La vida tenía un precio

Monumental metáfora sobre la agonía de lo espiritual en una sociedad que se ha entregado al materialismo. Obra maestra, otra más, de Martin Scorsese, uno de los más grandes cineastas de la historia del cine.

“Y les dijo: Miren, cuídense de toda avaricia; la vida de un hombre no consiste en la abundancia de sus bienes.” (Lucas 12:15) William Hale, el personaje interpretado por De Niro, seguramente conoce este versículo. Demuestra cierta familiaridad con el texto bíblico. Otra cosa es creerlo y obedecerlo, porque su vida está dedicada únicamente a acumular riqueza a cualquier precio. Si unimos la avaricia, la superioridad moral y el racismo, obtenemos su motivación. Añadimos su capacidad de influencia en los demás y el conocimiento de que siempre encontrará a quien, ya sea por miedo o necesidad, dispuesto a cumplir sus órdenes. Así obtenemos un retrato mental de los cientos de William Hale que han formado comunidades dispuestas a exterminar a otras para apoderarse de los bienes ajenos. Lamentablemente, lo que se nos cuenta y que se conoce como “El Reinado del Terror”, se parece mucho a otros crímenes que hubo antes, que están ocurriendo ahora y que ocurrirán en un futuro, porque son consecuencia directa de la condición humana. 

Estamos ante una clase magistral de cine y de antropología. Su sólido guion se basa no en una novela, sino en el libro de no ficción Los asesinos de la luna: Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI, de David Grann. Scorsese se toma su tiempo para narrar: se recrea en los planos generales para luego diseccionarlos y acercarnos a los detalles. Aporta tanta información a través de los diálogos como a través de los movimientos de cámara y las coreografías que tanto enriquecen su cine. 

De Niro vuelve a demostrar por qué es el mejor de su generación. Di Caprio, colosal, usando todo su cuerpo para dar vida a un personaje incómodo y complejo. Y la gran sorpresa, Lily Gladstone, que con su sensibilidad aporta credibilidad y sostiene el argumento. De los 206 minutos que dura, no sobra ni un solo plano ni una sola secuencia. En Los asesinos de la luna, ni la duración ni la violencia son gratuitas.

Entre los muchos momentos memorables de la película, destaca la representación del infierno que Scorsese logra en la secuencia del incendio. Tiene un tono diferente, pero la misma fuerza que Buñuel logró en el último plano de Simón del desierto. Y esas celdas Bressonianas en la prisión, que su amigo Paul Schrader podría añadir como ejemplo en su ensayo sobre el estilo trascendental.

Scorsese ya ha realizado su película más importante, no sé si es Taxi Driver, Toro Salvaje o Uno de los nuestros. Sin embargo, Los asesinos de la luna puede ser su mejor película.