Hay veces en las que el humor puede ayudar a expresar ciertas realidades. Esta es una idea que personalmente me cuesta, porque inevitablemente hay mucha superficialidad en la cuestión de la comedia. Sin embargo, esto no debería evitar el hecho de poder reconocer algunos intentos más que dignos por reflejar algún aspecto de esta vida por medio de la sátira y la ironía.

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La miniserie de la BBC This Country es uno de los nombres destacados en los últimos años, en este sentido. También me lo parecen la francesa OVNIs y, en menor medida, la estadounidense Space Force. Ambas incluyen una ácida visión de sus contextos políticos particulares que son interesantes, y además proveen de espacio para la reflexión sobre determinadas actitudes en el proceso de la vida.

Pero aquí me refiero a otra serie, que justo ha estrenado hace poco su segunda temporada en España a través de Filmin. Es la coproducción francesa, belga y alemana de Parlement, un relato basado en el despropósito de las instituciones europeas que busca retratar su funcionamiento tan absurdo, en muchas ocasiones. Y lo hace por medio de la figura de un joven asesor de eurodiputados, que se desenvuelve bien en el terreno de las relaciones sociales, pero que siempre camina entre los límites de la legalidad y la deontología, de lo moral y lo ético.

La serie recuerda que si el poder se relacionaba antes con personalidades fuertes y tiránicas, asociadas a una serie de valores distorsionados, como la valentía o la nobleza, ahora, más bien, es cuestión de astucia y sagacidad, de buena labia y de buen posar, y de éxito en lugar de valor.

[photo_footer]La serie es una coproducción francesa, belga y alemana. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]

La pérdida de la inocencia

Si la primera temporada de Parlement se enfoca en el descubrimiento de la institución europea, la maquinaria política y todo su funcionamiento desde una perspectiva de la inocencia del joven recién graduado que todavía no sabe nada de todo ello en realidad, en la segunda temporada ya no queda nada de ingenuo en los protagonistas.

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Muchas veces la experiencia se relaciona con eso, más con el conocimiento de cómo funcionan ciertas estructuras y el hecho de aprender a sobrevivir en ellas, que no el de conservar una convicción en cualquiera de las circunstancias en las que se viva.

La serie dibuja una línea clara en cuanto a la evolución de las actitudes de los personajes y su intencionalidad hasta cierto punto. El joven asesor que protagoniza Parlement se desarrolla desde lo que parece una irrelevancia inicial, un simple pelele del sistema, hasta una figura que va destapando sus aspectos más oscuros, con ironía (si no, no sería una comedia), como el abuso que hace de su posición, la manipulación de sus eurodiputados y su concepción a veces tan poco democrática del poder.

Descubrimos, entonces, que la ingenuidad inofensiva del principio no era tal. Y es que, muchas veces somos seres oportunistas. Culpar a las circunstancias es irrealista, pero muy pocas veces estamos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad y llegamos a creer que en otra situación hubiésemos actuado de forma diferente. Parlement muestra de una forma divertida que esto es sencillamente mentira y que lo ingenuo es aplicarnos a nosotros mismos una bondad que en realidad nunca nos perteneció.

[photo_footer]En la segunda temporada, se abandona la ingenuidad de los ideales y se pasa a una realidad más cruda que pivota alrededor del poder, aunque no sin ironía. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]

¿Dónde estabas tú?

En la serie, también hay una evolución en el argumento, que se vuelve más sofisticado en la segunda temporada. Si el hilo conductor de la primera era algo tan disparatado como el finning (el tráfico de aletas de tiburones), en la segunda se introduce la presencia de debates más relevantes en la actualidad, como todo lo que tiene que ver con la sexualidad, aunque sigue predominando la pesca.

Es en uno de los momentos de la segunda temporada cuando se menciona una cita que recoge la porción del texto entre los capítulos del 38 al 41 del libro de Job. Aunque se introduce en el transcurso de un conversación sobre la secundaria cuestión de la pesca (secundaria en cuanto a la misma serie), el planteamiento de la cita también lleva a pensar inevitablemente en la cuestión del poder. 

La pregunta: “¿dónde estabas tú?”, resuena en uno de los centros de poder del continente europeo. El simbolismo de dicha elección por parte de los guionistas cae por su propio peso. Pero es toda una declaración de intenciones para el espectador que se molesta en indagar un poco más acerca del contexto de ese pasaje. 

Entonces, el poder caótico del Parlamento se reduce a la mirada perdida del protagonista de la serie, y uno comprende que, aunque ha estado viendo una serie de ficción cómica, el deseo y la decepción por el poder han estado presentes en todo momento.

¿Dónde estábamos? Si el autor de Eclesiastés afirmaba que esta vida, separados de Dios, es una dolorosa vanidad (Eclesiastés 1:14), el apóstol Pablo, mucho tiempo después, escribe que en realidad cualquier cosa que ha sido creada y que se encuentra alejada de Dios es vanidad (Romanos 8:20). Ahí hay también un espacio para nuestra concepción del poder, la forma en la que tratamos de ejercerlo y cómo nos relacionamos con ello.