Creo que la Biblia nos manda que amemos a otros tan a menudo porque el amor es, con frecuencia, contrario a nuestra inclinación natural. Un fragmento de “El significado del amor”, de Ajith Fernando (2016, Andamio).
Un fragmento de “El significado del amor”, de Ajith Fernando (2016, Andamio). Puede saber más sobre el libro aquí.
Si alguna vez has estado en medio de una conversación, concentrado y hablando de un tema en profundidad, y alguien saca un nuevo tema a colación, sabrás lo frustrante que es que te interrumpan. Aun así, en otros momentos no nos importa para nada. Cuando alguien nos interrumpe en lo que estamos haciendo para darnos buenas noticias como que va a casarse o que va a tener un bebé, nos emociona y nos encanta escuchar lo que nos quiere decir.
Por ejemplo, en mi país natal, Sri Lanka, a nadie le importa lo más mínimo si irrumpes en medio de una conversación para anunciar los resultados de un partido de cricket (aunque es probable que este sea el único lugar del mundo donde esto pasa). 1 Corintios 13 es este segundo tipo de interrupción.
1 Corintios 12 y 14 abordan problemas que habían surgido en la iglesia de Corinto sobre cómo usar los dones del Espíritu. En medio de estas consideraciones hay un cambio brusco: el famoso capítulo sobre el amor. Los cristianos de Corinto parecen dar tanta importancia a ejercitar los dones que mostraban el poder de Dios en su vida, que empezaron a hacerlo de forma egoísta, de un modo que no demostraban tener el carácter de Dios. Pablo quiere que estos cristianos tengan las prioridades claras. En primer lugar deben ser hombres y mujeres de Dios, y solo después podrán ser agentes de su poder.
Dios da el amor; nosotros, obedecemos
Pablo fundó la iglesia de Corinto más o menos a mitad del primer siglo, durante su segundo viaje misionero. Unos años más tarde recibió algunos informes inquietantes en los que se hablaba de confusión doctrinal y prácticas y pecados alarmantes en esa iglesia (1 Corintios 5:1; 11:18). Los cristianos de Corinto también le escribieron más tarde una carta donde le pedían aclaraciones sobre algunos asuntos prácticos y doctrinales (7:1). La primera carta a los corintios es la respuesta de Pablo a estos informes y a la carta que le había enviado la iglesia de Corinto. Entre los distintos temas que trata en su epístola había preguntas sobre el uso de los dones del Espíritu en la iglesia (12:1). Parece que este tema había provocado algunos conflictos en la comunidad. La respuesta de Pablo a estas preguntas está en los capítulos 12, 13 y 14 de 1 Corintios. En los capítulos 12 y 14 se tratan temas prácticos sobre cómo usar los dones. En el capítulo 13, Pablo añade a esta exposición algo mucho más importante que los dones, algo en lo que los corintios deberían estar centrando su atención: el amor.
Al parecer, los creyentes de la iglesia de Corinto tenían una jerarquía de dones según la utilidad de cada don para la iglesia. El tema principal de Pablo en el capítulo 14 es que, aunque las lenguas edifican al creyente individual, lo que edifica a toda la iglesia es la profecía. En consecuencia, es más útil ejercitar el don de la profecía cuando se reúne toda la congregación. Parece que todo este debate sirve como trasfondo de la frase que hay en 12:31: “Mas desead ardientemente los mejores dones” (1 Corintios 12:31a). Pablo argumenta que, como algunos dones son más útiles para el cuerpo, estos son los que debemos desear.
Anteriormente Pablo había mencionado que estas cosas las hace el “Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de Él” (1 Corintios 12:11). Podemos desear los dones más útiles, pero es Dios el que decide quién recibe cada don. Aunque sí podemos pedirle que nos conceda un don concreto, no tenemos ninguna garantía de que vaya a ser así. Pero ahora Pablo nos habla de algo que está libre de incertezas. Nos dice que “Y aun yo os muestro un camino más excelente” (12:31). No se trata de una opción, es el “camino”, la forma en que viven los cristianos. El capítulo 13 nos muestra que está hablando del amor. En el versículo 14:1 explica vehementemente las implicaciones de que el amor es el camino a seguir, animándonos: “Procurad alcanzar el amor” o “Empeñaos en seguir” (NVI). Una antigua versión en inglés nos dice “Make love your aim” (RSV): que vuestro objetivo sea alcanzar el amor. Ahora, nuestra ambición en la vida es amar.
No podemos decir “Dios no me ha dado la capacidad de amar”. En cada situación, nos guste o no, seguimos el camino del amor. Si nuestro vecino está enfermo, en el hospital, no podemos decir: “Pero... no me gusta ir al hospital”. Cuando un niño le pide a su padre que juegue con él, el padre no puede decirle: “Ahora no me apetece, prefiero ver la televisión”. Cuando una mujer se enfrenta a la necesidad de perdonar al hombre que ha insultado a su marido, no puede decir que hacerlo es demasiado doloroso para ella. Más adelante, en este libro, veremos algunos de los procesos que se dan en la mente antes de estar preparados para perdonar. Pero el mandamiento de amar a nuestros enemigos sigue en pie.
Si nuestro comandante nos ordena marchar al frente, no podemos pedirle antes que nos deje tomarnos una tacita de té. El amor es el camino que seguimos. No es una opción.
Así que, para el cristiano, el amor es una prioridad, un acto de obediencia. Si miramos el modo en que se describe el amor cristiano en la Biblia, nos damos cuenta de que no se trata de amar a las personas que lo merecen. Más bien se trata de amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos persiguen, ser pacientes con las personas insoportables, visitar a los encarcelados y así con todo. Estas acciones no son automáticas, como enamorarse. El amor cristiano es una decisión; tenemos que hacer que surja en nosotros.
Esto es una parte de la historia. La otra parte es que este amor con el que amamos es el amor de Dios en nosotros. Juan dijo que “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Pablo explica que esto lo hace el Espíritu Santo. El amor es el primer aspecto del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). El apóstol dice, en Romanos 5:5: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado”. La palabra que se ha traducido como “derramado” transmite la idea de abundancia. J. B. Phillips la traduce como “inundación”. El gran comentarista británico C. E. B. Cranfield escribe que “puede que esta palabra se haya elegido para expresar la idea de una abundancia espléndida”. El amor de Dios es un recurso inagotable que viene de sus reservas eternas. Y esto no es todo. “Pues el amor de Cristo nos apremia” (2 Corintios 5:14a). La palabra original para “apremiar” se utilizaba con el significado de “aplicar presión”.
La idea que nos transmiten estos versículos es que el amor de Dios entra en nosotros y nos impulsa a actuar con amor. A nosotros nos toca obedecer. La obediencia es la clave que abre las compuertas del amor de Dios, para que recibamos la fuerza para amar del modo que nos pide la Biblia. Así que, mientras el Espíritu Santo nos da su amor como su fruto (Gálatas 5:22), nuestro trabajo es “[andar] también por el Espíritu” a través de la obediencia. Si no amamos cuando deberíamos, “apagamos” el Espíritu Santo (1 Tesalonicenses 5:19). (…)
En el Nuevo Testamento he encontrado cincuenta y un mandamientos para amar. Creo que la Biblia nos manda que amemos a otros tan a menudo porque el amor es, con frecuencia, contrario a nuestra inclinación natural. Cuando alguien nos hace daño, sencillamente no nos sentimos con ganas de responderle con amor. Si estás enfadado porque han elegido de forma injusta a otra persona para una responsabilidad concreta por encima de ti, después no te apetecerá responder de forma positiva cuando el líder venga a pedirte que te encargues tú de la tarea porque la otra persona finalmente no se quiso hacer cargo. Querrás expresar tu descontento rechazando tú también la propuesta. Pero, a pesar de tu inclinación natural, sabes que tienes que hacerlo porque la Biblia te ordena que muestres amor en este tipo de situaciones. Te puedo asegurar que no te arrepentirás de hacerlo. Dios honrará tu decisión de amar dándote la fuerza divina que necesitas para realizar el trabajo.
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