Si los estudios se convierten en un dios, lo siguiente que harán será exigir más y más de tu tiempo. Un fragmento de "Billante. Vivir para Cristo en la universidad", de Andrew King (2016, Editorial Peregrino).
Un fragmento de "Billante. Vivir para Cristo en la universidad", de Andrew King (2016, Editorial Peregrino). Puede saber más sobre el libro aquí.
Prólogo
Introducción
Primera sección: Antes de ir
1 ¿Quién eres?
2 ¿Estás preparado?
Segunda sección: Vivir para Cristo
3 Sé santo
4 Haz amistades piadosas
5 Forma parte de una iglesia local
Tercera sección: Estudiar para Cristo
6 ¿Por qué estás estudiando?
7 Tu texto fundamental
8 Tu cosmovisión
Cuarta sección: Testificar para Cristo
9 Sé creíble
10 Contextualiza con sabiduría
11 Proclama a Cristo
12 Unirse con precaución
Quinta sección: Tras haber ido
13 Recuerda tus raíces
14 Vive para servir
Apéndice: ¿Por qué ir?
[…]
6 ¿Por qué estás estudiando?
Seguro que existe un gran número de razones superficiales por las que estudias: te gusta la materia —o eso espero—, te entusiasma desarrollar una carrera profesional en ese campo, ves el potencial que tiene y tus propias capacidades, etc.
Pero yo estoy formulando una pregunta más profunda. ¿Cuáles son las motivaciones esenciales por las que estás estudiando? Puedes sentirte tentado a responder: «Para glorificar a Cristo, por supuesto…» y pasar al siguiente capítulo sin más preámbulos. No obstante, ¿puedo pedirte que sigas leyendo este?
La cuestión que deseo abordar es la identidad. ¿Cómo te ves a ti mismo en el sentido más profundo? Muchas personas atribuyen su identidad a algo fuerte o positivo que advierten en sí mismos. Tal vez causen una impresión muy favorable por su apariencia física; o puede que tengan trofeos en una vitrina que proclamen sus logros deportivos; quizá tienen buenos contactos. Para muchas personas, lo que hacen se convierte en su identidad. Dónde trabajan o, para personas similares a ti, dónde estudian o el qué. Su identidad reside en sus estudios y esto puede ser algo peligroso para ti también. ¿Cómo puedes dilucidar dónde está tu identidad? Permíteme someterte a dos pruebas muy sencillas:
1. ¿De qué te gusta hablar? Cuando conoces a alguien nuevo, ¿qué estás deseando decirle? ¿Hacia dónde llevas la conversación? Ahí es donde probablemente está tu identidad.
2. ¿A qué dedicas tu tiempo libre? A todos nos sobra algo de tiempo en el que podemos elegir lo que hacer ¿Qué es lo que tiendes a hacer? Ahí probablemente también está tu identidad.
Existe un peligro real, pues, de que «ser un estudiante universitario» se convierta en tu identidad. Si lo es, corres un grave peligro. ¡En serio! Quiero explicarte tres razones por las que puede ser peligroso:
1. Tus estudios no deben convertirse en tu dios
Tú y yo nos encontramos en una interminable guerra de adoración. ¿Adoraremos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo vivos y verdaderos o construiremos un dios sustitutivo al que adorar? Esa lucha no se detiene cuando «nos convertimos en cristianos». La atracción de la idolatría —tener un dios sustitutivo— es tan real para un dirigente de la iglesia como para cualquier otra persona. Créeme, tus estudios pueden convertirse con facilidad en tu dios. Y, si lo hacen, encontrarás tu identidad y tu razón de ser en completarlos.
Sin embargo, todo cristiano tiene su identidad en Jesucristo. Estar en él es lo que realmente define quiénes somos. Lo que establece nuestra verdadera identidad cristiana es vivir como hermanos y hermanas adoptivos de Cristo. Si bien debes esforzarte en estudiar y seguir un intenso programa semanal de estudios, paralelamente también debes luchar para que esas cosas no te dominen. De hecho, lo harán si te reconforta y refuerza más tu identidad hablar de ellas que hacerlo de Cristo. Lo harán si ser conocido por tus estudios o lugar de estudios es más importante para ti que ser conocido como un hermano o hermana de Cristo. ¿Es Cristo tu Señor y Salvador? ¿O buscas a diario la salvación y la autoestima en tu programa de estudios?
Por desgracia, la atracción de la idolatría es casi tan antigua como el mundo. Desde el principio de los tiempos, la raza humana ha buscado la satisfacción en la creación antes que en el Creador. El teólogo Juan Calvino observó acertadamente que nuestros corazones son fábricas perpetuas de ídolos que crean alternativas de factura humana en contraposición a hallar la satisfacción y la identidad en adorar al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo vivos y verdaderos. Este fue el caso de muchos de los israelitas en tiempos del Antiguo Testamento. Dios le dijo al profeta Jeremías: «Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua» (Jer. 2:13). ¿Te has dado cuenta de que fue el pueblo de Dios quien hizo esto? O, por plantearlo de manera más actual: estudiantes cristianos evangélicos y que creen en la Biblia pueden cometer dos males simultáneamente al renunciar a Cristo como su principal fuente de satisfacción e identidad y optar por sus estudios en lugar de él. ¡Qué desastre! Comparados con el Señor Jesucristo, hasta los mejores estudios en la mejor universidad que lleven a la mejor titulación son como una cisterna rota que no retiene el agua. Tus estudios no deben convertirse en tu dios.
2. Tus estudios no deben consumir todo tu tiempo
Por supuesto, si se convierten en un dios, lo siguiente que harán será exigir más y más de tu tiempo. Por desgracia, este es un error muy común entre los estudiantes cristianos. Su razonamiento de partida no va desencaminado: quiero hacerlo bien y no ser un vago como otros. Pero al poco tiempo el sano deseo de esforzarse puede transformarse en una malsana obsesión de lograr más, más y más.
El Señor ha dispuesto una vida saludable con un equilibrio entre trabajo, descanso y esparcimiento. El Señor ha llamado a cada uno de los miembros de su pueblo a priorizar el tiempo de comunión con la iglesia y, especialmente, mantener el primer día de la semana separado del trabajo en general. Tendrás que establecer unos buenos hábitos y mantener una estricta disciplina si quieres evitar que los estudios consuman todo tu tiempo.
¿Pero puede hacerse? ¿Es razonable esperar en estos tiempos que los estudiantes restrinjan el tiempo dedicado al estudio? ¿No es todo diferente en la actualidad? Sí, muchas cosas han cambiado, pero es indudable que el principio de anteponer a Dios no lo ha hecho. En mi experiencia, tener tiempo aparte de los estudios hizo que el tiempo de estudio fuera más eficiente. Y el tiempo dedicado a estar con el pueblo de Dios y en su Palabra siempre ha producido mayores bendiciones a largo plazo.
3. Tus estudios no deben definir tus amistades
No todo el mundo va a la universidad y, como cristiano, por tanto, debes esforzarte en no creer que formas parte de la supuesta élite de quienes sí lo hacen. De vuelta a casa tendrás familia y amigos sin una educación superior. Esperemos que en la iglesia local a la que acudas durante tus años universitarios tengas también distintos tipos de amigos.
Procura que tus estudios no empiecen a definir tus amistades. Si lo haces, estarás contradiciendo la capacidad del evangelio para derribar las barreras humanas. Si bien el pecado nos separa en diferentes clases y ordenes jerárquicos, el evangelio nos enseña que, con nuestra identidad en Cristo, todas las barreras pueden ser derribadas. Sin embargo, tus estudios pueden convertirse en una gran barrera; mucha gente carga con un sentimiento de incompetencia o de culpa por no haber ido a la universidad.
Así que te insto a que te propongas considerar tus estudios una parte más de tu vida. No permitas que poco a poco se conviertan en tu identidad, tu razón de ser y, por tanto, un objeto de adoración.
Estudia para aprender cosas nuevas; estudia para crecer en tu conocimiento de las maravillas de Dios; estudia para amoldar tus pensamientos a los suyos; estudia para expandir las fronteras del conocimiento en tu carrera y así hacer grandes cosas por la humanidad. Pero, por encima de todo, estudia para conocer mejor a Cristo y regocijarte al vivir tu nueva identidad en él.
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