Aunque los bulos, bulos son, con Roca Barea tenemos un buen número de bulas, algunas del máximo estrato institucional, que califican de pieza clave para nuestra supervivencia como sociedad el libro que aquí se desmonta.
El autor, José Luis Villacañas, catedrático de Filosofía en la Complutense, hasta este libro tiene en pocos años atrás obras singulares. (Por citar dos antiguas: Ramiro de Maeztu y el ideal de la burguesía en España, (Espasa Calpe, Madrid, 2000), 494 páginas. Análisis fresco y fundamental para entender la España actual. Y La Monarquía Hispánica (1284-1516), (Espasa Calpe, Madrid, 2008), 828 páginas. Y desde cinco años atrás, entre otras, además de participación en colectivas, en 2014, Historia del poder político en España, (RBA, Barcelona), 624 páginas, lectura obligada para cualquiera que busque ver España. En 2015, Populismo, (La Huerta Grande, Madrid), 131 páginas, manual excelente sobre la identidad populista. En 2016, Teología política imperial y comunidad de salvación cristiana, (Trotta, Madrid), 718 páginas, densas, con otro formato hubiera dado para dos volúmenes. En subtítulo: Una genealogía de la división de poderes. Lectura utilísima. En 2017, además de El lento aprendizaje de Podemos, Freud lee el Quijote, o el inicio de lo que será colección de 21 volúmenes, La inteligencia hispana: Ideas en el tiempo, (Escolar y Mayo Editores, Madrid) –ya han salido los dos volúmenes primeros, “El cosmos fallido de los godos” y “Eremitas, andalusíes, mozárabes: Las sociedades ibéricas bajo el poder islámico”--, se publicó el primer volumen de Imperio, Reforma y Modernidad, del que les puse el otro día unas notas. Y así llegamos al libro que nos ocupa: Imperiofilia y el populismo nacional-católico. Otra historia del imperio español, (Lengua de Trapo, Madrid, 2019), 262 páginas.
Puede surgir una cuestión, ¿por qué un profesor, filósofo y escritor, con tal entidad y compromiso, se ocupa de una obra tan menor? Una obra, que ya calificó el autor en artículo de prensa de “basura intelectual”, ¿merece siquiera un golpe de teclado? Pues esta es la cuestión respondida, que el compromiso con la verdad requiere poner en su sitio obras como la de Mª Elvira Roca. El problema no está en los bulos que en ella se pontifican; si así fuera, pues nada, que siga la autora en la cada vez más numerosa e internacional cofradía de la santa fake. Lo importante en este caso son las bulas con las que personajes y entidades tan variadas han santificado un libro semejante. Eso sí requiere respuesta. Y se ha dado. Con coraje cívico.
Nadie espere que la autora del libro Imperiofobia y la leyenda negra, obra aquí confrontada, responda algo. Si acaso, que el autor escribe como un luterano, que ya lo dijo una vez. No responde, porque cualquier duda sobre sus afirmaciones son tomadas como confirmación de esas afirmaciones. Puede soltar cualquier burrada, nuestro autor las llama “martillazos”, y sigue adelante con sus propósitos sin inmutarse. La duda es la debilidad de los que están fuera de su imperio. Por un ejemplo, ha dicho en varias ocasiones, para defender su inquisición española, que hay que ver lo malos que son esos propagandistas protestantes o renegados ilustrados, al meterse con un tribunal tan transparente y, sin embargo, fíjense en Calvino, que quemó a 500 en unos años, y le han puesto un monumento en Ginebra. No pregunten de dónde saca eso, ex cátedra. Que su sitio, dónde está sentada, lo explica al final de su libro, y Villacañas lo refiere, se trata de que el lector que haya llegado hasta allí, solo tiene dos sitios donde colocarse: o enemigo irreconciliable, o seguidor incondicional. Yo no sé si aquí hay algo de problema emotivo de efervescencia eufórica, lo que es evidente es que tenemos un problema si queremos refutar a la autora. El trabajo del profesor Villacañas, por tanto, es doble: traernos contrastes y datos, y “ver” los argumentos de alguien que asume que no los necesita, que con su opinión y un martillo ya le vale.
¿Por qué la necesidad y el valor de un libro como el que nos ocupa? Porque, aunque los bulos, bulos son, con Roca Barea tenemos un buen número de bulas, algunas del máximo estrato institucional, que califican de pieza clave para nuestra supervivencia como sociedad el libro que aquí se desmonta. Es, por tanto, el síntoma que manifiesta la aceptación y el aplauso de una falacia tal, lo que se convierte en problema. Y nos deja el futuro con la constatación de que poderes diversos, cuya actuación es cada vez más evidente, son el pedestal de esta santa estilita. Al principio nos sonaba extraño, hoy es lugar común. Que la autora reciba la medalla de oro de Andalucía, que presente con alabanzas mutuas el libro de Alfonso Guerra sobre su idea de España, que esté con las ideas renovadas, de reconquista con la camisa nueva, con el imperio, con la unidad católica de España, y todo con gente que puede gobernar y gobierna nuestra patria, pues es un problema notable. Y no debemos callar. El actual ministro de Exteriores, y quizá futuro cargo de autoridad en la Unión Europea, recomienda la obra de Roca Barea. Se supone que también lo recomendará para sus colegas en Europa. Quizás en algún discurso les diga que por fin se está a las puertas de conseguir el antiguo brillo de Europa, ese de los sacerdotes y del catolicismo, y que se elimine la cultura “materialista e hipócrita” protestante. Eso lo ha escrito Roca Barea. Y la enfermedad (para otros será salud) que muestra es que lo firman los de derecha, media derecha, derecha vox, y parece que tantos de la izquierda cuya voz la toman de los martillazos de Roca Barea. El populismo nacional-católico es transversal.
El libro del profesor Villacañas es una lectura enriquecedora. La impresión que se tiene en sus páginas, si se recuerda la obra que confronta, es que no hay color. El manejo de datos, la seriedad, la mesura, son otro mundo en contraste con el fabulario de Imperiofobia. Les dejo hoy con estas palabras del autor, y con la invitación a vernos en otras semanas con secciones tratadas en el libro. De momento, procuren leerlo.
“Así que al final solo puedo elevar mis oraciones para que algo no tenga lugar: que alguien con responsabilidades en nuestra política exterior, o en general en nuestra política, tenga su cerebro contaminado por la bárbara mirada de este libro. Si este fruto de una cabeza digna de Steve Bannon llega a pasar a la política práctica, renovando entre nosotros el populismo nacionalcatólico y el sentido imperial del franquismo, la tragedia se cernería sobre España con un carácter tan ineluctable como la tragedia se cierne sobre el mundo a través de las acciones de una mente tan primaria y bárbara como Trump.” (p. 260)
En otras semanas, d. v., podemos encontrarnos con la identidad populista de Roca Barea y de Torras; el concepto de imperio bueno; la conquista de América; la Inquisición, y, ¿por qué no? la Reforma. (Todo son aspectos, y más, tratados en el libro de nuestro autor.)
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