La película Secretos de Estado (Official secrets) relata la historia del libro de Thomas y Marcia Mitchell, The spy who tried to stop a war, que narra el caso de Katherine Gun, la lingüista que trabajó para la Sede de Comunicaciones del Gobierno de Reino Unido en la época previa a la Guerra de Irak y que reveló información confidencial para denunciar la estrategia con la que Estados Unidos y el gabinete de Tony Blair trataron de convencer a la opinión pública británica para que viese con buenos ojos el conflicto bélico.

La historia se enfoca en cómo vivió Gun aquellos días, y su juicio por traición al Estado, pero también retrata la investigación de Martin Bright, periodista de The Observer que siguió la filtración de Gun y publicó su contenido en un reportaje. La paradoja es que el diario se había posicionado a favor de que Reino Unido apoyase la intervención militar en Irak. Sin embargo, Bright y otros colegas consiguieron convencer al editor jefe, interesado solo en la primicia, para tirar adelante con la publicación de los mensajes facilitados por Gun. En la simulación del debate previo a la publicación en la película, uno de los compañeros de Bright se pregunta en qué momento el periódico se había convertido en una plataforma de distribución de las notas de prensa del gobierno y se había olvidado de su labor. 

Cuando estudiaba periodismo, recuerdo que hasta el cuarto año de carrera no conocí al profesor que más me enseñó a valorar el carácter reflexivo de la profesión. Era el mismo que en una ocasión nos dijo a la clase que el periodismo era el oficio que registraba una mayor tasa de alcoholismo entre sus trabajadores. Con el paso de los años no me he cansado de buscar el dato, pero no lo he encontrado. Aunque entiendo que lo decía pensando en algunos nombres de referencia del periodismo narrativo contemporáneo, como Hemingway o Capote.

La necesidad de reflexionar

El periodismo, el buen ejercicio periodístico, está definido por una voluntad informativa, que apunta a su valor de gracia común, y por un interés universal por la justicia, que le permite ser parte del proceso de denuncia de aquello que la Biblia identifica como pecado. Pero también por su capacidad para generar reflexión. Este último elemento es, precisamente, el que más a menudo se deja de lado, para caer en la superficialidad, en lo volátil, de manera que la validez del análisis es cada vez más efímera y su relevancia ya no queda sujeta al contenido sino al tiempo. 

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En la serie británica Press no son dos periódicos los que compiten entre sí, sino dos modelos de entender la responsabilidad del periodismo respecto a la reflexión. En el caso del diario que disfruta de su existencia completamente liberalizada, sujeto a las ondulaciones del mercado, esa responsabilidad reflexiva ha muerto para dar paso a un espectáculo morboso dispuesto a rentabilizar cualquier circunstancia de la vida a través de unas pocas líneas. Para el medio que encarna a la cabecera histórica en la serie, el problema es que sus contenidos son demasiado teóricos para una audiencia que ya no está acostumbrada a pensar por sí misma, y además no dan el margen de beneficio suficiente para continuar pagando lo que cuesta su producción.

[photo_footer]Charlotte Riley da vida a Holly Evans, la reflexiva reportera sénior del diario histórico en la serie Press. / Fotograma de la serie, Filmin[/photo_footer]

Cuantas veces he escuchado acerca de este escenario planteado, de polos opuestos, en el que se pasa de la capacidad de reflexión imposibilitada por lo económico al medio esplendoroso que no tiene tiempo ni ganas para ponerse a pensar y que solo vive de los sucesos. Lo cierto es que la realidad es más compleja, y el problema no solo tiene que ver con el hecho en sí de que el periodismo produzca contenidos que inviten a reflexionar, o no. Al fin y al cabo, hoy es relativamente fácil encontrar contenidos de ese tipo en algún medio independiente y pequeño, especializado en alguna temática en concreto. La cuestión tiene que ver también con qué tipo de reflexión se produce. Y aquí tengo que recordar, por ejemplo, la conclusión de un trabajo que presenté en el segundo año de carrera, analizando cómo los medios españoles habían cubierto la decisión de las autoridades sanitarias de Reino Unido de catalogar el aceite de oliva como un producto ultraprocesado. Mientras el mensaje en general, también en los contenidos de análisis y reflexión, apelaba al orgullo nacional herido y a las motivaciones políticas de los británicos para semejante decisión, muy pocos se preguntaban acerca de la relación de efectos para los productores y los consumidores, o buscaban algo más. Como pasa con muchas otras cuestiones en la vida, la superficialidad acecha también al ejercicio periodístico y a veces pone en duda su capacidad para traspasar las fronteras del sentimiento popular.

El peligro de la superficialidad

Aunque desde el campo de la corresponsalía, uno de los nombres grabados en oro en la historia del periodismo contemporáneo es el del polaco Ryszard Kapuściński. Habitualmente, su obra se aborda desde la perspectiva de la sensibilidad social, desde el esfuerzo por conocer otras culturas y costumbres, o como él mismo lo denominó, ‘el conocimiento del otro’. Pero si por algo destacan sus libros es por la capacidad que tienen de trasladar las reflexiones de su autor al lector, invitándolo a participar de ellas. Precisamente, en 2018 se llevó a la pantalla una adaptación animada de su libro de 1976 Un día más con vida, que recoge sus experiencias y pensamientos sobre lo ocurrido durante la guerra civil de Angola. 

[photo_footer]En 2018 se publicó la adaptación cinematográfica animada de Un día más con vida, de Kapuściński. / Fotograma de la película[/photo_footer]

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1 Reyes 22 relata la invitación que Acab hace a Josafat para participar en la guerra contra Ramot de Galaad. Antes, el rey de Judá pide al del reino del Norte que consulte a Dios, y el texto narra cómo Acab reúne a 400 profetas que se limitan a confirmar su plan. Cuando llega Micaías, en cambio, se manifiesta el contraste con la palabra de Dios, que el profeta transmite invitando al rey y a su corte a reflexionar y considerar la funestas consecuencias de ir a la lucha.

En el mensaje de Sofonías, una de las quejas de Dios respecto a la mayoría de profetas del pueblo es que eran livianos (3:4), y el Señor se manifiesta también contra la superficialidad con la que vivía la ciudad de Jerusalén la realidad tan indignante de su condición moral (1:12). ¡Cuántos ejemplos, como este, invitan en la Escritura a considerar y meditar acerca de nuestra lejanía respecto a Dios, y de cómo en su gracia ha provisto un medio por el que acercarnos a Él! Es Jesús, quien también invita a reflexionar en su figura como Hijo de Dios por medio del evangelio: “Creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1). Por medio de él, Dios se encarnó para cargar con el peso de la justicia que nos correspondía por nuestro pecado, de manera que podemos decir que Cristo es justificación para quienes la gracia del evangelio cobra significado en su sentido más pleno y completo. Porque lo cierto es que de expresiones superficiales sobre la cruz, está el mundo repleto. Y esas no se hacen eco de su salvación.