El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El pastor luterano de la Zionskirche se llamaba Hans Simon. Solía ir con un jersey de cuello alto y una pipa siempre en la mano. La Stasi espiaba todos sus movimientos.
Su gracia sigue siendo más que suficiente para mí, y no lo cambiaría por absolutamente nada en este mundo.
“La gente sabe tan poco de la Biblia que el discipulado comienza mucho más abajo”, dice James Ros, líder de un movimiento regional de plantación de iglesias.
Hay otra clase de muro que es mucho más importante que los hechos de piedra y es el muro espiritual y moral que ha de circundar el corazón.
Los desequilibrios entre este y oeste persisten en cuestiones como inmigración y empleo, dicen voces cristianas en el país que abogan por “afrontar los problemas de la desigualdad”.
La disposición de acogida en el espíritu del Evangelio se está viendo menoscabada en Estados Unidos.
Nunca podré olvidar aquellas terribles imágenes de familias separadas por el Muro y los años, de modo muy especial en Navidad.
Una resolución procura borrar la historicidad judía en el Monte del Templo. Ante las protestas la directora general intenta calmar los ánimos.
Todas aquellas barreras que cortan los sueños detienen la justicia, oprimen a nuestros semejantes, promueven la indiferencia. Son muros que nacen en lo recóndito de nuestros corazones. De allí a cristalizarse en bases de hormigón hay tan solo un paso.
La Fiesta de los Tabernáculos: sentido y significado a la luz de la Biblia. Una entrevista a Shai Shemer en Génesis, por Diego Acosta García.
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