La Biblia establece claramente que la cabeza de la iglesia es Cristo y solo Cristo.
Una de las grandes desgracias de la entrada masiva de paganos en el seno del cristianismo en el siglo IV fue, no sólo que se produjo una paganización abrumadora en las prácticas y en las creencias sino que, por añadidura, Jesús dejó de ser el centro del cristianismo.
De manera verdaderamente inquietante, su papel único de mediación (I Timoteo 2: 5) fue entregado a un personaje mítico que se identificó con su madre – hay poco punto de contacto entre la María del Nuevo Testamento y aquella a la que millones veneran – y a santos que en no pocos casos no existieron.
Además, una monarquía situada en el centro de Italia gracias a un documento falso conocido como la Donatio Constantini comenzó a sustituir a Cristo en el centro del mensaje cristiano.
Permítaseme poner algunos ejemplos. Si alguno preguntara a un católico de a pie quién es la piedra sobre la que se sustenta su iglesia respondería sin parpadear que esa piedra es el papa.
En la Biblia, se indica claramente que la piedra de ángulo que sería rechazada por buena parte del pueblo judío sería no el papa – concepto totalmente desconocido en las Escrituras - sino el Mesías.
Tal y como afirmaba el salmista: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la piedra principal del ángulo. Obra de YHVH es esto; admirable a nuestros ojos.… (Salmo 118: 22-23 ).
El mismo Jesús se aplicó a si mismo el cumplimiento de la profecía en la parábola de los labradores homicidas y señaló las consecuencias de rechazarlo a él como esa piedra sobre la que se sustentaría el edificio de Dios.
“Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores,ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21: 33-43).
Jesús no pudo ser más claro. Apelando a la autoridad espiritual que sólo puede venir de la Biblia, señaló que la única piedra era el mesías y el que intentara sustituirla por otra no tendría lugar en el Reino de Dios.
¿Y Pedro? Pedro, al igual que la inmensa mayoría de los Padres, no se consideró la piedra sobre la que se sustentaría la iglesia.
Por el contrario, señaló claramente que la piedra era Cristo y no él:
“Acercándoos a él (el Señor), piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, pero para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la Palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (I Pedro 2: 4-7).
El mismo Pedro señalaba tajantemente que la Piedra era Cristo y el resto de los creyentes, sin excluirle a él, eran sólo otras piedras colocadas sobre el mesías.
Negar esa realidad y sustituirla por otra, desobedecer a lo que decía claramente la Palabra, implicaba enfrentarse con Dios y tropezar desobedeciéndolo.
Lo mismo sucede con la cuestión de quién es la cabeza de la iglesia. De nuevo si preguntáramos a un católico de a pie quién es la cabeza de su iglesia nos respondería sin dudarlo un instante que es el papa.
Sin embargo, la Biblia establece claramente que la cabeza de la iglesia es Cristo y solo Cristo. Pablo, quizá el autor de la imagen, lo repite vez tras vez:
“Y todo sometió bajo sus pies, y a El lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1: 22). Igualmente dejó escrito: “Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo” (Efesios 5: 23). Y afirmó: “Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el Principio, el Primogénito de entre los muertos para que en todo tengo la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:18-19)
Ciertamente, cuando se lee la Biblia se percibe que ni la iglesia es un monstruo bicéfalo, es decir, de dos cabezas, ni puede haber otra cabeza que no sea el Salvador. A decir verdad, si alguien pretende ser la cabeza de la iglesia y no es Cristo sólo puede tratarse de un usurpador.
Pasemos a un tercer ejemplo. Si, una vez más, preguntáramos a un católico de a pie quién es el sumo pontífice, una vez más también, sin dudarlo, nos respondería que es el papa.
Por supuesto, el católico de a pie ignora, primero, que el título de “sumo pontífice” fue tomado por la iglesia de Roma de la antigua religión romana – Julio César fue sumo pontífice y como él distintos emperadore.
Y, segundo, que el título de sumo sacerdote – que sería su equivalente más cercano – sólo es aplicado en la Biblia a Cristo o a los sumos sacerdotes del antiguo Israel, pero jamás a un seguidor de Jesús:
“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4: 14-16).
Sólo hay un sumo sacerdote, dice el autor a los hebreos, y ése es Cristo. A decir verdad, si alguien pretende que es el sumo pontífice cuando sólo lo es Cristo únicamente está actuando como un usurpador.
No sorprende que cuando la Reforma del siglo XVI decidió devolver la Biblia que se le había hurtado al pueblo colocara nuevamente a Cristo en el centro del cristianismo y que lo hiciera mediante uno de sus tres pilares esenciales: Solo Cristo.
Por supuesto, existía gente que consideraba que un monarca reinante en Roma era la piedra, la cabeza o el sumo pontífice. Esa misma gente pensaba que había otros mediadores ante Dios aparte de Cristo.
Pero frente a esas afirmaciones, los reformadores proclamaban: Solo Cristo.
Ése es el mensaje que deseo dejar con la canción de hoy, una canción que recuerda algo tan elemental – y, a la vez, tan negado – como que el cristianismo es Cristo y que cuando no es así, es otra cosa, pero no cristianismo.
Les dejo con una versión en inglés – la de los Gentrys – y otra en español entonada por Steve Green. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
Esta es la versión de los Gentrys:
Y ésta la de Steve Green en español:
Tomado con permiso de CesarVidal.com
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