Gobierno invisible

Érase una vez un reino gobernado por un anciano rey bondadoso y justo. Recibía de sus súbditos los tributos necesarios que les permitían vivir holgadamente. Las leyes eran rectas y equitativas para todos, fuesen ricos o pobres.

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La convivencia era pacífica y nada ambicionaban salvo cumplir con el amor y el trabajo.

Todo iba bien hasta que un detestable enemigo les invadió. Lo hizo porque no soportaba la dicha de aquel reino y no cejó hasta hacer de aquellos siervos unos esclavos sin sueldo.

Con maldad empezó a gobernar, pero la Tierra no soportaba aquel régimen impuesto.

Por la propia maldad del malo, todo estaba abocado a la destrucción, la muerte del pueblo y la enfermedad de la Tierra.

Los dictados de maldad no eran compatibles con la bondad natural e inicial de todo lo existente.

Este adversario hubo de plantearse qué cosas debía cambiar si no quería que con su poder desapareciese todo lo dominado.

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Y tuvo dos ideas lúcidas.

Primero decidió ocultarse entre sombras y ejercer un poder invisible para los dominados. Él no sería visto por nadie, al tiempo que nada escaparía al ejercicio de su poder.

Segundo que, como suplantador que era, recuperó las leyes justas del primer rey y las implementó de nuevo en la población. Su intención era que pareciese que aún gobernaba el anciano.

El beneficio fue inmediato, las gentes levantaron cabeza y una luz de esperanza se hizo sitio entre ellos.

O sea, el injusto adversario manejaba leyes justas de su antecesor. ¿Qué mayor confusión podía ejercer? Pero ni aun así las gentes eran felices.

Aunque al ver cierto orden, pensaban que estaban bien comandados, creían que eran regentados por el buen anciano.

Paradójicamente castigaba al que se saltaba la ley del anciano y premiaba al cumplidor, pero no por celo de la moral sino como pretexto para someter, dañar y extorsionar.

Esta distribución la ejercía el miserable engañador de que hablo, y lo hacía de forma aleatoria y caprichosa, trabajando incluso en las mentes de ellos.

Sí, sin lugar a duda el mundo estaba gobernado por el mal.

Pero el buen anciano desterrado tenía un hijo que envió a aquel mundo para vencerlo y deshacer las obras del ilegal.

Trabajó en los corazones de ellos dejando a la vista aquella potestad oculta y malvada, devolviéndoles la paz y libertad interior.

Pero esto no es una historia ociosa de ficción, tal ser existe hoy día, existe ese reino, y existimos nosotros potenciales sometidos al tramposo.

Jesús dijo y muchos hemos comprobado que es así “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

Conocer la verdad es salir de una mentira. ¡Y qué mentira más gorda!

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[title]Por un año más[/title]

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