Necesitamos dedicar tiempo a los que no lo comprenden todo, a los que dudan, a los que están sufriendo. Si nuestro Pastor salió a buscar a una oveja que se perdió, nosotros también debemos hacerlo.
Un fragmento de “¿99? Tu historia aún no ha terminado”, de Jaime Fernández Garrido (2017, Abba Distribuidora Cristiana). Puede leer más sobre el libro aquí.
“La iglesia es la única sociedad que existe en el mundo que no vive para el bien de sus miembros, sino para el bien de los que no lo son” William Temple.
Sinceramente, le doy gracias a Dios por las vidas de quienes no solamente son un ejemplo para los demás, sino que se preocupan por aquellos que viven lejos del Señor.
Si me permites la confianza, déjame decirte que oro para que el Señor te use para restaurar la vida de otras personas, porque de eso se trata la iglesia: tomar decisiones que ayuden a todos, servir, ayudar, restaurar, abrazar, ¡Amar!
La iglesia fue diseñada por Dios para ser un reflejo de su propio carácter, de tal manera que cuando vivimos comprometidos con el Señor, siempre pensamos en los demás en primer lugar ¡Mucho antes que en nosotros mismos!
El profeta Isaías explicó el deseo del corazón de Dios para su pueblo cuando dijo:: “Y si te ofreces al hambriento, y sacias el deseo del afligido, entonces surgirá tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. Y el SEÑOR te guiará continuamente, saciará tu deseo en los lugares áridos y dará vigor a tus huesos; serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan. Y los tuyos reedificarán las ruinas antiguas; levantarás los cimientos de generaciones pasadas, y te llamarán reparador de brechas, restaurador de calles donde habitar”. (Isaías 58:10-12)
Esa debería ser no sólo nuestra predicación, sino sobre todo, nuestra manera de vivir.
Para vivir “ofreciéndonos” al hambriento no basta sólo con palabras: ¡no podemos transformar el mundo sólo con predicaciones y doctrinas! “Ofrecerse” tiene que ver con amar; “Saciar el deseo de los que sufren” tiene que ver con servir a otros.
Recuerda que el hambriento no sólo lo es de pan (¡que también!), sino del Señor. Y saciar al afligido es ayudarlo, comprenderlo, escucharlo… Y aunque a veces no nos demos cuenta de ello, la gran mayoría de los que están lejos del Señor son personas que pasan por momentos de mucha tristeza y gran aflicción personal.
Una iglesia para los que vuelven
Necesitamos una iglesia para los que vuelven, para los hijos pródigos, para los que saben que son débiles, para los que sufren, para los que lloran, para los que se sienten desesperados, para los que están atravesando el desierto… Una Iglesia para los que creen que no tienen futuro y viven sin amigos; una iglesia para los que piensan que están solos.
Nuestra sociedad necesita una iglesia que viva en constante sintonía con el corazón de Dios. Una iglesia cuyo trabajo sea preocuparse por los que abandonan, los que sufren, los que se desaniman…
¿Recuerdas las palabras del profeta? En primer lugar nos dice que Dios nos guiará siempre para “saciar nuestro deseo en los lugares áridos…” Eso nos habla de los problemas en la vida y de las situaciones difíciles; a veces atravesamos el desierto sin darnos cuenta de que es una de las mejores escuelas de Dios.
¡Cuando estás sufriendo, no tienes ganas ni fuerzas para pecar, ni para discutir, ni para imponer tus ideas; sólo tienes deseos de acercarte al Señor buscando su ayuda y la de los demás!
En segundo lugar la Biblia dice que Dios nos fortalecerá de tal manera que seremos como un manantial para los demás, ¡Y no un manantial cualquiera! Está hablando de uno cuyas aguas nunca faltan.
Si deseamos vivir cerca del corazón de Dios, será Él mismo el que nos guiará para ayudar los que están afligidos y consolar el corazón de los tristes… pero por si eso fuera poco, todavía menciona un “trabajo” más para nosotros: “con los tuyos, repararás las ruinas antiguas” se trata de un trabajo en unidad, ayudándonos unos a otros, reparando las ruinas del amor, la gracia, la misericordia, la paz, el perdón, la esperanza, el ánimo, el consuelo ¡Incluso el buen humor! ¡Vivimos en un mundo demasiado ruinoso y sólo la iglesia puede ayudar a restaurar las vidas por el poder de Dios!
Nuestra oración es que el Espíritu de Dios nos ayude a ser reparadores de brechas, fortaleciendo las relaciones para que no se resquebrajen. Cuidando las familias y las amistades; siendo pacificadores en las situaciones difíciles.
Tenemos que aprender a no vivir en la despreocupación de lo que ocurre a nuestro alrededor, y mucho menos en la arrogancia de pensar que los demás no son tan espirituales como nosotros.
Necesitamos reparar las brechas que se van ocasionando en las iglesias debido a las discusiones y los malos entendidos. Tenemos que ser pacificadores e intentar que nadie se sienta herido por razones casi siempre inútiles.
¡Tenemos que dejar de pensar que si alguien se está enfriando es por su culpa! Necesitamos dedicar tiempo a los que no lo comprenden todo, a los que dudan, a los que están sufriendo. Si nuestro Pastor salió a buscar a una oveja que se perdió, nosotros también debemos hacerlo.
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