El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Vencido y humillado, el artículo 16 ha sido derrotado. La tradición ha triunfado.
Antonio Rivera García, desde hace años es autoridad de referencia en este asunto.
La confusión de la actuación y de las preguntas es síntoma de una situación sin mucho futuro.
Aquí presentaremos política protestante. Con esto no se pretende algo eclesiástico, todo lo contrario.
Nosotros estamos sujetos a la compañía de profetas y apóstoles, al conjunto de la Escritura; los otros están sujetos a la compañía de sus jerarcas.
Nuestro culto lo realizamos en Cristo, él mismo se presenta, con él nos presentamos, y somos recibidos, estamos en comunión con Dios.
Somos el templo del Señor, piedras vivas, que el Señor crea y conserva hasta el final.
Un solo síntoma: falta absoluta de respeto por lo que es público, que a todos pertenece.
La autoridad de la iglesia no está en su organización, en su estructura temporal, sino en la Verdad, que está escrita en la Biblia. Ni más, ni menos. La autoridad del Estado (dicho en plan muy general) es de otra naturaleza; en él sí que está en su estructura, en su organización.
Uno de los problemas fundamentales en la Historia del cristianismo es la enorme cantidad de dineros y bienes que se han dado a causas equivocadas.
Nuestra autoridad es el servicio en amor, bajo la autoridad absoluta del Espíritu.
La autoridad le es intrínseca a la iglesia. El problema es el mal uso de la autoridad, o la usurpación de la misma.
Que pienses que la iglesia es tu propiedad, te pone al lado del anticristo, que piensa que la iglesia es suya y se pone en el trono.
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