El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Más que un cronista del crimen o un maestro del thriller, Scorsese es un cineasta de la trascendencia. Sus películas, marcadas por la violencia y la traición, siempre dejan abierta la pregunta por la posibilidad de la redención.
Woody Allen ha cultivado un estilo inconfundible, poblado de personajes que dialogan con la angustia del tiempo, la incertidumbre del amor y la inescapable sombra de la muerte.
Pawlikowski ha construido una filmografía que, aunque breve, es de una contundencia inusual. Su cine interroga el presente con un estilo que recuerda a los grandes maestros del cine de autor.
Haneke ha construido una filmografía desafiante, incómoda y profundamente reflexiva, que ha convertido al director austríaco en una de las figuras más influyentes del cine contemporáneo.
El cine de Tarantino no solo entretiene, sino que también plantea preguntas sobre la moralidad, la venganza y la redención.
La trilogía de Batman de Nolan no solo elevó el estándar de las películas de superhéroes, sino que también dejó una marca imborrable en el cine contemporáneo.
Alexander Payne ha construido una filmografía que se erige como un susurro íntimo en medio del estruendo.
En este siglo de avances y retrocesos, el amor sigue siendo ese idioma universal que nos une a todos, aunque cada vez necesitemos más valentía para hablarlo.
A través de sus historias, Sam Mendes explora las tensiones entre lo personal y lo social, lo interno y lo externo, siempre con una mirada precisa, profunda y, a menudo, desoladora.
Christopher Nolan ha logrado un equilibrio raro y preciado en su obra: ser ambiciosa en su contenido, arriesgada en su forma y profundamente conectada con el gran público.
El Señor de los Anillos trascendió las fronteras del cine como entretenimiento para convertirse en un hito cultural.
En esta tercera entrega del dossier nos acercamos a un creador que, en su dualidad de hombre de acción y pensador, ha demostrado ser uno de los narradores más imprescindibles de nuestro tiempo: Clint Eastwood.
El cine del Holocausto en el siglo XXI ha optado por un realismo descarnado, consciente de que el tiempo transcurrido obliga a nuevas aproximaciones. Por otro lado, el cine que aborda el comunismo del siglo XX ha preferido, en muchos casos, desmontar el aparato de vigilancia y miedo
Si el cine refleja algo de la condición humana, no podemos ignorar que lo hace desde una humanidad caída, necesitada de redención y de esperanza.
Basada en un relato de Stephen King, esta película explora los temas de la esperanza, la amistad, y la libertad interior, a pesar de transcurrir en un ambiente asfixiante, sombrío y de aparente desesperanza.
La película nos enfrenta a nuestras propias limitaciones, a la dificultad de hacer el bien en un mundo plagado de oscuridad y maldad.
El silencio en medio del sufrimiento no es un juicio de condena, sino una purificación de la fe.
Mientras en la película los pobres son un instrumento para la satisfacción de los más acomodados, el mensaje del Evangelio nos recuerda que la verdadera caridad no busca ser vista ni aplaudida.
Encarar la fragilidad humana no es algo nuevo para el Evangelio. Jesús mismo, el Hijo de Dios, encarnó no sólo nuestra humanidad, sino también nuestra vulnerabilidad más profunda.
El Evangelio de Cristo arroja una luz distinta, ofreciendo una comprensión más profunda del dolor, no como un fin en sí mismo, sino como una oportunidad para el crecimiento espiritual y la redención.
En Wonder, la bondad nace del esfuerzo humano, de una decisión colectiva de ser mejores. En el Evangelio, la bondad surge como fruto del Espíritu Santo.
Es curioso cómo el cine dialoga con el tiempo. Megalópolis es una película sobre el futuro, sí, pero hunde sus raíces en una obra escrita hace más de dos mil años.
La adaptación de la novela Too Many Men de Lily Brett nos ofrece un retrato profundo y complejo de la lucha humana frente al peso de la historia.
Hace ochenta años, Billy Wilder estrenaba Perdición, una historia donde el pecado no se esconde tras máscaras ni disfraces.
Una reseña de la película Romper el círculo, de Justin Baldoni.
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