¿Cómo funciona la obediencia superficial? ¿Cuáles son mis deseos más profundos?
Un fragmento de “Cambios profundos”, de Nicolás E. Tranchini (2019, Clie). Puede saber más sobre el libro aquí.
¿Cómo funciona la obediencia superficial?
¿Cuáles son mis deseos más profundos?
¿Por qué? Quizás esta sea la pregunta más importante que toda persona necesite hacerse para progresar en su vida espiritual. ¿Por qué leo la Biblia? ¿Por qué no la leo? ¿Por qué intento hablarles a mis amigos de Jesús? ¿Por qué no lo hago? ¿Por qué sirvo a otros? ¿Por qué me cuesta servir?
Quiero que pienses por un momento en una mujer que está conduciendo su automóvil hacia su iglesia. Imagínate que, por alguna buena razón, ese día esta mujer decide que no dará dinero cuando se pase la ofrenda durante la reunión dominical. La señora llega a la iglesia, comienza la reunión y se encuentra muy alegre y feliz participando del culto. Sin embargo, cuando llega el momento de la ofrenda, alguien anuncia que harán una colecta especial para los pobres y que ese día particular serán los líderes quienes recojan la ofrenda. La señora no presta mayor atención al anuncio. Ella lo ha pensado y ha concluido que tiene buenas razones para pasar por alto esta oportunidad de dar. Sin embargo, de repente, se da cuenta que la persona que está pasando la bolsa de la ofrenda es uno de los líderes de la iglesia que ella más respeta y admira. De hecho, es el líder del grupo pequeño al que ella asiste regularmente. Para colmo de males, justo esa misma semana han estado tratando juntos el tema de la generosidad. Entonces, desesperadamente, saca unas monedas que encuentra en su bolso y las pone aliviada. La mujer de nuestra historia está haciendo algo bueno, ¿verdad? Después de todo, dar dinero para los pobres es una buena acción. Sin embargo, ¿por qué lo hace? ¿Qué es lo que ama en su corazón? ¡La opinión de su líder! En otras palabras, ¡se ama a sí misma! No quiere quedar mal delante de su líder y por esa razón da dinero.
Examinar nuestras motivaciones, nuestros deseos más profundos, nos ayuda a darnos cuenta que, a veces, lo que parece bueno en muchas ocasiones no es tal ¡y lo que parece malo tampoco! Piensa por un momento, ¿qué sería para esta mujer amar a Dios (y no a ella misma) en una situación así? La respuesta parece anti-cristiana. Quizás lo más correcto hubiera sido ¡no dar dinero a los pobres! No dar dinero pondría a esta mujer en una situación en donde está expuesta a que su líder u otras personas piensen que no es generosa, que no está comprometida con los necesitados o que no ama lo suficiente a Dios. Sin embargo, para ella, en este caso en particular, eso sería precisamente amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas. ¿Por qué? Porque estaría dispuesta a “quedar mal parada” por amor a Dios. Porque estaría diciendo en su corazón: “Dios, tú me amas y tu amor es suficiente para mí. Si otros piensan que no soy generosa, su opinión es menos valiosa que la tuya. Descanso en que tú llenes mi corazón y no la opinión de mi líder”.
Permíteme darte otro ejemplo. Imagínate un joven universitario que sale de fiesta todos los sábados. Su objetivo cada noche es conquistar una nueva chica. ¿Por qué lo hace? En su caso particular, va más allá del mero placer sexual. Lo hace porque quiere ser el más popular y exitoso en su grupo de amigos y esa es la forma en que piensa que logrará serlo. Quiere tener un “arsenal” de conquistas en su haber y poder jactarse de lo bien que lo ha hecho. Imagínate que este joven conoce a Cristo y se convierte. Poco a poco su vida va experimentado “cambios” significativos. Deja la vida promiscua, comienza a asistir a una iglesia, se involucra en distintos ministerios y comienza a servir con entusiasmo. Después de algunos años, ese mismo joven llega a ser un consagrado y exitoso misionero. Una gran cantidad de personas se convierten por medio suyo. De hecho, lo invitan a dar conferencias y viaja por el mundo dando testimonio de cómo Dios lo ha usado. Nadie lo pone en duda. Todos están convencidos de que es una persona distinta. Sin embargo, ¿ha cambiado? La respuesta más normal parece obvia. ¡Claro que ha cambiado! Sin embargo, la única forma de saber si realmente ha cambiado es haciendo la pregunta “¿por qué?” ¿Por qué este joven lo ha dejado todo (incluso el sexo y sus aventuras semanales) para servir a Dios?
Como iremos viendo a lo largo del libro, la Biblia nos desafía a no quedarnos en el cambio superficial y aparente sino a enfocarnos en los cambios del corazón. “Dios no mira como mira el hombre, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7; Lucas 16:15). Una forma simple de “mirar” nuestro corazón es haciéndonos la pregunta: “¿por qué?” ¿Por qué este joven quiso ser misionero? Lógicamente hay un sinfín de respuestas a esta pregunta, sin embargo, consideremos una de ellas. Antes de ser cristiano el objetivo de este joven era conquistar chicas. ¿Por qué? Como hemos dicho, deseaba ser popular, quería ser exitoso entre sus amigos. Luego de conocer a Cristo, el objetivo de este joven se convirtió en hablar a todo el mundo de Jesús. Quería llegar a ser un popular y exitoso misionero. ¿Puedes verlo? Antes este joven deseaba ser popular conquistando chicas, ahora desea ser popular “conquistando” almas y convirtiendo personas. Cambió su comportamiento; pero, ¿cambiaron sus deseos? ¿Cambió su corazón?
Una ilustración que me gusta utilizar para explicar esta dinámica de cambio es la de un iceberg. Un iceberg tiene dos partes; una externa que se puede ver (que identifica nuestras acciones), y una interna que está debajo del agua y no se puede ver (que identifica nuestras motivaciones, nuestros deseos más profundos). Como nos muestra el pasaje de 1 Samuel, cuando Dios mira al ser humano no se enfoca tanto en lo que hace, sino más bien en por qué lo hace.
¿Por qué? Esa es la pregunta clave. ¿Por qué doy dinero? ¿Por qué leo la Biblia? ¿Por qué sirvo en la iglesia? ¿Por qué me enfado con mi pareja? ¿Por qué quiero tener un trabajo mejor? ¿Por qué deseo cambiar? En el sermón del monte Jesús desafía a sus discípulos o, mejor dicho, ordena a sus discípulos a que reflexionen en esta realidad.
Si estudias con detenimiento Mateo 6:1-18 (cosa que haremos juntos al final del capítulo), llegarás a la conclusión de que el tema principal de esta sección no es la ofrenda (como pareciera indicar 6:2-4), ni la oración (como pareciera mostrar 6:5-15), ni el ayuno (como pareciera señalar 6:15-18). El tema principal de estos tres párrafos está definido y resumido en el primer versículo del capítulo: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos”. En este pasaje, Jesús no está hablando sobre la necesidad de ofrendar. Jesús está llamando a sus oyentes a reflexionar en la motivación que los lleva a ofrendar. Jesús no está enfocado en desafiarlos a orar. Jesús está enfocado en que sus seguidores busquen descifrar qué es lo que los lleva a orar. Jesús no está centrado aquí en que la gente ayune. Lo que Jesús está intentando hacer es que sus discípulos se cuestionen: “¿Yo, por qué ayuno?” Lee el pasaje detenidamente y verás que es así. (a)
¿Por qué? es la gran pregunta que nos lleva a desenmascarar nuestra realidad interior y es, justamente, el tema primario que Jesús desarrolla en esta sección de Mateo. A través de este pasaje descubrimos que una persona puede estar haciendo cosas “espirituales” sin ser realmente un hombre o una mujer espiritual; tal como le sucedió a la mujer al dar la ofrenda o al exitoso misionero en los ejemplos de arriba. Según nuestro Señor, el Padre ve y evalúa no tanto qué hacemos externamente, sino por qué lo hacemos; es decir, qué es lo que internamente nos está motivando a hacer las cosas buenas que hacemos. Como ha escrito Martyn Lloyd Jones:
No hay nada tan falaz como pensar en el pecado solo en función de actos; y, mientras pensemos en el pecado en función de cosas que de hecho hacemos, no llegamos a comprenderlo. La entraña de la enseñanza bíblica acerca del pecado es que es esencialmente una disposición del corazón […]
Tendemos a pensar en el pecado en la forma en que lo vemos en las manifestaciones más bajas de la vida. Vemos a un borracho y decimos: he ahí el pecado; esto es pecado. Pero eso no es la esencia del pecado […]
Para formarnos una idea exacta del mismo y comprenderlo, debemos imaginarnos a algún gran santo, a algún hombre fuera de lo corriente en su devoción y dedicación a Dios mirémoslo ahí de rodillas, en la presencia misma de Dios. [Como dice Jesús en Mateo 6:5] Aún en esas circunstancias el “yo” lo está asediando, y la tentación para él consiste en pensar bien de sí mismo y adorarse a sí mismo en vez de adorar a Dios. Esa, y no otra, es la verdadera imagen del pecado…
Examinar nuestras motivaciones es esencial puesto que, al hacerlo, llegamos a descubrir aquello que nuestro ser interior realmente ama. Si lo piensas un momento, en este pasaje de Mateo encontramos que es posible obedecer los mandamientos (tales como ofrendar, orar y ayunar) sin estar obedeciendo el gran mandamiento (amar a Dios de corazón). Si uno ayuna para que los demás lo vean, lo que realmente ama es la gloria de los hombres y, al hacerlo, se está amando a sí mismo; puesto que uno es el beneficiado de tal acción. Por otro lado, si uno ayuna para poder separar un tiempo especial y exclusivo para estar a solas con Dios, lo que realmente ama es a Dios y el disfrutar de su presencia. De esta forma, una pregunta alternativa o adicional que podríamos hacer además de “¿por qué?” sería: “¿A quién o qué estoy amando con esta acción?”.
Resulta muy interesante, como veremos más adelante, que, en el contexto de Mateo 6, hacer una obra de manera realmente espiritual es hacerla disfrutando del Padre. Por el contrario, hacerla de manera impropia o pecaminosa es hacerla disfrutando el ser vistos por los demás. De esta forma, a través de este pasaje Jesús nos permite adentrarnos en uno de los dilemas más grandes del ser humano: la búsqueda de una identidad a través de la aprobación.
(a) Al final de este capítulo encontrarás un cuadro que te ayudará a estudiar en profundidad el pasaje de Mateo 6:1-18.
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