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John Stott
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Estudiantes de la palabra

Dios ha súper exaltado al Señor Jesús para que toda rodilla se incline hacia él.¿Podrán los cristianos influenciar a su país de manera que los valores y estándares del reino de Dios permeen la cultura nacional en su totalidad?.

FRAGMENTOS 06 DE AGOSTO DE 2015 20:40 h
Portada Estudiantes de la palabra de John Stott

Un fragmento de "Estudiantes de la palabra. Comprometidos con la Escritura para impactar en nuestro mundo", de John Stott (2015, Andamio). Puede saber más sobre el libro aquí.

 



Provocar un impacto cristiano en el mundo de hoy



Vamos a considerar una de las preguntas más importantes a las que se enfrentan los cristianos de toda época y en todo lugar: ¿Qué valores y estándares dominarán nuestra cultura nacional?



La mayoría de los países son cada vez más pluralistas, tanto en raza como en religión. Así, el cristianismo, el islamismo, el secularismo, el materialismo, las religiones antiguas y las sectas modernas están todos compitiendo por el alma del país.



Ahora bien, para los cristianos, esta es principalmente una pregunta evangelística. ¿Recibirá Jesucristo el honor que merece su nombre? Dios le ha exaltado hasta lo sumo, le ha dado el nombre que es sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que él es Señor.



Dios ha súperexaltado al Señor Jesús para que toda rodilla se incline hacia él. Pero, si es una pregunta evangelística, también es una pregunta social y cultural. ¿Podrán los cristianos influenciar a su país de manera que los valores y estándares del reino de Dios permeen la cultura nacional en su totalidad?



¿Qué queremos decir al hablar de la ‘cultura nacional’? Nos referimos a su consenso sobre preguntas morales; su consideración de la igualdad de hombres, mujeres y niños; su actitud hacia el matrimonio y la familia; su perspectiva sobre la santidad de la vida humana, incluyendo a los no nacidos, los discapacitados y las personas seniles; su administración de la justicia y su manera de manejar los negocios; su investigación académica; la educación de sus jóvenes; su reconocimiento de los derechos humanos, especialmente de las minorías étnicas; su preocupación por las personas sin hogar, los desempleados y los que viven atrapados en el ciclo de la pobreza; su actitud hacia los disidentes; su forma de tratar a los criminales; su mayordomía del medio ambiente natural; su uso del poder y todo el estilo de vida de sus ciudadanos.



Es una lista larga, y todo esto y muchas más cosas constituyen la cultura nacional; es decir, los valores y estándares que son reconocidos como aceptables.



Estudiantes de la palabra de John Stott

No hay duda alguna de que Jesús quiere que sus valores y estándares prevalezcan. Él ama la justicia y detesta la iniquidad. Por lo tanto, envía a su pueblo al mundo, no solo a predicar el evangelio y a hacer discípulos, sino también a endulzar la comunidad entera y a hacerla más agradable a Dios —más justa, más participativa y más libre—. Ahora bien, estas son mega afirmaciones y la pregunta que ahora nos confronta es: ¿Cuál es la justificación para estas? ¿Existe una base bíblica para ello? De ser así, ¿cuál es? Como podrás imaginar, contiene las bien conocidas metáforas o modelos de la sal y la luz.



Todos estamos muy familiarizados con la sal y la luz. Son dos de los artículos domésticos más comunes. Los encontramos en prácticamente todas las casas del mundo. Ciertamente, todo el mundo las utilizaba en Palestina durante la época de Jesús. Él las habría conocido desde su niñez.



Debe haber visto muchas veces a su madre, María, usar la sal en la cocina. En aquellos días, cuando la refrigeración aún no había sido inventada, la sal se usaba no tanto para sazonar, sino para preservar y para propósitos antisépticos.



Es decir, que María debe haber puesto en salazón los pescados y la carne, o quizás dejaba la carne o el pescado remojándose en agua salada. Y luego, al ponerse el sol, ella seguramente encendía las sencillas lámparas de aceite.



Por lo tanto, estas son las imágenes que Jesús escogió para indicar el impacto o la influencia que él pretendía que su pueblo ejerciera en el mundo.



La pregunta que tenemos delante, como personas pensantes e inteligentes, es la siguiente: ¿Qué quiso decir Jesús? ¿Qué podemos deducir legítimamente de la metáfora que él seleccionó a propósito? ¿A qué se refería cuando hablaba de ser sal y luz en la sociedad? (…)



 



I. Los cristianos son radicalmente diferentes a los no cristianos



Los cristianos deben vivir de una manera radicalmente diferente a los demás. Ambas imágenes —la sal y la luz— ubican las dos comunidades en contraste la una con la otra. Por un lado, está el mundo que, con toda su maldad y tragedia, es como una noche oscura. Y, por el otro, tú has de ser la luz del mundo oscuro.



Así, tú y el mundo son ubicados uno contra el otro como una antítesis. Ahí está el mundo, como la carne que se pudre y el pescado que se descompone. Y tú has de ser la sal, evitando el deterioro social. En lenguaje moderno podríamos decir que los dos son tan distintos como el agua y el aceite. En la jerga de la época, Jesús expresó esta diferencia radical comparándola con la distinción entre la luz y las tinieblas, la sal y la descomposición (…).



 



II. Los cristianos tienen que penetrar y permear la sociedad no cristiana



Hemos de ser distintos en términos morales y espirituales, como hemos visto, pero no debemos estar segregados socialmente. Por el contrario, se nos dice: “¡Hagan brillar su luz!”. En otras palabras: ¡dejen que permee, que penetre las tinieblas!



Cuando enciendas tu lámpara, no la pongas debajo de tu cama o bajo un cajón, y no la escondas en un estante oscuro —pon tu lámpara en un lugar alto y deja que su luz brille en la oscuridad.



En otras palabras: permitan que las buenas nuevas de Jesucristo, quien es la luz del mundo, se esparzan por la sociedad a través de sus palabras y sus actos (…).



 



III. Los cristianos pueden influenciar y cambiar la sociedad no cristiana



Me atrevo a decir esto, aunque no todo el mundo está de acuerdo, porque tanto la sal como la luz son elementos poderosamente efectivos. Cambian el ambiente en el cual han sido introducidos.



Cuando la sal se inserta en la carne y el pescado, algo sucede: impide la descomposición generada por las bacterias. Y cuando se enciende una luz, algo sucede: se desvanece la oscuridad. Más aún, la sal y la luz tienen efectos complementarios.



La influencia de la sal es principalmente negativa: evita el deterioro provocado por las bacterias. La influencia de la luz es positiva: ilumina la oscuridad.



De igual forma, Jesús tiene la intención de que la influencia de los cristianos sea tanto negativa —impidiendo la propagación de la maldad— como positiva —promoviendo la difusión de la verdad y la bondad, especialmente del evangelio de Cristo— (…).



 



John Stott

  Jesús nos dijo que fuéramos la sal y la luz de la sociedad. Si abundan la oscuridad y la putrefacción, es en gran medida por nuestra culpa al no haber actuado como sal y luz, lo cual es nuestro deber. Debemos aceptar gran parte de la culpa.



También debemos admitir con nueva determinación el papel que Jesús nos ha asignado: a saber, ser sal y luz en la sociedad. No es solo los individuos quienes pueden cambiar. Las sociedades también pueden ser transformadas.



No podemos perfeccionar la sociedad. No somos culpables del evangelio social anticuado. Pero podemos mejorarla. Los cristianos no somos idealistas utópicos. No habrá una sociedad perfecta de paz y justicia hasta que Cristo venga con toda su gloria.



Sin embargo, mientras tanto, hasta que llegue ese día, la historia está llena de ejemplos de mejora social: la elevación de los estándares de salud e higiene; mayor disponibilidad de la alfabetización y la educación; la emancipación de las mujeres; mejores condiciones en las minas, fábricas y prisiones; y la abolición de la esclavitud y del comercio de esclavos.



Todos estos cambios pueden ser atribuidos, hasta cierto punto, a la influencia de los seguidores de Jesús. No podemos creer ser los causantes de todos ellos, pero podemos alegar que, a través de sus seguidores, Jesús ha tenido una enorme influencia para bien (…).



IV. Los cristianos deben mantener sus rasgos distintivos



La sal necesita mantener su sabor o, de lo contrario, se vuelve inútil. Ni siquiera se puede lanzar en el montón de la basura orgánica. De igual forma, la luz necesita mantener su brillantez porque, de lo contrario, no logrará disipar la oscuridad.



Asimismo, los cristianos, si queremos ejercer alguna influencia en la sociedad, no solo tenemos que penetrarla, sino rehusar conformarnos a esta o a asimilarla. Necesitamos retener nuestras convicciones cristianas, nuestros estándares cristianos, nuestros valores cristianos, nuestro estilo de vida cristiano.



Y debemos mantener estos estándares del reino de Dios. Naturalmente, la pregunta es: ¿Cuáles son nuestros rasgos distintivos? ¿Qué es la sal que ha de penetrar la carne? ¿Qué es la luz que brillará en la oscuridad?


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

EZEQUIEL JOB
08/08/2015
23:56 h
1
 
El Señor Jesús no dijo que "seamos" sal y luz en el mundo, sino dijo que "SOMOS" sal y luz (Mat5:13-14), no tenemos necesidad de "querer ser", ese sentimiento de "querer ser" es de una persona inconversa. Nos pese o no nos pese el cristiano "ES" sal y luz, porque ES nacido de nuevo del Espíritu, por la Palabra (Ped1:22-23), ES nueva criatura (2Cor5:17). Yo empecé a estudiar La Biblia para discutir y hacer "la contra" a los cristianos, hasta que me dí cuenta que "al creer", ya era otra persona.
 



 
 
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