A veces tenemos la sensación de que luchamos por la verdad, hasta entregarlo prácticamente todo y reducirnos incluso al aislamiento. Pero nuestras motivaciones son otras, y nuestro corazón, lejano.
Hablar de conspiraciones en una época como la actual parece haberse vuelto ya en una constante. Si hubo un tiempo en que el concepto “filibusterismo” copaba la actualidad del debate política, la pandemia ha hecho énfasis en los de “posverdad” y “conspiracionismo”. Pero nuestra vaguedad e imprecisión a la hora de definir ideas, muchas veces acaba generando grandes etiquetas con las que catalogar de la misma manera cuestiones que son, en realidad, muy diferentes.
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El de la paranoia conspiranoica es solo uno de los elementos que hacen de la serie francesa OVNI(s) una propuesta atractiva. Cualquier crítica que no tome en cuenta su brillante puesta en escena, de época, aludiendo al final de la década de 1970, y en un esfuerzo que recuerda a la minuciosidad de Stranger things, ni su sentido del humor, clásico en el panorama audiovisual francés pero diferente de la ironía estadounidense, no hace justicia a la serie.
El esfuerzo de Martin Doulaire y Clémence Dargent, creadores de la serie, para plantear un debate agradable sobre la verdad y la posverdad, las mentiras y las conspiraciones, a través de los ojos de un ingeniero espacial que acaba dirigiendo el Grupo de Estudios de los Fenómenos Aeroespaciales No Identificados (GEIPAN, en la actualidad), tiene momentos de una elocuencia conmovedora.
No es un producto pretencioso, aunque cuidadoso en los detalles. Sobre todo en los que tienen que ver con la recreación de la época. El sentido del humor que se plasma en la serie es sincero. Parece hasta implícito e inevitable en los derroteros de la ‘investigación’ ufológica. De hecho, son los personajes que interpretan a los integrantes del centro los que hacen las mejores bromas sobre el asunto. Pero Doulaire y Dargent saben reconducir la idea (quizá es que no la pierden en ningún momento de vista) hacia una consideración más profunda acerca de la verdad: ¿de qué me sirve tener la razón si en el proceso de defenderla alejo a cualquiera que me ame y se encuentre cerca? ¿De qué le sirven sus argumentos a un ‘ente’ aislado y solitario que ni siquiera soporta el sonido de su propia voz? La cuestión es complejo y pide una reflexión más profunda para evitar caer en una respuesta superficial.
[photo_footer]"OVNI(s)" plantea un interesante juego entre lo extraño y lo irónico. / Fotograma de la película, Filmin.[/photo_footer]
En OVNI(s), una bonita idea que se ve reflejada con precisión es la de que la verdad siempre debe ser algo relevante. El problema, que también refleja la serie, es el tiempo que se pierde a veces debatiendo acerca de cuestiones que precisamente no marcan una exigencia en ese sentido (y esto no significa que las juzgue como irrelevantes). Por eso, cuando el director del Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia le dice al protagonista, el ingeniero que dirige el GEIPAN, que quiere cerrar su pequeño departamento porque es una pérdida de dinero y una inutilidad, el otro le responde con el ejemplo de la sencilla y bohemia secretaria del mismo, que está al cargo de responder todas las llamadas que reciben de lunáticos diciendo que han tenido una visión.
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La razón para la defensa de un departamento dedicado a la ufología, dice el protagonista, es, en parte, que esa joven escuche a todo ese grupo de tarados porque, de lo contrario, el Estado los perdería para siempre. Y no les falta razón a los guionistas en esta idea. En el hecho de que, una de las cosas más relevantes que suceden en la serie, no es la investigación sobre el platillo volante que se lleva a cabo, sino el trato en las relaciones, ejemplificado sobre todo por la secretaria y su ‘pastoral’ al teléfono.
Al final, es la pregunta de si una verdad que no tiene ningún impacto para nada ni nadie, realmente lo es. Y también, por supuesto, la manera en la que a veces, la expresión más relevante de la verdad es algo así como la escucha, un abrazo, una muestra de afecta, etc., antes que una declamación sonora y grandilocuente.
Es necesario que nos preguntemos acerca de la relevancia con la que vivimos y expresamos las verdades que conocemos, que creemos, no vaya a ser que demos paso a que sean juzgadas como irrelevantes demasiado rápidas. Si, inevitablemente, ya existe un alta probabilidad de prejuicio, flaco favor nos haremos (y les haremos a otros) si somos irrelevantes a la hora de compartir esa verdad que tanto amamos. El diálogo de Jesús y Pilato no deja de resultarme un ejemplo llamativo en cuanto a esto. Jesús no invierte tiempo en hacer una explicación filosófica y técnica ante el envanecido procurador, sino que se concentra en preparar la gran muestra de amor que es el gran acontecimiento verdadero de la historia (toda la historia de la humanidad es verdad ante la verdad de la cruz de Cristo).
[photo_footer]Con un reparto y una producción exclusivamente franceses, "OVNI(s)" se presenta como una de las series más destacadas del momento en el audiovisual galo. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]
Esa idea de la falta de relevancia en ‘nuestras verdades’ conduce, irremediablemente, a la segunda gran reflexión que transmite la serie. En OVNI(s) la verdad parece equivaler a la soledad, el aislamiento. Pero, insisto, no se trata de cualquier verdad, sino que más bien equivale a la razón, a la argumentación, a la victoria intelectual. Es algo vacío en sí y que no puede compararse con la cantidad de dolor que llega a generar. Además, es algo que únicamente se enfoca en lo personal y propio, no en su impacto en las otras personas.
Resulta realmente inquietante, a través del protagonista, ese momento en el que se descubre que aquellas ‘verdades’ por las que tanto se ha trabajado, han requerido quizá demasiado. Hasta el punto de que ya no aparecen como ‘verdades’, sino como torres de Babel que no conducen más que a una ilusión irrelevante y que nunca van a compartir todos. A veces tenemos la sensación de que luchamos por la ‘verdad’, hasta entregarlo prácticamente todo y reducirnos incluso al aislamiento. Pero nuestras motivaciones son otras, y nuestro corazón, lejano. En el caso del ingeniero espacial, lo que le carga con esa sensación de vacío es precisamente descubrir eso, que no ha trabajado por una ‘verdad’, sino por tener la razón.
Por eso la verdad del evangelio resulta tan impactante también. Porque no apela a nuestras capacidades de razonamiento o argumentación. No nos desafía como investigadores ni pensadores, sino que nos humilla con una declaración: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Pero también nos humilla con un acontecimiento; la cruz y la resurrección: si Cristo no ha resucitado somos pura vanidad (1 Corintios 15:14). Es relevante por sí misma. De hecho, es la verdad relevante que no puede generar vacío ni soledad tras un largo periodo de búsqueda, sino que provee en nosotros la seguridad del amor y la misericordia de Dios.
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