¿Habría que inculturar el Evangelio teniendo en cuenta esta sed popular de lo religioso?
La religiosidad popular no se da por vencida. Se puede hablar de descristianización, de la secularización en el mundo o en las grandes ciudades u otros problemas con el tema religioso, pero hay algo que permanece firme y estable y, quizás, cada vez con más fuerza: la piedad popular o la religiosidad popular, En última instancia, lo que podríamos llamar religiosidad popular pugna con fuerza por abrirse un camino mu cho más amplio sin miedo a que implique la vuelta de los viejos demonios del pasado.
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Ritos religiosos populares que no quieren irse, que se encuentran apoyados por una especie de fe sacada de las entrañas del océanos de lo popular y que trabajan por estar siempre presentes en las conciencias de los pueblos. ¿Está en lucha la piedad popular contra la religión cristiana auténtica, contra la espiritualidad cristiana o se pueden compaginar ambas esferas religiosas?
¿Qué está más presente en el mundo: las manifestaciones de la religiosidad popular con la vuelta de los demonios del pasado, las brujerías, tantas y tan diversas espiritualidades que se dan más en el campo de lo subjetivo, de los sentimientos o los valores cristianos que emanan del texto bíblico como son entre otros los valores del Reino?
¿Es más peligrosa y nociva hoy el proceso de descristianización que se da en el mundo o el surgimiento de las nuevas espiritualidades que fomentan la religiosidad popular? ¿Es más dura y peligrosa la descristianización que el aumento de los rituales populares que sustentan una piedad popular que en muchos casos está alejado de la línea bíblica? ¿Quizás influye mucho la propia estética de la religiosidad popular con sus rituales que pueden evocar al pasado como si quisiera traer y actualizar danzas, costumbres y otros ritos ancestrales que, quizás, subyacen en el inconsciente del hombre?
Los cristianos, los líderes evangélicos, los evangelizadores, ¿deberían estudiar las manifestaciones de la piedad popular para reorientar el mensaje evangélico? ¿Cómo podemos poner delante del Evangelio todas esas religiosidades populares entre las cuales pudieran entrar incluso las procesiones católicas de Semana Santa y de tantas otras ocasiones que se aprovecha como para fomentar la piedad popular?
¿Es manifestación cristiana o simple religiosidad popular muchos de los rituales católicos que no solo afectan a la Semana Santa, sino también a otros rituales como las romerías, el guardar cola para besar el pie de algún santo, el poner esas cruces del mes de mayo a alguna de las vírgenes? Y así tantos otras manifestaciones populares que sustentan rituales como para fomentar un cierto pietismo que habría que analizar por si están a siglos luz de los auténticos valores bíblicos. ¿Se abusa a veces de la sencillez y de la falta de formación de tantas y tantas personas en el mundo?
¿Significa la potenciación de la piedad o religiosidad popular que, a pesar de la descristianización, la huida de tantas personas de la iglesia, la escasa atención que se presta a los valores bíblicos la religión no ha muerto? Si la palabra religión significa una religación con el creador, un unir lo roto con lo trascendente, ¿se puede llamar religión popular a todas estas manifestaciones que parecen promover cierta piedad en los pueblos?
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¿Es que, acaso, la religiosidad popular y sus ritos están mostrando que hay en el mundo una cierta sed de lo trascendente? ¿Se podría aprovechar esa sed para la evangelización del mundo? ¿Habría que inculturar el Evangelio teniendo en cuenta esta sed popular de lo religioso?
¿Esa sed, si no se sacia con la auténtica espiritualidad cristiana va a tender siempre a saciarse con las idolatrías o supersticiones idolátricas que acechan a los hombres? Hay hoy en día la valoración de magias y rituales falsos porque están de espaldas al Evangelio, o desde estas profesiones de “fe” popular es fácil introducir la verdad evangélica? ¡Cuánto hay que trabajar en todo tipo de visión o área evangelizadora!
Ojalá que los creyentes en el verdadero Dios sepamos potenciar esa sed y que la podamos reconducir por sendas de verdad.
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