Diálogo crítico con la sociedad

Para ello debemos de hacer que salten en pedazos los muros de nuestras iglesias para que nos hagamos permeables al mundo. La realidad es que los valores bíblicos están en contracultura con la mayoría de los valores que se viven y practican en nuestras sociedades. Quizás ese sea el gran reto de ese diálogo crítico que las iglesias y los creyentes deben tener. Diálogo crítico con los valores sociales en choque cultural con los auténticos valores bíblicos.

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Diálogo crítico con la sociedad. Nos podríamos preguntar si solamente debemos dar la espalda a esos valores del antirreino que gobiernan el mundo en general o si, por el contrario, debemos hacer frente a esos antivalores en una especie de lucha profética abierta en medio de un mundo en crisis. ¿Es, acaso, difícil esta decisión del mundo cristiano?

Trabajar el criterio cristiano que debe filtrar todos esos valores en contracultura con el Evangelio. Filtrarlos, pero no para eliminarlos s gritos desde los púlpitos, sino para bajarnos a la arena de la realidad en busca del diálogo. Debemos evaluar cuál y cómo debe ser nuestra presencia evangélica en un mundo injusto, un mundo que también necesita de nuestros valores, los valores del Reino y los valores bíblicos en general, para destacarlos y alumbrarlos quizás en el ámbito interconfesional cristiano.

Diálogo valiente fuera de los templos. Diálogo crítico valiente frente a los antivalores mundanos. Sin miedo. ¿Miedo a qué? Muchas veces parece que nos da miedo enfrentarnos al mundo y sus valores cuando nosotros tenemos el mayor bagaje de valores transformadores de nuestros entornos y de las sociedades modernas de espaldas a Dios. 

Nuestros valores, nuestro diálogo crítico con la sociedad, deben ser una bendición para nuestra tierra. Hay tantas y tantas ocasiones que, por cobardía o por comodidad, no los usamos y los metemos en el baúl de los recuerdos bajo siete llaves. Merecemos una llamada de atención sobre este tema tan vital. 

Diálogo crítico en compromiso radical con el mundo. Creer y practicar la espiritualidad cristiana es ya comprometerse de forma radical con los valores bíblicos. Muy pocos se sienten comprometidos con estos valores, con los del Reino, para salir a la palestra social buscando un cambio, un trastoque de valores como solución cristiana a tantas y tantas problemáticas pecaminosas del mundo que dan la espalda a todo aquello que nosotros tenemos y conocemos y que deberíamos estar esparciendo por toda la tierra como forma de extender el Reino de Dios en ella. Diálogo crítico para un real trastoque de valores.

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Muchas veces eliminamos este diálogo y, como contrapartida, nos enzarzamos en defensa de la doctrina entre nosotros de puertas adentro, defendemos a capa y espada nuestra identidad denominacional frente a otras denominaciones hermanas, hacemos esfuerzos y nos damos a la defensa de la ortodoxia, pero muchas veces lo hacemos intramuros de nuestras propias iglesias y de espaldas al diálogo crítico con la sociedad.

Otro problema para el diálogo crítico es que, en otras ocasiones, ni siquiera el mundo nos entiende al usar lenguajes casi incomprensibles para el mundo, lenguajes propios a los que nosotros sí estamos acostumbrados pero que suenan extraños para el mundo incrédulo y que, si nos descuidamos, pasamos a formar parte de esos llamados grupos religiosos iniciáticos que nos ven entrar y salir de nuestras congregaciones sin que ni los propios vecinos puedan pensar que la labor de una iglesia, de la nuestra, no es nunca privada, sino que está en función del servicio a los vecinos, al pueblo, a la ciudad y al mundo. Así no puede haber un auténtico diálogo crítico con el mundo y sus valores.

Pregunta: ¿Se puede estar así preparado para enfrentarse a un diálogo crítico con la sociedad? ¿Es que, acaso, conocemos bien las problemáticas en medio de las cuales estamos inmersos? Recuerdo una pregunta del entonces alcalde de Madrid, Tierno Galván, que nos preguntaba: ¿Qué hacéis además de reuniros? No nos ven preparados para un diálogo crítico con la sociedad y, peor aún, no nos ven como la voz, las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor.

Así, yo proclamo y pido un diálogo crítico con la sociedad frente a la posibilidad de formar guetos eclesiales a los que podemos encaminarnos. Estar en diálogo con la sociedad y el mundo aportando nuevos valores, los valores bíblicos como única solución a tantas y tantas problemáticas humanas. Que seamos iglesias del reino. 

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