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Manuel Pérez Lourido
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La búsqueda espiritual de Van Morrison: Poemas, oraciones y mantras (I)

Una profunda sensación de desarraigo atraviesa las canciones de Astral Weeks. La que da título al disco y lo empieza ofrece esta confesión hacia el final del tema: “No soy nada más que un extraño en este mundo”.

PREFERIRíA NO HACERLO AUTOR Manuel Pérez Lourido 04 DE FEBRERO DE 2016 21:10 h
Van Morrisson. Van Morrisson.

No resulta sencillo rastrear la trayectoria espiritual de alguien que ha desarrollado su vida artística a pesar de su poco velada fobia a los medios de comunicación.



Pocos han sido los que han tenido acceso alguna vez a los pensamientos de Van Morrison y menos aún quienes pudieron conocer de primera mano sus inquietudes religiosas. Sin desdeñar esas migajas, hemos decidido investigar en lo que el propio artista ha ido desvelando entre poemas y mantras con cada uno de sus discos. Abróchense los cinturones.



Los padres de George Ivan Morrison pertenecían nominalmente a la Iglesia de Irlanda (protestante anglicana), en la que se casaron. Existe cierto consenso en que su padre era, si no un ateo, por lo menos sí un “librepensador” (dicho así para los devotos de los matices). Su madre manifestó más inquietudes religiosas y en los años 50, con Ivan frisando los nueve o diez años, asistió durante una temporada al Salón del Templo de los Testigos de Jehová. Y llevó a su hijo con ella en unas cuantas ocasiones. Esto explica la canción “Kingdom hall” (“El salón del reino”) incluida en el album “Wavelength” (1978), una pieza de ritmo alegre que habla de alegría, baile y canciones en aquel lugar.



Pero vamos a describir al muchacho con una anécdota seguramente, como todas, retocada hasta la hermosura: a principios de los 60 el joven Morrison tocó efímeramente en The Olympics, una banda de versiones de Belfast, su ciudad natal. En cierta ocasión, antes de un bolo en Derry, el minibús del grupo se detuvo en la calle donde vivía y el cantante solista se dirigió a su casa y llamó a la puerta. Salió la madre de Van y al poco el solista estaba de vuelta, solo. “El tipo no puede tocar” le dijo a los demás. “Su madre dice que no va a salir, que está arriba, en su habitación, escribiendo poesía”.



Como todos, Van Morrison ha sido unas cuanta cosas a lo largo de su vida. La mayor parte del tiempo, un señor bajito rechoncho, calvo y gruñón al que Dios concedió un talento musical extraordinario y una voz incomparable.



El escrutinio de su obra musical lleva a la evidencia, mucho más elocuente tras el análisis del conjunto que por la mera suma de ejemplos puntuales, de que aquella es un trayecto espiritual, un viaje hacia el origen o al menos una búsqueda del mismo.



En internet se pueden encontrar desde testimonios de personas que han hallado apoyo en sus discos en su camino hacia la fe en Jesucristo, hasta una programa de canciones de la estrella versionadas por músicos locales en un programa artístico elaborado por una iglesia presbiteriana de Belfast. El título del evento: “El evangelio según Van Morrison”.



“El león de Belfast”, “Van the Man”, se ha referido en muchas ocasiones al poder sanador de la música. En “Into the music”, con “And the healing has begun” (“Y la curación ha comenzado”) o en “The healing game” (“El juego sanador”) del album homónimo. La referencia más antigua a esta propiedad de la música la hallamos en la Biblia. El primer libro de Samuel 16:16 narra como el rey Saúl era aliviado por el arpa de David del tormento que sufría “por un espíritu malo”. Van, entrevistado por Hot Press declaró: “en tiempos antiguos, si alguien caía enfermo, tomaban el arpa y tocaban para curar su mal o lo que fuera”. Añadió que su hospital de referencia en Southampton empleaba a un músico para que tocase para los niños enfermos. Por supuesto que Van ha leído las Escrituras y, como iremos viendo, se ha expuesta a gran cantidad de literatura de tipo religioso/espiritual.



Tras haberse unido a The Monarchs como saxofonista, después fundado Them y haberse estrenado en solitario con un album irrelevante (Blowing your mind), al que solo salva la imperecedera “Brown eyed girl”, Astral weeks (1968) es el disco de despegue del irlandés y además una de las cimas de su carrera.



Es fácil resumir su génesis: un puñado de brillantes músicos de jazz neoyorkinos casi improvisando, tocando sin apenas comunicación con el cantante y compositor. Este, aislado en otra cabina grabando “su lamento y su pesar”, repitiendo que se siente “como un extraño en este mundo”. Las cuerdas y vientos se añadirían después. Resultado: un hinóptico híbrido de folk, rock, soul, jazz y baladas irlandeses que fluye como un río, empastada con superglue en una voz épica y arrebatadora. No hace falta conocer el idioma, cualquier oyente atento sabe que se haya delante de eso que llaman poesía. Cuando sus colegas de Belfast recuerdan al joven Morrison, lo hacen haciendo referencia a su naturaleza solitaria y su excentricidad. Esto también está en Astral Weeks.



 



Astral Weeks.



Es particularmente interesante el análisis que ofrece el psicólogo, escritor y fan Adam Phillips sobre la atmósfera del album. “En Astral Weeks creo que está obsesionado con algo, y ni siquiera estoy seguro de que supiese con qué. Suena aturdido, literalmente aturdido. No creo que tenga ni idea sobre de qué trata esa música, aparte del hecho de que llega de algún profundo lugar de su interior”.



Phillips comenta que, como psicólogo, se ha encontrado a personas con este tipo de sentimientos confusos pero lo que es raro encontrar es a alguien capaz de darles forma.



Permea el disco una especie de exaltación y a veces de abandono, con palabras que se desmoronan o se repiten hasta que pierden su sentido y se transforman en mantras de deseo y pérdida.



Cualquier persona con una mínima noción acerca de la esfera espiritual del ser humano puede hallar en Astral Weeks un territorio abonado por esta. Algún crítico ha dicho que este es el LP de rock más espiritual que se haya grabado jamás.



Una profunda sensación de desarraigo atraviesa las canciones. La que da título al disco y lo empieza ofrece esta confesión hacia el final del tema: “No soy nada más que un extraño en este mundo”. Esta idea de dimensión vital tan amplia procede con toda seguridad de las vivencias de Van en su entorno-comunidad de Belfast. Alguien como él, que se sabía un outsider desde su juventud, regresa a Belfast tras probar las mieles del estrellato sólo para verificar que ya no pertenece a aquel sitio y que se irá otra vez, para siempre.



Las dos canciones más conectadas con momentos y lugares concretos, “Madame George” y “Cypress Avenue”, están empapadas de estos intensos sentimientos de melancolía y añoranza. Todo esto explica perfectamente la obsesión de Van con Caledonia el antiguo nombre de Escocia antes de que fuese tomada por los escotos. Van solía recordar que antiguamente hubo mucho intercambio poblacional entre ambos territorios y que tenía antepasados escoceses. Caledonia, inexistente territorio de ensoñación, paz y bienestar, aparece en Astral Weeks y no dejará de estar presente en la imaginería lírica del irlandés y, por lo tanto, en sus más profundos anhelos inmateriales.



En su siguiente album, Moondance, encontamos un tema titulado “Into the mystic”, el único que podría haber encajado en Astral Weeks. Por esta palabra “mystic” ) (místico,-a) siempre mostró Van cierta predilección. Ya con grupo Them había grabado un tema llamado “Mystic eyes”. Pero también es cierto que el irlandés escoge con frecuencia las palabras por su sonido más que por su significado (igual que las frases para sus canciones). Así, comentó que esta canción iba a ser llamada “Into the mist” (En la niebla). Seguramente tendría más sentido en una letra en la que se habla de sirenas de barco. Con todo, Van deja caer este verso: “Deja que tu alma y tu espíritu vuelen dentro de lo místico”. También señaló que la canción hablaba de “ser parte del Universo”, aunque probablemente este lo comentario lo hizo en plena fase panteísta, que también la tuvo.



Como anécdota, según una encuesta de la BBC, “Into the mystic” es una de las canciones más escuchadas por lo médicos mientras operan. Bueno, en ese caso acertó con el título: ¿quién querría que su cirujano escuchase una canción titulada “Dentro de la niebla” mientras le operan?



Cuando salió Moondance Van ya había fijado su residencia en Woodstock, Nueva York. Le siguieron una serie de exitosos albumes que Van fue creando sin sobresaltos. Perfectas piezas musicales que reflejaban la serenidad de ánimo tras su matrimonio con Janet Planet. La armonía se quebró en 1973. Se divorció, despachó a su banda, la Caledonia Soul Orchestra, y regresó a su país.



 



En concierto.



Compuso Veedon Fleece, que remite con nitidez a Astral Weeks, durante unas vacaciones en Dublín. Este album muestra una vuelta a las inquietudes espirituales, al deseo de plenitud artística, amorosa y de sabiduría. El león de Belfas ruge de nuevo, algo le molesta adentro.



Se acerca a la Psicología, concretamente a la de Gestalt. Toma clases de relajación con un alumno de Ada Rolf. Se sucribe a revistas del Movimiento de la Nueva Conciencia y de la Sociedad de la Nueva Era. Van declararía después que él no se metió en ninguna organización, que esos grupos fueron a verle y que él los usaba si veía que podían ayudarle a equiparse “para tratar con lo que tengo que hacer”.



Tras este album aparecieron A period of transition ( 1977) y Wavelength (1978). El primero obtuvo un éxito discreto mientras que el segundo se convirtió en su mayor superventas hasta entonces. El disco comenzaba con “Kingdom Hall”, citada más arriba. En “Checkin' it out” habla de que una relación amorosa en dificultades puede obtener ayuda de “guías y espíritus” que surgen por el camino. Es sintomático el uso repetido de las palabras “meditation” y “meditate”.



En 1979 sale Into the music, un album tremendo, con músicos como Mark Isham, Pee Wee Ellis, Ry Cooder, Robin Williamson (antes en la Incredible String Band).



El acercamiento de Van a Dios y su posterior testimonio de esa experiencia remite al contacto con la Naturaleza. Rom 1:20 tiene algo que ver con esto y también el salmista dice algo en Salmos 19:1,2 .Pero hay que reconocer que en el caso del irlandés la experiencia mística tiene más que ver con una intuición que con el pleno conocimiento o al menos con la plena adhesión.



Into the music fue editado la misma semana que Slow train coming, el disco que señala la conversión de Bob Dylan, pero lo que en este es entrega, devoción, fervor, se transforma en un planteamiento más suave, menos dogmático en el irlandés, donde lo importante es la “adhesión a la alegría de la fe” en palabras de Paul Rambali. Eco del título y espíritu de Into the mystic, se percibe a Dios a través de la música, sin que medien confesiones reveladoras o manifestaciones explícitas.



En 1979 todavía era posible que un sello musical editara como single una canción tan directa como Full force gale, el segundo corte del album.



“Como un vendaval con toda su fuerza / fui levantado otra vez / fui levantado otra vez por el Señor / y no importa dónde me extravío / hallaré mi camino a casa / siempre regresaré al Señor / en la suave brisa del atardecer / junto a la susurrante sombra de los árboles / hallaré mi refugio en el Señor “ En la versión inglesa de Wikipedia necesitan el testimonio de Peter Mills, uno de sus biógrafos, para concluir que esta canción “tiene elementos religiosos”. Tras asumir semejante riesgo, y siguiendo al señor Mills, dicen que Into the music tiene que ver con: “el Nuevo Testamento, el perdón, el amor y la bondad”.



Nunca antes había sido Morrison tan explícito, ni lo volvería a ser, al abordar el tema del renacimiento espiritual, un tema recurrente en su obra.



 



Into the music.



En Rolling Hills dice “entre las colinas viviré mi vida en Él”y “entre las colinas leeré la Biblia”.



Ya se ha hablado antes de And the healing has begun, otra canción optimista en la que la temática amorosa está obsesivamente marcada por referencias a la sanación a través de la música.



Es evidente que ha habido algún acontecimiento en la vida interior de Van, siempre reacio a compartir sus vicisitudes fuera del estricto ámbito profesional. Según John Collins, uno de sus biógrafos, este disco era el testimonio de la conversión de Morrison al “cristianismo panteísta místico”. Algo que evidentemente no existe, pero puede orientarnos sobre las pulsiones religiosas de nuestro hombre. En todo caso, la alegría que emana Into the music desde la celebrada “Bright side of the road” que lo abre está acompañada por un mayor tono “confesional” en las letras, hasta el punto que los textos de Van puedan admitir este calificativo.



Common One, al siguiente año, es menos exultante pero sigue rezumando espiritualidad. Van, en cambio, declaró que en esta época estaba “andando a tientas en la oscuridad en busca de un poco más de luz” (tema que desarrolla en el disco). Este es un album que sigue apostando por la búsqueda de la transcendencia a través de la música. La canción titulada “Spirit” plantea lo espiritual como la única salida cuando toda esperanza parece perdida. Cada tema del album es practicamente una oración o una meditación, pues Van ya iniciaba aquí su interés en las enseñanazas de la New Age o Nueva Era.



Los dos albumes siguientes nos muestran al músico irlandés de nuevo enredado en este camino. En lo musical, recibiendo el influjo de los tiempos y dando lugar a sintetizadores y sonidos más actuales; en lo espiritual, contactando con varias fuentes de “conocimiento espiritual”. Sólo hay que echar un vistazo a las horrososas portadas de Beautiful Vision e Inarticulate speech of the heart para constatar la influencia de este movimiento incluso en lo estético.



El tercer corte de Beautiful Vision (1982) editado como single, fue el tema Dweller on the treshold (“Habitante en el umbral”). En las notas del album se señala que esta canción y Aryan mist fueron inspiradas por el libro “Espejismo, un problema mundial” de Alice Bailey. Tras “formarse” en la Sociedad Teosófica de Los Angles, Bailey desarrolló sus propias teorías. Aseguraba que le eran dictadas telepáticamente por un maestro tibetano llamado Djwhal Khul. Los “espejismos” son ilusiones mentales que funcionan como una niebla que impide al viajero espiritual ver el mundo como realmente es. El viajero llega a ser iluminado y convertirse en un “habitante en el umbral” (lo que Van proclama ser en la canción) cuando el “ángel de la presencia” purifica su alma con la luz.


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

DanielHofkamp
05/02/2016
08:13 h
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No resulta sencillo rastrearlo, pero lo has hecho genial Manuel. Me encantan Astral Weeks, Moondance y His Band and the Street Choir. En este último hay un tema gospel, If I Ever Needed Someone, precioso.
 



 
 
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