[ads_google]div-gpt-ad-1638483083842-0[/ads_google]

Van Gogh vuelve a estar de moda, lo cual, en una sociedad enfocada en las oportunidades de negocio, significa un tratamiento, sobre todo, comercial de su figura. Y esto, a veces, afecta al interés para aproximarse a ese nombre en concreto, lo reconozco. No obstante, en medio del movimiento de masas que se ha generado, hay producciones sobre las que merece la pena reflexionar.

Exposiciones en tres dimensiones, rutas interactivas o una película de animación emulando el estilo pictórico del mismo artista (Loving Vincent, 2017) se cuentan entre algunos de los resultados de esa marea comercial que en los últimos años ha arrastrado la historia del pintor neerlandés. Al margen de todo ello, destaca la profunda observación que hace el director de cine y pintor neoexpresionista Julian Schnabel, centrada en la obsesión y el pánico que a muchos les produce al mismo tiempo la cuestión de la eternidad, y que plasma en la figura de Van Gogh, a veces más como una preocupación personal que no de las que realmente tuvo el propio pintor en vida.

“Esta es una película sobre la pintura y un pintor y su relación hasta el infinito”, ha asegurado Schnabel, que fue nominado al Oscar en 2007 por La escafandra y la mariposa. Además del título de su película sobre Van Gogh (2018), At eternity’s gate (traducida al español como Van Gogh: a las puertas de la eternidad), el film está plagado de referencias a la idea de lo eterno. De hecho, son recurrentes los planos en los que la figura de Van Gogh, interpretada por Willem Dafoe, aparece contrapuesta al cielo, o aquellos en los que el personaje simplemente mira a la inmensidad azul que se levanta sobre su cabeza.

[photo_footer]Willem Dafoe interpreta a Vincent Van Gogh en la película de Schnabel. / Fotograma de la película, Prime Video.[/photo_footer]

Un peregrino sobre la tierra

Además de la dirección, Schnabel es también uno de los nombres tras el guion de la película, junto con Louise Kugelberg y Jean-Claude Carrière, este último guionista junto a Haneke en La cinta blanca y de Luis Buñuel en El discreto encanto de la burguesía. No es de extrañar que para alguien como Schnabel, que dice que “todos los días hace arte” y para quien “la pintura es como la respiración”, la idea de lo eterno sea tan importante.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

Su Van Gogh es el de la búsqueda de lo infinito, de lo que no acaba. Es el Van Gogh que en medio de toda su dolencia se reconoce a sí mismo como “un exiliado” y “un peregrino en esta tierra”, que a veces se siente “lejos de todo”, pero que al mismo tiempo dice “no ver más que la eternidad ante un paisaje llano”, y se pregunta si es el único que puede hacerlo. “La existencia no puede ser sin razón”, añade.

Para muchos, la idea de la eternidad representa una atracción curiosa para revestir de solemnidad la obra de sus manos, su trabajo. Cuesta pensar en la eternidad como la describe el texto bíblico, pero muchos sueñan con hacer eterna su propia historia, aunque a lo que se refieren es, en realidad, a ser recordados por unas cuantas generaciones más. Otros, rechazan la eternidad como un concepto inválido ante nuestra estructura del tiempo, pero ni siquiera pueden oír hablar de la muerte porque solo imaginan un vacío oscuro que nunca se acaba, que nunca se supera.

[photo_footer]Solo Jesús, que ya era en el principio, puede dar sentido a la eternidad para nosotros. / Fotograma de la película, Prime Video.[/photo_footer]

El reino eterno

Me pregunto hasta qué punto este panorama general tiene que ver con el testimonio de la iglesia sobre esa cuestión tan necesariamente compleja para nuestra humanidad, como es la de lo eterno. De nuevo, la película de Schnabel capta con intencionalidad la imagen pueril de este concepto, mostrando constantemente cielos soleados, claros y grandes, desde una perspectiva en la tierra. Es ese concepto literal de ‘cielo’, que tan extendido está en el imaginario colectivo. Y si lo está es porque se han hecho de ello representaciones en este sentido. 

Pero la película también recurre a planos en movimiento que rodean y persiguen a Van Gogh en su ‘descenso’ a la locura. Y así muestra esa contraposición a lo ‘eterno celestial’, como esa centrifugadora sin sentido que un día se puso en marcha, quizá por azar o por la acción de un deísmo despreocupado, y que lo catapulta todo hacia una nada.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Pasajes como el 2 Pedro 1:11 se hacen necesarios para dotar de sentido a un concepto que se ha abordado de formas abstractas y pueriles, en general. El apóstol habla del “reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Y es que, hablar de lo eterno sin hablar de Cristo solo puede generar cargas insoportables, piedras que nadie estaría dispuesto a mover. Necesitamos de la esperanza cristiana para afrontar algo así. Algo tan grande e insondable para nosotros desde nuestra pequeñez.

Solo Jesús, aquel que habló también del efecto de “castigo eterno” (Mateo 25:46), que es la consecuencia de no haber reconocido su obra en la cruz y su resurrección, puede darnos una comprensión plena de la eternidad. Solo él, aquel que ya era en el principio (Juan 1:1), que nos ofrece una nueva vida junto a él sin final, puede dar sentido a la eternidad para nosotros.