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Protestante Digital

 
 

Un quijote cristiano y sus andanzas por la otra orilla del castellano: Monroy

No hay intermitencias en la entrega misionera de Monroy; no hay espejos rotos en la rotación en que divide su tiempo para predicar la Palabra con el ejemplo.

BARRO DEL PARAíSO AUTOR 12/Alfredo_Perez_Alencart 23 DE JULIO DE 2020 22:20 h
Cartel anunciando las conferencias de Monroy en Guatemala.

Sigamos con lo escrutado del último libro (por el momento, se entiende) del hermano Monroy: Hasta el fin del mundo (Ediciones El Heraldo de la Verdad, San Fernando de Henares, Madrid, 2018).



Y, como había anunciado en la entrega anterior, esta exploración la centraré en sus viajes por la América Hispana, como él gusta denominar a los países de la otra orilla de habla castellana.



El viaje entendido para cumplir con la Misión (integral), la cual no comprende sólo prédicas, oraciones y/o buenas intenciones. Así resume Monroy su experiencia viajera: “¡Viajar, viajar, conocer otros mundos, relacionarnos con otra gente, estudiar otras culturas, experimentar vivencias nuevas. ¡Viajar!”.



Y así resume en 2011, contestando a una pregunta de Jacqueline Alencar, su comprensión de la Misión integral:



“Por aquellos tiempos de mi conversión del ateísmo a la fe cristiana yo no había leído teología alguna. Pero una vez inmerso en la lectura de la Biblia llegué a comprender que si la persona no vive sólo de pan, como afirmó Jesucristo, tampoco vive solo de sermones angelicales. No sólo de pan pero también de pan. No sólo de Biblia pero también de Biblia. Preparar las almas para el cielo mediante el Nuevo Nacimiento debe ser una prioridad para el cristiano, pero otra prioridad paralela, no menor, debe consistir en aliviar la pobreza y el sufrimiento, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y acudir en ayuda de los damnificados por las fuerzas de la naturaleza. Esto lo aprendí del Nuevo Testamento y lo practiqué, en lo que podía, durante mis primeros años de ministerio en Canarias, Tánger, Madrid... Casi me he convertido en un especialista en situaciones de desastre. En diciembre de 1972 un terremoto asoló Managua, capital de Nicaragua, dejando 18.000 muertos, 50.000 heridos y 250 mil personas sin hogar. Allá fui llevando víveres, ropa, medicinas, dinero. Durante 12 días recorrí lugares repartiendo la ayuda e impartiendo palabras bíblicas de consuelo a las familias. Y así he continuado haciéndolo en otros países como El Salvador, Honduras, Guatemala, Cuba, México, Sri Lanka, Venezuela…”.



Lo afirma alguien que ha viajado por 83 países del mundo: todos los que conforman Iberoamérica, EE.UU. (en 39 Estados), toda Europa (occidental y oriental); países de África negra, como Guinea, Nigeria, Camerún, Costa de Marfil…, y muchos países de Asia: China, Japón, India, Vietnam, Tailandia, Filipinas…



Pero ahora trataremos de sus periplos americanos. Aquí una primera esquirla: “A excepción de Cuba, país al que he viajado 80 veces, el más visitado por mí en la América hispana ha sido El Salvador. He echado mano de mis viejos pasaportes y abundan en ellos los sellos de entrada al país estampados por la policía de frontera. No he faltado en llevar ayuda económica cada vez que se ha producido un terremoto o catástrofe natural de otra índole…”





[photo_footer] Monroy ojeando el diario Noticias, de Torreón (Coahuila-México) donde se informa de su conferencia La Influencia de la Biblia en el Quijote. Foto de Iván Anguiano[/photo_footer] 


 



Periplos misioneros con la Biblia, la literatura profana y la realidad social delos pueblos



Y como Pablo en Atenas, cuando en su primer viaje misionero a Europa, en el Areópago citó versos de los poetas Epiménides y Arato, Monroy conoce y cita a poetas y escritores de la otra orilla del castellano.



Y no sólo hace citas: ofrece conferencias sobre García Márquez, Vargas Llosa, Gabriela Mistral, Octavio Paz, Amado Nervo, Borges, Carlos Fuentes, Juana Ibarbourou… A propósito de esta última poeta, es curioso el comentario sobre su viaje a Uruguay, en 2003, pues ejemplifica que la literatura profana bien puede servir como puerta de entrada hacia el corazón de gente no creyente; o, por lo menos, para generar respeto hacia el protestantismo que también se interesa por la cultura o las expresiones literarias más allá de la Biblia:



“… Mis conferencias se extendieron a lo largo de cinco días. Pude comprobar la verdad de que el pueblo uruguayo, en su mayoría, es indiferente al tema religioso. Entre evangélicos y no creyentes nunca tuve a más de 150 personas cada noche. El último día pasaron de doscientas, pero mi tema no era la Biblia, sino la poesía de Juana de Ibarbourou, una conferencia sobre literatura.”



Por esa y otras muchas razones, Monroy tiene muy presente la literatura de los países que visita. Así, cuando habla de unos de sus viajes a Ecuador, confiesa: “Jamás eludo las referencias literarias cuando escribo sobre países. Es mi vocación y mi profesión. La literatura es la corona de la ciencia” (p. 85).



Y, por si algún lector despistado pueda estimar que Monroy sólo cita autores connotados, pero de antaño, debo avisarle que está al tanto de las nuevas generaciones, como cuando menciona a mi buen amigo Gabriel Chávez Casazola (1972), excelente poeta radicado en Santa Cruz de la Sierra.



Y no sólo lo menciona sino que copia su poema “Si he de morir lejos de mi patria” (páginas 111-112), a modo de colofón de la sección dedicada a Bolivia.



Sobre México, país que admira, recuerda que su primera visita, en 1967, fue motivada por una invitación para ofrecer varias conferencias sobre “El cantar de los Cantares”. Desde entonces hasta hoy ha vuelto en numerosas ocasiones, y ha dado conferencias en teatros, colegios, asociaciones, universidades, iglesias… de distintas regiones. Pero él valora en alto grado la conferencia “Don Quijote y la Biblia”, impartida en la Universidad Nacional Autónoma de México, la prestigiosa UNAM.



Leamos otro fragmento:



“Literato de vocación y de profesión como es mi caso, la literatura mexicana me ha fascinado desde que la conocí. En mi opinión, la literatura del México independiente se inicia con Fernández de Lizardi (1776-1827) escritor con propósitos de reforma social y precursor de la novela americana. En los dos últimos siglos escritores mexicanos se han impuesto en países de habla hispana por la excelencia de su literatura. He escrito largos ensayos y pronunciado conferencias sobre dos grandes pensadores, monstruos de la palabra, como fueron Carlos Fuentes y Octavio Paz, premio Nobel de Literatura en 1990. También he incursionado, escrito y hablado sobre los grandes poetas románticos como Amado Nervo, Juan de Dios Peza, a quien distingo y admiro, Manuel Acuña, la poetisa de Torreón, Coahuila, Enriqueta Ochoa y tantos otros para quienes necesitaría muchas páginas…” (p. 44).



 



Algo de política y libertad religiosa: la Cuba de Fidel



Resultan interesantes los testimonios de Monroy sobre la Cuba socialista, comunista o vaya a saber qué. Especialmente por dos hechos concretos. El primero tiene que ver con el rescate del evangélico Frank País, de quien yo sabía algo por comentarios del poeta César López, quien lo conoció en la iglesia de Santiago de Cuba:



“He escrito y publicado dos libros sobre Cuba. Una guía de viaje y una biografía de Frank País, el auténtico segundo de Fidel en la lucha revolucionaria, con más protagonismo que el Che Guevara. Frank era hijo de un pastor bautista gallego emigrado a Cuba. El mismo se mantenía activo en la segunda iglesia Bautista en Santiago. Fue vilmente asesinado por la policía del presidente Batista el 30 de julio de 1957. Tenía 23 años. Mi biografía sobre este héroe cristiano y revolucionario fue publicada en España y en Cuba, donde se acaba de poner a la venta la octava edición”.



El segundo testimonio es más llamativo, pues narra un encuentro con el propio Fidel Castro y la apertura que consiguió para las Iglesias de Cristo en Cuba. Aunque el fragmento es amplio, bien merece la pena copiarlo por entero:



“En enero de 1966 inicié en Madrid la publicación de una revista con el nombre de "Restauración". Tenía 44 páginas. Era de periodicidad mensual. Desde el principio me puse en contacto con tres predicadores cubanos en la Habana, de mi misma familia denominacional. Me enviaban información sobre la situación religiosa en la isla. Me pedían insistentemente que fuera y les ayudara. Año tras año yo iba a la Embajada de Cuba en Madrid solicitando visado para viajar a la isla. En vano. Una de las veces me dijo el funcionario tras la ventanilla: "Ni queremos ni necesitamos periodistas religiosos en Cuba". Hasta enero de 1985. El día 10 Daniel Ortega, en nombre de las guerrillas Sandinistas, vencedoras en las elecciones de noviembre 1984, tomó posesión de su cargo como presidente de Nicaragua. El 27 de diciembre 1984 me llegó por correo una carta del nuevo ministro de Asuntos Exteriores de Nicaragua, Miguel D'Escoto. Me pedía que estuviera presente, como periodista, en la toma de posesión de Ortega. Allá me fui. Me alojaron, por cuenta del gobierno, en el Hotel Camino Real. Éramos 350, casi todos de la entonces Unión Soviética y de los países comunistas del Este de Europa. De España sólo estábamos Julio Anguita, por aquellas fechas Alcalde de Córdoba, y yo. El gobierno español no envió ningún delegado. También estaba, naturalmente, Fidel Castro, quien había contribuido al triunfo del sandinismo en Nicaragua. Por expreso deseo del nuevo presidente los 350 asistentes a la ceremonia debíamos vestir pantalón negro y guayabera blanca. Todos obedecimos. Todos menos Fidel, destacado en altura física, impresionante en su uniforme verde oliva.



Yo mantenía una sola obsesión. Hablar con él. Era difícil. Siempre estaba rodeado de gente importante y de guardaespaldas. Una tarde se produjo el milagro. Lo localicé en un lugar apartado hablando con el presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua obispo Pablo Antonio Vega. Me acerqué. Pedí disculpas por interrumpir la conversación. Me dirigí a Fidel:



-"Señor presidente: ¿puedo hacerle una pregunta?". Giró la cabeza, me miró y dijo: -"¿Quién eres tú, chico?".



-"Soy Juan Antonio Monroy, periodista español". -"¿Y qué quieres saber?" -"Por qué no hay libertad religiosa en Cuba". Si una mirada pudiera matar yo no estaría escribiendo este capítulo. Respondió con otra pregunta:



-"¿Qué no hay libertad religiosa en Cuba? Ve y compruébalo".



-"Eso quiero, señor presidente. Pero su embajada en Madrid no me da visado".



-"Pues pídelo otra vez".



Ni una palabra más. Giró el cuerpo y continuó hablando con el obispo.



Nunca llegué a imaginar que el presidente de un país, con los problemas que debía tener, recordara la conversación con un periodista insignificante. Regresé a España, volví a la Embajada de Cuba en Madrid, obtuve el visado, fui a Cuba.



En mi primer viaje comprobé que la Iglesia de Cristo sólo tenía unos doscientos miembros en la isla. Me puse el mono de faena, inicié mi trabajo. Busqué dinero para pagar pastores, para edificios, para necesidades sociales. Al día de hoy he viajado a Cuba ochenta veces. La Iglesia de Cristo cuenta ahora tres mil miembros. Yo no he hecho todo el trabajo. Han sido los cristianos cubanos. Pero en algo he contribuido. No sólo la Iglesia de Cristo ha crecido en Cuba. También otros grupos religiosos. La idea de que la revolución castrista estaba en contra de la religión no era del todo cierta, alimentada por los enemigos del régimen durante años.



Números cantan.”



Claro que el régimen castrista, al menos en sus primeras décadas, puso trabas al proselitismo religioso, y hasta hostigó y recluyó en centros de trabajos forzados o de reeducación a otros colectivos, como a los homosexuales (¡ay! ¿Quién tira la primera piedra?). Pero también es cierto lo que comenta Monroy.





 



García Márquez, Macondo y Dios



Tanto en los capítulos dedicados a los 19 países de la América Hispana (se incluye a Puerto Rico), como a los referentes a Haití, Brasil y a los evangélicos latinos en Estados Unidos, Juan Antonio Monroy no excluye referencias a la historia, la política, la economía y realidad social, la situación del pueblo evangélico y, también, alguna invitación para hacer turismo por esos lares. Pero siempre hay lecturas o testimonios directos del acontecer literario.



Como cuando habla de Colombia, que es uno de los casos donde empieza directamente con Gabriel García Márquez, a quien conoció en la misma reunión de Nicaragua donde entabló esa charla con Fidel.



“…Me encontré con García Márquez en la puerta del hotel Camino Real, donde nos hospedábamos. Llovía. Me acerqué. Le pregunté qué hacía allí. Respondió que esperaba un taxi para ir en busca de una guayabera. Él, que recibió el Premio Nobel de Literatura vistiendo guayabera, en aquella ocasión no tenía. Tampoco yo. Me uní a él. El taxista dio vueltas por la capital. Bajaba y preguntaba en tiendas. Llegamos frente a una boutique francesa. Allí compramos dos guayaberas confeccionadas en París por Pierre Cardín. De vuelta al hotel paramos a tomar un café. Dos años antes yo había escrito un largo ensayo sobre "Cien años de soledad". Tiré para mí de aquel momento único y le pregunté:



-"¿Qué significa ese "Macondo, Dios existe" en el tercer capítulo de la novela?



-"Puede que ahí esté la clave de mi libro", respondió. Y automáticamente desvió el rumbo de la conversación hacia el presidente Ortega.”





[photo_footer]Monroy y García Márquez, en Managua[/photo_footer] 


 



Perú: Problemas sociales, cristianismo y maxismo



Digno de referencia es el capítulo dedicado a mi patria primera, Perú. Y lo es porque ejemplifica dos situaciones a las que muchos evangélicos o protestantes tienen animadversión, no por culpa de ellos mismos si no por lo sesgado a mal educados teológicamente que fueron.



Una es la implicación en temas sociales, porque de inmediato se estigmatiza de “comunista” a quien empieza a hablar de estos temas, como si la Biblia, a la que dicen respetar hasta la última coma, no tuviera cientos o miles de mandatos sobre la justicia social y la defensa que debemos hacer de los más desvalidos, de los que son tratados con inequidad, de los que no reciben el salario....



Sobre este asunto va el primer fragmento:



“Mi primer viaje a Perú fue en septiembre de 1967. En Huampaní, cerca de Lima, tuvo lugar un congreso de escritores. Yo fui llamado para impartir tres conferencias: la generación literaria de España en 1927, la generación del 98 y el estado de la literatura en aquellos momentos. Allí viví una experiencia única: una noche me trasladé en taxi al centro de la ciudad y anduve sin rumbo fijo. Llegué a la Plaza Manco Cápac. Al día siguiente leí en la prensa que los indígenas allí reunidos llegaban a 1200. Eran trabajadores de las minas. Anduvieron con sus familias nueve días por caminos pulverizados de los andes. Llegaron a Lima para protestar por los bajos salarios y los abusos de los patrones. Estaban sucios, descalzos la mayoría, con la ropa pobre hecha girones, cansados, hambrientos. Decidí hacer algo. Acudí a una emisora cercana, Radio Pacífico. Pedí al director que me permitiera hablar quince minutos. Asintió. Hice un llamamiento a la ciudad de Lima. Describí la angustiosa situación en la que se encontraban aquellos indígenas. Se produjo el milagro. Cuando regresé de la emisora ya llegaba gente con mantas, ropa de vestir, alimentos, dinero. Poco después, enterado el alcalde de Lima de lo que estaba ocurriendo en la Plaza Manco Cápac, envió autobuses que trasladaron a todos a albergues donde se les dio comida y lugar donde dormir.



Aquella noche la alegría en el corazón acompañó mi sueño.



Tras otro viaje a Perú en 1982, donde comenta un encuentro con Samuel Escobar. Monroy narra los prolegómenos y la primera de sus conferencias en la Universidad Nacional del Cuzco, entonces un centro académico con fama de ‘izquierdista’.



Allí, a la guarida del lobo, fue sin problema alguno nuestro Quijote cristiano. Y es que este ha sido otro de los problemas de los misioneros evangélicos, poco preparados en otros temas, como el comunismo. No basta con desdeñar o execrar tal ideología; también es bueno explicar que la Biblia también es comunista (o comunitarista), especialmente los Evangelios (Léase el libro “El comunismo bíblico”, de González Campa”, o bien “Evangelio y realidad social”, de Samuel Escobar, por citar algunos):



“Mi último viaje a Perú fue en 1998. Carlos Malpartida, profesor en la Universidad de Cuzco, coordinó con el rector la organización de cuatro conferencias sobre el tema Cristianismo y Marxismo. El rector me advirtió: "aquí, casi todos los estudiantes son de izquierda y siguen a Carlos Marx. Vaya con cuidado".



No tuve problemas. Tres años antes yo había escrito y publicado el libro "Evolución y Marxismo". Después de la primera conferencia hubo un período de preguntas y respuestas.



Pronto comprobé que aquellos jóvenes sabían quién era Marx, pero no lo habían leído. Este no era mi caso. Yo compré en Moscú las Obras Completas de Marx en español, las leí y estaba al tanto de su pensamiento. Ahora más que entonces. Uno de los jóvenes me hizo la pregunta clásica: -"Marx dijo que la religión es el opio del pueblo. ¿Qué cree usted?".



-"Creo -respondí- que Marx llevaba razón. Las religiones que Marx conoció: el judaísmo, el catolicismo, el protestantismo, por su forma de actuar en aquellos tiempos eran opio para el pueblo.



Yo habría escrito lo mismo. Carlos Marx, de origen judío, detestaba a los rabinos hebreos. Decía de ellos que eran incultos. Conoció un catolicismo politizado, materializado, mercantilizado hasta la cúpula del Vaticano. Conoció un protestantismo aliado con los grandes poderes en Alemania, dedicado a exaltar a Lutero, el reformador que contribuyó a la guerra de los 30 años, más que al dulce Maestro de Galilea.



Aquellas religiones que el autor de "El Capital" y de "El manifiesto del partido comunista" denunciaba eran tan destructivas como el opio cuando se emplea para el mal. Ahora bien, mis conferencias llevan por título "Cristianismo y Marxismo". El Cristianismo de Cristo no es una religión. Es una forma sana de vida. "Yo he venido para que tengan vida", dijo Jesús. Vida, no religión.



Fuera por la extensión de mi respuesta o porque se agotaba el tiempo, no hubo más preguntas aquel día. En los tres siguientes tampoco tuve problemas al ser interrogado…”





[photo_footer]  Jacqueline Alencar, Juan Antonio Monroy y A. P. Alencart (foto MGala) [/photo_footer] 


 



Protestas y pobreza en Venezuela



 



Parece increíble, pero es cierto: un país próspero y con muchos recursos naturales e intelectuales, ha caído en el abismo debido a Chávez y a Maduro. Pero antes poco bien lo hicieron los corruptos gobiernos copeyanos y adecos.



Monroy estuvo tres veces en la pequeña Venecia. En 2008 estuvo dando, en dos ocasiones, conferencias sobre liderazgo cristiano, Biblia, teología y vida, tanto en Caracas, Maracay y Barquisimeto.



En la universidad de esta última ciudad también ofreció cuatro conferencias sobre literatura española e hispanoamericana.



Aquí un fragmento del capítulo dedicado a ese país que mu aprecio:



“Mi último viaje a Venezuela fue en abril 2017. Llegué de Medellín, en Colombia, donde Álvaro Yepes me había organizado cinco conferencias. En Caracas coincidí con las protestas que llenaban las calles, enfrentamientos entre miembros del gobierno y miembros de la oposición.



Me dijeron que no saliera del hotel. Pero un protestante no podía eludir una protesta. Salí y entrevisté a participantes de los pros y de los antis. Mi amigo José Quiñones, el negrito más simpático que existe en América, líder en muchas batallas, me había preparado conferencias de martes a domingo en la Iglesia a la que sirve.



Le hice ver que tal como estaban las calles y las dificultades del transporte sólo estaríamos en el salón él, su familia y yo. Me equivoqué. Tuvimos unas 200 personas cada noche y 300 el domingo.



Nunca supe de dónde llegaban ni cómo. Antes de estas actividades me reuní en una sala del hotel donde me hospedaba con diez líderes cristianos. Yo había conseguido reunir en España diez mil euros.



Entregué mil a cada uno para que compraran y distribuyeran alimentos entre una población que el hambre llevaba a algunos a buscar en la basura algo de comer. Visité a un matrimonio de mediana edad que durante una semana estuvo alimentándose de pan y café. No trabajaban. No tenían dinero. No recibían ayuda social alguna.



Ahora mismo Venezuela se ha convertido en el país más pobre y el más conflictivo de la América hispana. Un país sumido en la desgracia y en la pobreza. La tendencia hiperinflacionista y la desastrosa gestión económica del gobierno ha aniquilado el poder adquisitivo de los venezolanos, con una subida de los precios del mercado en torno al 30.000 por 100.



El viernes 22 de junio 2018 Naciones Unidas dio un fuerte golpe al régimen de Maduro. Denunció la represión del chavismo por "las graves violaciones de los derechos humanos y pidió a la Corte Internacional de La Haya mayor implicación ante la deriva del régimen".



En su informe, Naciones Unidas dibujó un panorama aciago que calificaba de "espiral descendente que no parece tener fin". Documentaba "cientos de homicidios, la violencia de las fuerzas de seguridad contra manifestantes, detenciones arbitrarias y torturas".



De julio 2015 a marzo 2017 la Fiscalía General de Venezuela registró la muerte de 505 personas a manos de las fuerzas de seguridad.” (Páginas 96 y 97).





[photo_footer]Monroy, Alencart y Estévez en Toral, durante el encuentro Los poetas y Dios (foto de jacqueline Alencar [/photo_footer] 


No es posible, por motivos de extensión, seguir haciendo más catas en los demás países. Mejor. Así algunos posiblemente tengan curiosidad en conocer lo mucho que Monroy ha depositado en esta arca de viajes misioneros.



También podría servir para que muchos veinteañeros o treintañeros tuvieran conocimiento de su pasión evangelizadora y voluntad de implicarse y conocer otras culturas.



Querido hermano Juan Antonio, reciba estas simples catas a su entrega de décadas. Y recíbalas como lo que son, lecturas sin erudiciones (pero sí con admiraciones).



Recíbalas más como una muestra de gratitudes que expreso en nombre de los creyentes (y no creyentes) de la otra orilla del castellano que nos religa.



Recíbalas también como un abrazo sin distancias, de esos abrazos que se llegan a sentir hasta dentro del corazón.



Pablo de Tarso nos enseña que debemos ser agradecidos.



Así lo hago.



Así.


 

 


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