Earth for sale

Tan harto acabó el Creador del planeta Tierra que por fin decidió ponerlo a la venta.

Los ángeles colocaron un gran letrero sobre la superficie del Gran Cañón del Colorado que decía EARTH FOR SALE, y se habilitó una oficina de ventas en la isla Ometepe del lago de Nicaragua, regentada por el Arcángel Gabriel.

Los únicos candidatos que se presentaron para la compra fueron los poderosos de las grandes potencias.

Eran los más apropiados para llevar adelante una empresa de esas características, además siempre habían ambicionado el mundo, y también contaban con capital suficiente para pagarlo con oro y diamantes.

Parecía que el dueño de la Tierra debía ser alguien que la ambicionase, pero los poderosos no eran de confianza porque fueron los mismos que la expusieron a contaminación y muerte.

Siendo que los ángeles no la querían vender a cualquier postor, ¿quién entonces podría ser dueño de la Tierra?

Reunidos en cónclave, los arcángeles deliberaron para resolver esta cuestión.

—Si los que pueden comprar no deben, ¿quién conviene de entre los que no lo pretenden?

—Solo se me pasa por la cabeza los mansos— dijo Gabriel.

Votaron y pareció bien a todo el consejo. Los mansos recibieron la Tierra por heredad, los que no la ambicionaban la recibieron, porque participaban de la naturaleza sin dañarla, daban valor a lo que tenían y sabían disfrutarlo con agradecimiento.