Se necesitan personas que puedan ir trazando líneas originales de reflexión, líneas de valores nuevos y de compromisos para una auténtica Cultura de Paz. No importa que parezca un poco utópico.
Desgraciadamente oímos, vemos y experimentamos demasiado lo que son las guerras. En estos días las tenemos presente en las pantallas de nuestras televisiones, prensa, redes sociales. En España tenemos la sensación de que, de alguna manera, participamos también de las guerras cuyas imágenes inundan nuestras casas, cerebros y sensibilidad.
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Triste. ¡Qué lejos estamos de una auténtica “Cultura de paz”! Nos movemos dentro de los parámetros de su antagónico, una cultura mundial mediatizada por las guerras que sientan las bases de una contracultura maldita.
En este ambiente internacional en el que estamos envueltos alguien podría preguntar si, en realidad, es posible una cultura cimentada en la paz mundial. Entonces, ¿es posible una Cultura de Paz en nuestra tierra? ¿Esperan los pueblos y las gentes que una cultura de paz se asiente en los valores religiosos? ¿Existen, en su caso, valores sociales, éticos y económicos que por sí solos pudieran fundamentar una auténtica Cultura de Paz?
La verdad es que llegar en nuestro mundo a una auténtica Cultura de Paz es una especie de utopía, algo inalcanzable, pero aun así, también se pueden dar pasos que nos vayan acercando a esa utopía: Que haya unos valores culturales comunes a todas las culturas del mundo que trabajen por fomentar la paz entre las naciones y los pueblos. En estos días se ha oído mucho este mensaje de M. Montessori: “Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra”. Necesitamos educar para una Cultura de Paz.
Pueden existir ideales imposibles de alcanzar en su plenitud, utopías que se nos muestran tan alejadas que las consideramos dentro del filo de lo imposible, pero eso no es obstáculo para que trabajemos por el ideal de una Cultura de Paz en nuestra tierra, aunque las guerras sean una constante en el mundo que nunca hemos conseguido eliminar. Sin embargo, avanzar en la utopía de una auténtica Cultura de Paz, aunque solo avanzáramos milímetro a milímetro, merecería la pena. Es una necesidad mundial.
Lanzar al mundo el ideal de una Cultura de Paz que, al menos, pudiera salvar algunas vidas, la de algunos niños que tantos y tantos están muriendo en las guerras que hoy tenemos en el mundo, ya habría merecido la pena.
¡Qué curioso el avance de las civilizaciones, de la ciencia, de la ética, de la medicina, de la economía, de la inteligencia artificial y tantas otras y, en medio de todos estos avances, las guerras siguen atronando el espacio, los oídos de los humanos, la destrucción y el salvajismo. Pregunta: ¿De qué nos han servido o sirven tantos avances cuando son asesinados por la guerras miles y miles de niños, de hombres y mujeres inocentes de la población civil? Es como para pensar que vaya avance tan necio de nuestra civilización humana.
Nuestra civilización no solo es que no ha evitado la violencia económica contra los débiles ni la violencia sociopolítica, sino que no ha podido evitar el avance de los tanques, de las bombas, de las metralletas y de todo tipo de armas hasta llegar a las nucleares. ¡Qué pena todo esto para los que en el mundo intentan trabajar por una Cultura de Paz! Podría ser totalmente desalentador, pero sigue habiendo también personas utópicas que son capaces de ir creando valores y mostrándolos al mundo en las líneas de una añorada y auténtica Cultura de Paz.
Afortunadamente, al menos, se oyen hoy en el mundo muchas voces críticas contra la guerra. El clásico “No a la Guerra” ya es un icono de paz, un valor de Cultura de Paz que en tantas y tantas ocasiones se grita. Espero que estos gritos vayan abonando al mundo y sirvan como levadura de paz en nuestra tierra. La violencia y las guerras en nuestras culturas no deben seguir avanzando de ninguna manera. ¡Malditas guerras!
El mundo necesita exigencias de paz. A veces me parece que aún estamos en muchos casos en las líneas de la venganza de Lamec que narra la Biblia en donde la venganza alcanzaba hasta extremos totalmente ilícitos. Qué triste que a un acto violento, aunque sea terrorista, en algunos casos se le pueda castigar con la matanza de miles y miles de inocentes, de población civil, de cantidad de niños muertos y heridos en una matanza que tampoco parece tener límites.
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Se necesitan personas que puedan ir trazando líneas originales de reflexión, líneas de valores nuevos y de compromisos para una auténtica Cultura de Paz. No importa que parezca un poco utópico. Y es cierto que las religiones pueden tener mucho que decir en estas áreas, más aún el cristianismo aunque nos llamen utópicos e ilusos. Con una vida que se pueda salvar merece todo el esfuerzo.
¿Tenemos nosotros los cristianos algo que decir ante la posibilidad de ir trabajando por una Cultura de Paz fundamentada en los valores bíblicos, en los valores del Reino? No me importaría que los cristianos fuéramos esos visionarios, esos soñadores utópicos que colaboran en la creación de una posible Cultura de Paz aunque sea paso a paso con la vista puesta en ese Dios que “corta el arco, quiebra la lanza y quema los carros en el fuego”.
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