La filosofía analítica de la religión no solo está bien viva, sino que también goza de buena salud y de fortaleza.
Un fragmento de “Introducción a la teología cristiana analítica”, de Thomas H. McCall ( Clie, 2019). Puede saber más sobre el libro aquí.
El miedo al escolasticismo es la marca de los falsos profetas. KARL BARTH (1)
I. BREVE HISTORIA DE LA TEOLOGÍA ANALÍTICA
Donde estábamos: el renacimiento de la filosofía de la religión. Durante buena parte del siglo XX, se solía considerar a la filosofía académica, sobre todo a la filosofía “analítica” angloamericana, contraria a la creencia teísta tradicional en general y quizás especialmente a la fe cristiana.(2)
El positivismo lógico recalcó que las afirmaciones teológicas eran no solo falsas, sino absurdas y, muchos filósofos, consideraron difícil incluso tomar en serio la teología. Las conclusiones de A. J. Ayer son a la vez representativas e influyentes.
Dice que la “posibilidad del conocimiento religioso” ha sido “descartada por nuestro tratamiento de la metafísica”.(3) Si el “criterio de verificabilidad” excluye la metafísica, y si la teología es solo una categoría inferior de la metafísica, entonces la teología está obviamente excluida –la sola posibilidad ha sido descartada y hablar de Dios carece literalmente de sentido.(4)
Hud Hudson dice, “Conocedor de que las cuestiones sobre la existencia, naturaleza y significado de la deidad debían abordarse exclusivamente bajo la dirección de análisis lingüísticos del lenguaje religioso, y bajo la amenaza de teorías probatorias del significado, inexplicablemente populares, los filósofos analíticos nos dijeron a los teólogos que no habíamos logrado decir nada falso, ya que no habíamos conseguido decir nada en absoluto”.(5)
La respuesta que muchos teólogos de la era moderna más reciente dieron a las teorías de la filosofía general en los medios angloamericanos fue comprensible: ignorar mayormente el trabajo de los filósofos y buscar recursos intelectuales e interlocutores en otros sitios.
Hubo quienes buscaron refugio en la filosofía “continental”, mientras que otros se opusieron a cualquier entendimiento entre la filosofía y la teología.
Pero la segunda mitad del siglo XX fue testigo de algunos cambios notables. Como señala Hudson, “Afortunadamente, este momento tan desgraciado de la historia de la filosofía analítica fue temporal, así como su devoción servil por los análisis lingüísticos, el afán de verificación y todas aquellas subsiguientes sospechas infundadas sobre la metafísica, la ética y la religión”.(6)
El positivismo lógico no podía soportar su propio peso, y los confiados pronunciamientos de Ayer ahora se valoran más como una pieza de museo pintoresca de historia de la filosofía (“Mirad, niños, ¿no es extraordinario que alguien haya dicho esto, y especialmente de manera tan arrogante?”) que como un útil legado de ideas filosóficas.
Con el hundimiento del positivismo vino un renacimiento de la metafísica seria, y con el hundimiento y el renacimiento de la metafísica se produjo un renacimiento de la filosofía de la religión.(7)
Si antes el tratamiento filosófico de temas teológicos se había considerado una pérdida total de tiempo, ahora se ve como un área de investigación interesante.
Otra vez el compromiso serio y constante con asuntos de interés religioso y teológico de siempre volvía a ocurrir, y muchos de los filósofos involucrados en ese trabajo eran, y son, cristianos comprometidos.
No todos los filósofos se alegran con estos avances, pero cada vez es más difícil para ellos no tenerlos en cuenta. Quentin Smith habla (y censura) estos avances:
La secularización del mundo académico principal comenzó a desenmarañarse rápidamente con la publicación en 1967 del influyente libro de Plantinga sobre el teísmo realista, God and Other Minds (Dios y otras mentes).
A los filósofos les quedó claro que este libro ponía de manifiesto que los naturalistas no superaban a los teístas realistas según los estándares más altos de la filosofía académica: precisión conceptual, rigor argumental, erudición técnica y la defensa radical de una cosmovisión original.
Este libro, al que siguió siete años después el aún más extraordinario libro de Plantinga, The Nature of Necessity (Naturaleza de la necesidad) dejó claro que un teísta realista estaba escribiendo al más alto nivel de calidad de la filosofía analítica en el mismo campo de juego que Carnap, Russell, Grünbaum y otros naturalistas.(8)
Smith, en lo que básicamente equivale a una voz de alarma dirigida a sus colegas ateos, concluye que “Dios no ha muerto” en el mundo académico; revivió a finales de la década de 1960 y ahora está vivo y bien vivo en su último bastión académico, los departamentos de filosofía”.(9)
Aunque creer que los filósofos cristianos han ganado la batalla sería prematuro e impropio (siguen siendo, se mire como se mire, una minoría sustancial en el campo de la filosofía académica), Smith tiene razón en que la situación es muy diferente a la de hace unos cuantos años.
La Sociedad de Filósofos Cristianos, fundada en 1978 como un pequeño grupo de eruditos diversos más unidos por intereses comunes que por compartir algún credo en particular, tiene ya alrededor de mil miembros.
Varias revistas, especialmente Fe y Filosofía, Philosophia Christi, Estudios Religiosos, Sophia, Philo y la Revista Internacional de Filosofía de la Religión, están dedicadas a temas relacionados con el estudio de la filosofía de la religión, y los filósofos cristianos son muy activos en este y otros campos.
Al mismo tiempo, los filósofos cristianos son muy dinámicos en otras áreas más “generales” de la filosofía contemporánea. Es importante saber que lo que últimamente se ha estado trabajando en metafísica y epistemología en particular, ha estado influenciado por filósofos interesados en lo religioso y por compromisos cristianos bien conocidos.
No es sorprendente que el aumento de la participación cristiana en la filosofía se haya visto acompañado por un mayor interés en temas que siempre han interesado a la filosofía de la religión.
Por supuesto, nunca se había dejado de trabajar por completo sobre tales temas, porque filósofos prominentes como Basil Mitchell, Peter Geach, Austin Farrer y otros, estaban haciendo contribuciones importantes mucho antes de que el renacimiento actual de la filosofía cristiana realmente despegara.(10)
Sin embargo, el compromiso ha ido creciendo a una velocidad asombrosa. Temas relacionados con el pluralismo religioso y el exclusivismo, el problema del mal (que incluye no solo el problema “lógico” del mal, sino también el problema de cómo este se hace “evidente”), la epistemología religiosa, la experiencia religiosa, los milagros, los argumentos teístas (en particular, varias versiones de los argumentos ontológicos, cosmológicos, teleológicos y morales) y la ciencia y la religión se han estudiado y analizado con un empuje y un rigor impresionantes.(11)
Las diferentes posturas han sido expuestas y explicadas, atacadas y defendidas, siendo así modificadas hasta su redacción definitiva. Las obras realizadas de filosofía de la religión no han sido ajenas a otras obras filosóficas más “convencionales”.
Por el contrario, en muchos sentidos, han sido de vital importancia para la epistemología, la ética y la metafísica. Usando esta última como ejemplo, desde la primera obra de Alvin Plantinga The Nature of Necessity hasta las contribuciones recientes de Brian Leftow en God and Necessity (Dios y la necesidad), importante obra sobre la metafísica de la modalidad, profundamente –hay quien podría decir “esencialmente”– relacionada con la filosofía de religión.(12)
A juzgar por el interés y por el resultado, la filosofía analítica de la religión no solo está bien viva, sino que también goza de buena salud y de fortaleza.
(1). Karl Barth, Church Dogmatics, vol. I/1, The Doctrine of the Word of God, ed. T. F. Torrance, trad. Ing. Geoffrey Bromiley (Edinburgh: T & T Clark, 1975), p. 279.
(2). Me doy cuenta de que (al menos en algunas acepciones del término) la historia de la teología analítica es muy anterior a la era moderna y, de hecho, tiene mucho más en común con la escolástica que con la filosofía del siglo veinte o la teología moderna.
(3). Alfred Jules Ayer, Language, Truth, and Logic (New York: Dover, 1952), p. 114.
(4). Ibíd., p. 35.
(5). Hud Hudson, The Fall and Hypertime (Oxford: Oxford University Press, 2014), p. 4.
(6). Ibíd., p. 5.
(7). Para conocer esta historia ver Nicholas Wolterstorff, “How Philosophical Theology Became Possible Within the Analytic Tradition of Philosophy,” en Analytic Theology: New Essays in the Phi- losophy of Theology, ed. Oliver D. Crisp y Michael C. Rea (Oxford: Oxford University Press, 2009), pp. 155-68.
(8). Quentin Smith, “The Metaphilosophy of Naturalism,” Philo 4, no. 2 (2001): 2.
(9). Ibíd., p.3. 10. Por ejemplo, Basil Mitchell, The Justification of Religious Belief (Oxford: Oxford University Press, 1981); Mitchell, Faith and Criticism (Oxford: Oxford University Press, 1995); Mitchell, Morality, Religious and Secular: The Dilemma of the Traditional Conscience (Oxford: Oxford University Press, 1986); Peter Geach, God and the Soul (South Bend, IN: St. Augustine’s Press, 1969); Geach, Providence and Evil (Cambridge: Cambridge University Press, 1977); Geach, The Virtues (Cambridge: Cambridge University Press, 1977); Geach, Logic Matters (Berkeley: University of California Press, 1972); Austin Farrer, The Freedom of the Will (London: Black, 1958); Farrer, Love Almighty and Ills Unlimited: An Essay on Providence and Evil (London: Collins, 1961); Farrer, Saving Belief: A Study of Essentials (London: Hodder & Stoughton, 1964); Farrer, Faith and Speculation: An Essay in Philosophical Theology (London: Black, 1967).
(11). Los contenidos, y tal vez la existencia misma, de los numerosos y enormes “manuales” y “complementos” de la filosofía de la religión dan testimonio de este hecho. Ver, por ejemplo, William J. Wainwright, ed., The Oxford Handbook of Philosophy of Religion (New York: Oxford University Press, 2005); Philip L. Quinn y Charles Taliaferro, eds., A Companion to Philosophy of Religion (Oxford: Blackwell, 1997); William E. Mann, ed., The Blackwell Guide to the Philosophy of Religion (Oxford: Blackwell, 2005); Michael L. Peterson y Raymond J. VanArragon, eds., Contemporary Debates in Philosophy of Religion (Oxford: Blackwell, 2004); J. P. Moreland y William Lane Craig, eds., The Blackwell Companion to Natural Theology (Oxford: Blackwell, 2009); Justin Mc- Brayer y Daniel Howard-Snyder, eds., The Blackwell Companion to the Problem of Evil (Oxford: Blackwell, 2013); Chad Meister y Paul Copan, eds., The Routledge Companion to Philosophy of Religion, 2nd ed. (New York: Routledge, 2013). Ver también las importantes series de Oxford Studies in Philosophy of Religion editadas por Jon Kvanvig.
(12). Ver Alvin Plantinga, The Nature of Necessity (Oxford: Oxford University Press, 1974); y Brian Leftow, God and Necessity (Oxford: Oxford University Press, 2012). Ver también la reciente propuesta de Hugh J. McCann, Creation and the Sovereignty of God (Bloomington: Indiana University Press, 2012).
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