Los bellos ocelos policromos de la cola del pavo real simbolizaban, para los antiguos, el ojo de Dios que todo lo ve.
¿Diste tú hermosas alas al pavo real,
o alas y plumas al avestruz? (Job 39:13)
Los términos hebreos, tukkí, תֻּכִּי, y el plural tukkiyyim, תֻּכִּיִּים, se refieren al pavo real (1 R. 10:22; 2 Cr. 9:21; Job 39:13) y fueron traducidos al griego de la Septuaginta por taones, ταῶνες y al latín de la Vulgata por pavi.
No era un ave autóctona de Palestina sino probablemente importada de la India, tal como se desprende de la procedencia de la flota de Salomón, que no sólo traía estas aves sino también monos y marfil de los elefantes indios.
Cuando Alejandro Magno llegó a la India, descubrió la existencia de estas aves y se llevó algunos ejemplares a Babilonia. De ahí se propagaron a Persia, Media y finalmente los romanos las introdujeron en Italia. Los pavos reales han cautivado al ser humano desde siempre, dando lugar a leyendas y simbologías curiosas.
Se creía que su piel era incorruptible y esto llevó a que se considerara esta ave como símbolo de la inmortalidad. Incluso en el cristianismo de los primeros siglos y en el medieval se representaban pavos reales en las tumbas de los difuntos como esperanza espiritual de la resurrección y el paraíso.
Además, las plumas en forma de ojo que exhiben en su larga cola recordaban al ojo de Dios que todo lo ve.
De la misma manera, su afición por capturar serpientes recordaba la maldición bíblica contra tales reptiles. De ahí que las representaciones de pavos reales de la India sean frecuentes en las catacumbas, iglesias y tumbas cristianas como alegorías de la vida eterna.
En el suelo de lo que fuera la casa de los discípulos de Jesús, Pedro y Andrés, en Cafarnaúm, se construyó durante la segunda mitad del siglo V d. C. un mosaico que representaba a un pavo real con la cola totalmente desplegada.
El pavo real común es una ave galliforme perteneciente a la familia Phasianidae, que ha llamado desde siempre la atención del ser humano debido a la extraordinaria cola que poseen los machos, capaz de desplegarse en abanico policromado.
Existen actualmente tres especies de pavo real: el azul o común, de la India y Ceilán (Pavo cristatus); el verde, que vive más hacia el este, desde Birmania a Java; y el pavo real del Congo.
[photo_footer]Las plumas del pavo real presentan una exquisita riqueza cromática que ha contribuido, a lo largo de la historia, a convertirla en una de las aves más bellas y buscadas por el ser humano desde los días del rey Salomón (1 R. 10:22). / Antonio Cruz. [/photo_footer]
El primero se ha podido mantener en estado semidoméstico desde hace más de dos milenios y es probablemente el que se menciona en la Biblia.
La principal belleza de este animal es, por supuesto, la enorme cola del macho formada por plumas rectrices, muy alargadas y vistosas que, en realidad, simulan la cola pero no lo son.
La verdadera cola se halla por debajo y sirve de apoyo para tan suntuoso despliegue de color formado por plumas supracaudales. Debido a tal disposición y colorido de las plumas, el pavo real ha sido venerado como ave sagrada en algunas de las regiones donde era nativo.
Mientras que en otros lugares, se le mata y consume como alimento sin más miramientos. Alejandro Magno lo introdujo en la antigua Grecia donde fue consagrado a la diosa Hera, reina de los cielos.
No obstante, en Occidente, desde hace mucho tiempo el pavo real ha sido símbolo de vanidad. No es que esta ave sea en realidad vanidosa, sino que es más bien el ser humano quien ha proyectado sobre ella sus propios sentimientos al contemplarla.
[photo_footer]Variedad blanca de pavo real producida por una mutación que impide la deposición de melanina en las células de las plumas. / Antonio Cruz. [/photo_footer]
Creo que hay algo injusto en ligar la vanidad humana a este animal que lo único que hace es entregarse, según su instinto, a una exhibición estereotipada de galanteo, actuando bajo los efectos de las hormonas sexuales.
Es un ave originaria del sur de Asia que se encuentra en los bosques caducifolios de la India y Sri Lanka, sobre todo por debajo de los 1.800 o 2.000 metros de altitud. Presenta, como se ha señalado, un fuerte dimorfismo sexual ya que la cola del macho, a diferencia de la de la hembra, puede alcanzar una longitud de hasta un metro y medio.
También sus plumas presentan colores muy llamativos: azul cobalto iridiscente en la parte anterior del animal, con reflejos verdosos a ambos lados de la cabeza.
Sobre ésta tiene un copete de plumas azules con el eje desnudo de color blanco. Debajo y encima de los ojos hay dos líneas blancas formadas por piel que carece de plumas.
Las plumas de la espalda de los machos tienen un aspecto escamoso formado por colores verdes y negros con reflejos bronceados. Mientras que las alas son negras pero barradas en blanco. Las plumas primarias, de color canela, sólo son visibles durante el vuelo.
[photo_footer] El cortejo nupcial del pavo real consiste en desplegar sus bellas plumas delante de la hembra para impresionarla y motivarla al apareamiento. / Antonio Cruz. [/photo_footer]
La verdadera cola es corta y de color marrón oscuro ya que la cola secundaria -la que se suele confundir con la auténtica cola- está formada por plumas muy largas, llamadas supracobertoras, de color verde dorado con iridiscencias de bronce y azul y adornadas con ocelos azules, marrones y verdes.
Algunas de estas plumas especializadas no tienen estos ocelos y terminan en una especie de semiluna oscura. Por su parte, las hembras presentan tonalidades marrones más apagadas.
Aunque la cabeza es marrón rojizo y presenta un copete similar al del macho pero con las plumas de tono castaño y bordes verdosos. Las mutaciones genéticas del Pavo cristatus, que suelen ocurrir en muy raras ocasiones en la naturaleza, pueden alterar por completo el color de su plumaje.
Sin embargo, la crianza selectiva en granjas especializadas ha conseguido fijar algunas de dichas mutaciones y las ha convertido en relativamente frecuentes. De ahí que hoy existan diferentes tonalidades de plumaje en los pavos reales, tales como la variedad opal arlequín plateado o la completamente blanca.
Esta última se debe a una mutación que produce leucismo, es decir, un color blanco de todo el plumaje originado por un gen recesivo, que impide la deposición de melanina en las células de las plumas.
El leucismo se diferencia del albinismo en que los ojos siguen siendo de color normal y no rojos como en los albinos.
[photo_footer] Los bellos ocelos policromos de la cola del pavo real simbolizaban, para los antiguos, el ojo de Dios que todo lo ve. / Antonio Cruz. [/photo_footer]
El pavo real se alimenta de semillas, frutos, plantas, insectos, anfibios y reptiles. Es, por tanto, omnívoro y nidifica en el suelo. Puede realizar vuelos cortos para subirse a los árboles, donde suele pernoctar. Son muy territoriales y polígamos ya que cada macho debe poseer entre cuatro o cinco hembras separadas entre sí.
Se aparea con todas y cada una pone de 4 a 8 huevos de color castaño blanquecino que son incubados durante 28 días. El famoso dicho español: “por la boca muere el pez y el hombre por la palabra” se le podría aplicar también al pavo real.
Los sonidos que emiten no son, ni de lejos, tan bellos como su plumaje. Son graznidos estridentes que recuerdan los maullidos de los gatos y chillidos parecidos a los gritos de un niño asustado. Son aves que no soportan muy bien las bajas temperaturas ni el exceso de humedad.
El teólogo inglés del siglo XVII, Thomas Tymme, comentando el salmo 37, se refirió al pavo real con estas palabras:
“Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y no estará allí. Cuando el pavo real, un ave fascinante y maravillosa, despliega el atractivo abanico semicircular que forma con las hermosas y brillantes plumas de su cola, se pavonea en actitud desafiante contemplando orgulloso el colorido de su cuerpo; pero cuando baja la mirada y ve sus patas, negras y sucias, poco a poco va bajando la cresta con desagrado, en un movimiento que parece indicar una sensación de vergüenza y pena.
De igual forma, muchos son los que cuando se contemplan a sí mismos abundando en riquezas y honores, se glorían y se sienten inclinados a engreírse en gran manera; pregonan su fortuna y se admiran y alaban a sí mismos; hacen planes, establecen objetivos y se fijan las metas que proyectan llevar a cabo en los años siguientes: este año cubriremos tal territorio y el que viene aquel otro; y después dominaremos tal provincia; tras lo cual nos construiremos un palacio en tal ciudad al que añadiremos viñedos y jardines para nuestro disfrute y recreo.
Así se jactan y pavonean de su numerosos planes. Pero si miraran por un instante a sus pies; si se pararan a pensar tan sólo por un momento en la brevedad de su existencia, tan transitoria y cambiante, tan voluble y caprichosa, ¡qué pronto esconderían sus orgullosas plumas, se olvidarían de su arrogancia, y cambiarían por entero sus propósitos, sus mentes, sus maneras y sus vidas!”.[1]
[1] Spurgeon, C. H. 2015, El Tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 913.
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