿Qué participación tuvieron las mujeres en el movimiento? ¿Qué cambios introdujo la Reforma que incidieran en el papel social y cultural de la mujer? Lo comentamos con Antonio Simoni y Asun Quintana.
Dios, en la Biblia, en los profetas, nos enseña que es sordo al ritual que no va precedido de la búsqueda de la justicia y de la práctica de la misericordia.
Hoy, las crisis de las democracias pueden estar codeándose con crisis de civilización que hace retroceder a lo conseguido en nuestra historia actual.
Hoy, los gobernantes en semejanza con el Pilato de los tiempos de Jesús, nos darían palmaditas en la espalda y estarían muy satisfechos de que trabajáramos en la privacidad de nuestros templos.
Lo sagrado ya no es el ámbito, el sustrato, el magma que impregnaba la vida.
La exclusión que se da hoy es reducir a una parte del mundo a un sobrante humano para que muchos puedan vivir en un consumo desmedido y abusando de todo tipo de bienes y servicios sin límite.
¡Cuántos, incluidos muchos que se mueven en ámbitos cristianos, se someten al dios dinero, a las fuerzas satánicas de ocupar todo dejando a tantos y a tantos a la intemperie económica!
La vida cristiana no consiste en conocer estos valores como doctrina que se almacena en nuestro cerebro, sino el asumirlos como valores que hay que poner en práctica en el mundo.
La libertad, fuera de una verdad que es Jesús, que nos compromete en el seguimiento al Maestro, es una libertad sosa, sin luz, egoísta y vana.
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