El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Habéis hecho la elección más difícil de hacer en estos casos: fiaros de Dios y dar gracias en medio de toda esta tormenta terrible que estáis viviendo.
La firmeza en determinadas cosmovisiones no debería estar desligada del respeto, el equilibrio y la moderación.
Esto de la superficialidad ha pasado siempre solo que, como ahora nos toca jugar en ligas de mucho más calado, los temas son especialmente complejos y llevamos fatal lo que no es rápido o inmediato.
Nos hacemos más cercanos a las bestias conforme pasa el tiempo, más inmediatistas, más ajenos a todo lo que no sean nuestros propios impulsos.
En muchas ocasiones los virajes del día a día cotidiano y que Dios permite nos dan la posibilidad de crecer en dependencia de él.
De poco nos habla la Navidad cuando el resto del año Dios no significa nada para nosotros.
La psicología o cualquier otra disciplina no deberían nunca suplantar la acción de la Palabra y el Espíritu.
Nos sigue costando muchísimo comprender que lo que hacemos y dejamos de hacer, por acción y por omisión, tiene consecuencias.
Desde la crispación y el “calentón” difícilmente conseguiremos que brille Cristo, que era manso y humilde y cuya principal preocupación eran aquellos que estaban delante de Él.
No solo se trata de ir al lugar que Él ha ido a preparar para nosotros, en un sentido eterno, sino vivir el tránsito hasta allí desde la libertad con la que Cristo nos hizo libres,
Confiar en Él más bien significa esperar, escuchar, buscarle, procurar honrarle en ese tiempo difícil… obedecerle, en definitiva.
La gracia que Dios pone en nuestras manos cada día es, no solo sobreabundante, sino infinita en cuanto a sus recursos.
Descansemos en la realidad de que Él y solo Él sigue moviendo los hilos de aquello que parece habérsenos escapado de las manos.
Nadie tiene mejores planes para mí que Dios mismo, porque nadie me conoce mejor que Él.
La ciencia no hace más que descubrir lo que hace ya mucho está inventado por una mano y una mente superiores.
Solo el hecho de creer en Dios es un motivo de mofa, de burla, de escarnio público, un signo de pura estupidez.
Tan necesitados andamos de ilusión que estamos dispuestos a creer que tenemos alguna posibilidad de conseguir lo que se nos vende: solución rápida, definitiva, y lo mejor: sin esfuerzo.
Es necesario que nos topemos con nuestra oscuridad, para que apreciemos y seamos cautivados por la luz que puede cambiarlo todo.
Nadie más que Él podría tener el verdadero derecho de volcar Su desprecio sobre nosotros, hayamos hecho lo que hayamos hecho.
Reaccionamos con miedo ante los que nos hacen bien, porque el bien tiene un potencial y un peso en las vidas de las personas que verdaderamente asusta
Aquello con lo que alimentamos nuestra mente es lo que produce nuestra sed.
Quizá hemos de dejar de dar coces contra nuestros aguijones personales y empezar a confiar en que Dios nos ama.
La clase política que tenemos muestra lo que no nos gusta a gran escala si es en contra nuestra, pero perdonamos y excusamos si es a escala menor y en nuestro propio beneficio.
Mirar hacia atrás en vez de hacia delante nos convierte en estatuas de sal y nos inmoviliza para lo que realmente estamos aquí: predicar el evangelio de Salvación de Jesucristo
Jesús, con un criterio evidentemente muy superior al nuestro, apeló permanentemente a la oración como forma de comunicación constante con el Padre.
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